Estamos a pocos días de finalizar el año 2021, cuya agenda siguió marcada por la incertidumbre y paralización empresarial originada por la crisis sanitaria. Cuando pensábamos que habíamos aprendido a convivir con esta pandemia y dábamos los primeros pasos en el largo camino de la recuperación económica surge, mejor dicho, se agudiza la crisis política para asestarnos “esos golpes sangrientos con las crepitaciones de algún pan que en la puerta del horno se nos quema” (Los Heraldos Negros – César Vallejo) y retar nuevamente nuestra resiliencia empresarial para seguir buscando soluciones en un ambiente de incertidumbre. Sin embargo, como alguna vez un ex capitán de nuestra selección de fútbol dijo “es lo que hay” y no queda otro camino que volver a empezar.
Estamos en un buen momento para hacer un alto y reflexionar sobre qué hicimos para saber qué hacer en el futuro. En ese sentido, tocaremos algunos aspectos que sin duda forman parte esencial de la gestión e identificación de riesgos empresariales:
- Gestión del tiempo: Durante este ejercicio, como consecuencia de la virtualidad, siguió primando la libertad del uso del tiempo para la ejecución de los trabajos, lo cual nos lleva a las siguientes reflexiones: ¿hemos utilizado los momentos disponibles de la mejor manera para la realización de nuestras labores (eficiencia / productividad)? ¿Qué métricas podríamos emplear para medir este uso de tiempo? Como todos sabemos, una adecuada administración del tiempo, un recurso muy escaso, es crítica para lograr los objetivos trazados, gestionando los riesgos que afecten la salud personal (estrés) o el desarrollo de las operaciones normales de la compañía. Sin duda, un aspecto que ha sido y sigue siendo materia de estudio y que el tiempo mismo, junto con la tecnología como soporte, siguen evolucionando.
- Salud: ¿Tuvimos tiempo para realizarnos un adecuado chequeo anual? ¿Estamos razonablemente saludables para enfrentar los retos del próximo año? No permitamos que la eterna y trillada frase “falta de tiempo” nos impida preservar nuestra salud y la de nuestros colaboradores. Solo así estaremos en las mejores condiciones para atender nuestros retos y compromisos.
- Talento: ¿El equipo es el adecuado y responde a las circunstancias actuales, lo cual implica head count, cambios tecnológicos, competencias, etc.? Si la respuesta es no, se debe evaluar la situación y tomar las decisiones pertinentes que incluyan recolocaciones, entrenamiento y otros. Si la respuesta es sí, se debe analizar qué hacer para seguir en ese camino. Consideremos que no hay eficiencia ni tecnología efectiva sin un adecuado talento que lo soporte.
- Modalidad de trabajo: ¿Regresamos al trabajo presencial o adoptamos un sistema híbrido? Esta decisión debe tomarse como un punto muy sensible en la estrategia de la organización, mantenerse durante un periodo razonable y no cambiarse sin un plan corporativo integrado.
- Ciberseguridad: La tecnología se desarrolla a pasos agigantados, lo cual nos facilita la ejecución de labores, pero junto con los beneficios de las nuevas tecnologías también vienen asociados nuevos riesgos sobre la seguridad de datos y de los activos de información. En esta época de trabajo remoto, el fraude digital se ha hecho más frecuente. ¿Qué estamos haciendo para evitar los riesgos de ciberataques?
- Pandemia: En estos días, Europa estaría ingresando progresiva y paulatinamente a un estado de alerta como consecuencia de la reciente variante del Covid-19, “ómicron”. ¿Estamos revisando y actualizando los protocolos establecidos en nuestra Organización desde el inicio de la pandemia?
- Estrategia: Como consecuencia de lo antes mencionado, debemos evaluar la necesidad de reforzar o replantear la estrategia empresarial de corto, mediano y largo plazo, junto con los presupuestos respectivos.
Un concepto muy sensible y actual, íntimamente relacionado con el buen gobierno corporativo y que cobra relevancia al cierre anual es el de “rendición de cuentas” a los diferentes grupos de interés; y se trata de un proceso mediante el cual toda persona a quien se le dio un encargo está obligada a dar explicaciones sobre sus actos y resultados, de manera que estos puedan ser vigilados, evaluados y monitoreados. Esta suerte de “fiscalización” permite validar si las decisiones tomadas en términos de la definición de los objetivos organizacionales, el alineamiento de los riesgos asociados junto con los planes de acción y actividades de control diseñados e implementados, fueron acertadas a la luz de las informaciones y circunstancias respectivas. Para que la rendición de cuentas exista, debe haber un grado de dependencia que permita, entre otros:
- Controlar las acciones que los ejecutivos o funcionarios de la organización, cualquiera sea su naturaleza (una empresa con o sin fines de lucro, una ONG, una entidad estatal, etc.), puedan realizar.
- Evitar el abuso del poder, puesto que, sin la rendición de cuentas, la gestión administrativa se convertiría en un caos, estableciéndose una anarquía total, en donde nadie respondería por nada, atentando directamente contra la definición de buen gobierno corporativo y la sostenibilidad de la organización.
- Evitar o reducir el riesgo de corrupción, ya que todas las acciones deben llevarse a cabo con la mayor transparencia posible, tomando en consideración el marco normativo interno y externo.
Una rendición de cuentas efectiva sobre todo al culminar los plazos establecidos, debe estar enmarcada dentro de un conjunto de políticas y procedimientos que limiten el accionar de las personas responsables, los mismos que deben ser ampliamente difundidos y de conocimiento de las personas que tienen un encargo. Por otro lado, debe evaluarse la viabilidad de la implementación de un sistema de premios y castigos o sanciones, de lo contrario, se desvirtúa y desnaturaliza este componente de seguimiento.
Finalmente, se debe recordar que la efectividad de un modelo de gobierno corporativo depende del nivel de madurez de la propia organización, así como de sus principales funcionarios y de la importancia que les den a los componentes del sistema. Esto refuerza la confianza y sostenibilidad de la organización y democratiza la responsabilidad como valor dentro de la institución, puesto que obliga a todos a actuar dentro del marco establecido, sin importar el cargo o posición que se ostente: “La columna vertebral del éxito es el trabajo duro, la determinación, la buena planificación y la perseverancia.”. (Mia Hamm).
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