Por Deniz Igan
Hace no tanto tiempo, la ciencia ficción nos hacía soñar con un mundo mejor a través de visiones prometedoras del futuro como Star Trek y Back to the Future. Hoy, la oferta se limita a un mundo distópico arruinado por la pobreza y la violencia, como The Hunger Games, Divergent y Elysium.
El pesimismo es moneda corriente estos días. Seis años después de la crisis financiera, la recuperación de Estados Unidos es frágil y más débil que cualquier otra de la época de la posguerra. El crecimiento ha defraudado una y otra vez, vapuleado por cierres del gobierno, peleas por el tope de la deuda y desaceleraciones de origen meteorológico.
¿Llegamos a una “nueva mediocridad”?
En nuestro último examen anual de la economía estadounidense, proyectamos un crecimiento potencial de apenas 2% en los años venideros, lo cual representa un recorte significativo de la tasa de crecimiento potencial promedio de más de 3% observada en las dos últimas décadas.
¿Qué está ocurriendo? Las razones detrás de esta desmejora de las perspectivas son básicamente dos: una expansión más lenta de la fuerza laboral y una desaceleración de la productividad.
Durante las tres últimas décadas, la fuerza laboral se expandió a una tasa anual de 1¼%. De acuerdo con las proyecciones actuales, esa tasa se estabilizará por debajo de ½%. Gran parte de la disminución se debe al envejecimiento: alrededor de 10.000 miembros de la generación del baby boom cumplirán hoy 65 años, y aproximadamente 10.000 más celebrarán ese cumpleaños cada día de los 19 próximos años.
Pero a la disminución del número de trabajadores se suma el menor aumento de la productividad. Después del salto olímpico que dio a fines de la década de 1990 —en gran medida gracias a la revolución de la tecnología de la información—, el aumento de la productividad de la mano de obra indudablemente se desaceleró. En este momento cuesta decir si se trata de algo pasajero o permanente. Ciertamente podría haber otra ronda de avances tecnológicos en los años venideros, o quizás aumentos de productividad causados por una nueva “revolución energética”. Pero aun si no nos vamos ni a un ni a otro extremo y suponemos que la productividad de la mano de obra se recuperará del mínimo de ½% que alcanzó en 2013 pero manteniéndose por debajo de la tasa media de crecimiento de 2¾% observada entre 1998 y 2007, las perspectivas del crecimiento potencial son mucho más débiles.
Cómo alcanzar un “nuevo momento de impulso”
Para frenar el declive del crecimiento potencial, es crucial que el gobierno y el congreso de Estados Unidos estén dispuestos a adoptar un programa de medidas que alienten la inversión productiva y la innovación, reviertan la caída del aumento de la productividad y amplíen la oferta de mano de obra.
Nuestra lista de cinco prioridades para lograr ese objetivo es la siguiente:
- Inversión en infraestructura para revertir la tendencia descendente de la cantidad y la calidad del capital público en Estados Unidos.
- Reforma tributaria para simplificar el código, ampliar la base y reducir las tasas marginales, sobre todo del impuesto sobre la renta de las sociedades.
- Promoción de la innovación y mejora de los resultados educativos restituyendo el crédito impositivo por investigación y desarrollo, fomentando y financiando la educación en la primera infancia, y proporcionando más respaldo a los programas dedicados a las ciencias, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas.
- Reforma inmigratoria integral y basada en las aptitudes para mantener una fuerza laboral que responda a las necesidades de los empleadores ofreciéndoles trabajadores sumamente preparados e innovadores.
- Políticas laborales activas que mejoren los programas de capacitación, brinden una asistencia más eficaz en la búsqueda de empleo, ofrezcan mejores prestaciones familiares (incluido el cuidado de los niños), hagan extensivo el crédito impositivo por ingreso del trabajo a los jóvenes para promover el empleo, modifiquen el programa de seguro por discapacidad para que el empleo a tiempo parcial no implique una pérdida de las prestaciones, y brinden incentivos a quienes contraten a los afectados por el desempleo a largo plazo.
Muchas de estas políticas tienen un precio, con la destacada excepción de la reforma inmigratoria, que probablemente produciría una pequeña reducción de los déficits fiscales. Sin embargo, el costo global no es tan grande: según nuestras estimaciones, rondaría ⅓% del PIB por año en los 2–3 próximos años. Pero parte de ese costo fiscal se vería compensado por la aceleración del crecimiento impulsada por estas políticas. En circunstancias ideales, estas medidas irían acompañadas de un plan de consolidación fiscal a mediano plazo más amplio y muy necesario.
Abundancia de buenas ideas
No todo el mundo podrá estar de acuerdo con esta lista de prioridades, lo cual es lógico. Pero indudablemente tiene que haber un debate público sobre qué programas podrían ser más redituables. Hay una abundancia de ideas para mejorar las perspectivas de la economía estadounidense sin desatender la sostenibilidad de las finanzas públicas.
El reto consistirá en llegar a un acuerdo político en torno a un grupo de ideas que convenzan al oficialismo y a la oposición. Los avances recientes, como la ley presupuestaria, demuestran que el acuerdo es posible, particularmente dada la intersección de propuestas del gobierno y del congreso en ámbitos como la reforma de la tributación empresarial, la infraestructura y los programas de capacitación laboral, y la reforma inmigratoria. El crecimiento a largo plazo de Estados Unidos dependerá más que nada de encontrar terreno común y actuar.
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