Los fines de año no solo sirven para analizar las proyecciones del año siguiente, sino también para evaluar el que está terminando. ¿Qué podemos decir de 2018? Comencemos por lo bueno. En primer lugar y a pesar de la crisis política que implicó la renuncia de PPK en marzo y el posterior destape de la corrupción, la economía peruana crecerá entre 3.6% y 3.8%, una de las cifras más altas de la región. En segundo lugar, la estabilidad monetaria es una de nuestras grandes fortalezas, pues la inflación se ubicará dentro de la meta del banco central (BCR), es decir, entre 1% y 3%. En tercer lugar, la deuda pública como porcentaje del PBI es baja, dado que se ubica en torno a 23%. En cuarto lugar, el déficit fiscal tiene una clara tendencia a la reducción y se espera llegue a 1% del PBI en 2021. En quinto lugar, el BCR cuenta con suficientes dólares para vender en caso de eventuales aumentos bruscos en el tipo de cambio. En sexto lugar, tenemos un sistema financiero sólido. En resumen, las grandes cifras macroeconómicas se ven bien.
Sin embargo, esos números que suenan bien para la mayoría de analistas no se reflejan en una mejoría de la calidad de vida de los ciudadanos y esa es la principal falencia. La falta de agua y desagüe para muchos hogares, las deficiencias en educación y salud básicas, el gran tamaño del sector informal, los niveles de subempleo, el porcentaje de niños con anemia, por mencionar solo a algunos problemas, reflejan las debilidades. Lo que ocurre es que existe una desconexión entre la evolución de la economía y el desarrollo social.
Entonces, ¿qué ha sido lo malo? La ausencia de reformas, pues son ellas las que conectan lo económico con lo social. Si revisamos cifras de inicios de 2018 en cuanto a los indicadores sociales mencionados, estos casi no han cambiado. Es interesante mencionar que requerimos crecer al menos 5% anual para poder enfrentar los problemas de pobreza, desigualdad y exclusión. Este año cerramos por debajo de ese número y probablemente 2019 sea bastante similar.
El Presidente del país cierra el año con un nivel de aprobación de 66%, nivel lo suficientemente alto para tener el respaldo en la aplicación de reformas. De lo contrario dependeremos para crecer de un entorno económico externo favorable y nuestra tasa media de crecimiento girará alrededor de 3.8%. Y esa cifra no es suficiente.
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