En la última semana el tema de los aumentos en el impuesto selectivo al consumo (ISC) a algunos productos ha sido sujeto de intenso debate. Vamos por partes. En primer lugar, los impuestos sirven porque financian el gasto del gobierno. Esto significa que cualquier decisión sobre subir un impuesto no se puede separar de aquella relacionada con el uso que esos nuevos ingresos públicos tendrán. En segundo lugar, la teoría económica señala que los impuestos sirven para corregir externalidades, esto es, el daño que sobre terceros, origina cualquier acción. Pongamos un ejemplo: una persona que ha tomado alcohol y maneja un automóvil en ese estado no solo pone en riesgo su propia vida, sino la de otros, a los que puede atropellar. Entonces los gobiernos corrigen la externalidad, colocando un impuesto al alcohol, de modo de desincentivar su consumo. Además, los impuestos sirven para que los gobiernos tengan dinero para invertirlo en educación, salud, etc. Así se cumple con redistribuir el dinero de los que más tienen a los que menos tienen. Sociedades más sanas y mejor educadas funcionan mejor que aquellas en una situación contraria.
En tercer lugar, los impuestos de rápida recaudación son aquellos colocados a bienes o servicios que tienen pocos sustitutos (inelásticos, dirían los economistas). De lo contrario, el consumidor deja de comprar el bien al que se le ha colocado el impuesto y lo reemplaza por otro.
Desde una perspectiva macro, los impuestos son una fuente de ingresos de los gobiernos; estos últimos, al igual que cualquier familia, tienen ingresos y gastos. Cuando los gastos superan a los ingresos, aparece el déficit fiscal, que en el Perú existe desde 2014. El exceso de gastos se cubre con deuda, que luego es pagada por todos los contribuyentes. La solución al déficit fiscal es cuadrar cuentas, es decir, que los ingresos coincidan o se acerquen a los gastos.
¿Qué ha hecho el gobierno? Pues ante el déficit fiscal creciente y la rigidez del gasto público, en el sentido que es difícil reducirlo, entonces optó por subir impuestos a algunos productos. Podríamos preguntarnos lo siguiente: si tuviéramos un superávit fiscal (ingresos mayores que gastos), ¿se hubiera determinado el alza de impuestos? Podemos discrepar pero me parece que no.
¿Por qué a algunos productos y no a otros? El gobierno argumenta que los impuestos recayeron sobre los bienes nocivos para la salud y el medio ambiente. El combustible tiene muy pocos sustitutos por lo que la recaudación aumentará; ¿pertenecen los carros nuevos al mismo grupo anterior? ¿Solo los ciudadanos de altos ingresos compran autos nuevos? ¿Y las bebidas azucaradas? ¿Y los cigarrillos? No tengo las respuestas, pero parece que en la balanza pesó más la situación fiscal (lo macro) sobre la decisión de los productos a los cuales gravar (lo micro). De hecho existen muchos productos nocivos a los que no se les ha aumentado el impuesto.
Más aun, la economía peruana recién se está recuperando; ¿tiene sentido colocar impuestos en esa coyuntura si justamente desincentivan el consumo que representa el 75% de la demanda interna? ¿Qué nos dice la experiencia de otros países? ¿No hubiera sido mejor ajustar los gastos en lugar de elevar los impuestos y trabajar más con la ampliación de la base tributaria? El tiempo lo dirá.
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