Las crisis son terrenos fértiles para la aparición de populistas, más aún si estamos en el año previo a las elecciones generales. Los populistas son líderes de distinto color político, que se presentan como los verdaderos representantes del pueblo y prometen tener la receta mágica para terminar con los problemas de los excluidos y marginados, a quienes dicen representar. Nunca definen quiénes son parte del pueblo. Sugieren medidas que suenan bien y como suelen decir, obvias. En economía nada es obvio. Si fuera así, entonces, ¿por qué no se implementan las medidas? Y ahí aparece la larga lista de culpables, que aparecen como los enemigos del pueblo: la clase política, los intereses creados de las autoridades a quienes no les importa el pueblo, los bancos, las empresas, los extranjeros que vienen al país y un largo etcétera. Nadie duda que muchos sectores necesitan reformas, pero los populistas solo quieren votos y culpar a otros. Es historia vieja.
Ejemplos actuales, como los proyectos de ley contra la especulación, a favor del control de precios, entre muchos más, solo dañan al que supuestamente buscan beneficiar. El populista no entiende que la economía tiene límites. Insisto en la necesidad de reformas de varios sistemas, como los de pensiones, salud y educación. Una cosa es reformar, otra es destruir sin sustituir. A veces se olvidan que empresario es tanto quien dirige una mina como aquella persona que tiene una pequeña bodeguita en la esquina de su casa.
Muchos políticos y analistas señalan que el gobierno debería reducir impuestos y aumentar el gasto público o que los bancos comerciales deberían condonar los intereses de los préstamos vigentes. El exceso de gastos sobre ingresos de cualquier gobierno se financia con deuda. A mayor deuda hoy, mayores impuestos mañana para pagarla. Hace poco tiempo, mientras que Perú colocaba bonos de manera exitosa, porque podía endeudarse a una tasa de interés muy baja, Argentina pedía no pagar la deuda que tenía. La solidez macroeconómica peruana paga bien. Argentina no puede hacerlo porque en el pasado se endeudó y no pagó.
Existen varios principios elementales en economía que los populistas parecen no entender; en primer lugar, no se puede vivir por encima de las posibilidades de manera indefinida; en segundo lugar, todo tiene un costo, pues al final siempre se paga cualquier decisión. En tercer lugar, los recursos usados para cualquier fin tienen un costo de oportunidad, pues se pueden usarse de una manera distinta y además no son infinitos. En cuarto lugar, debemos ver lo que se ve y lo que no se ve de una propuesta, pues nada es gratis. Alguien paga. Incentivar un sector significa que habrá menos recursos para apoyar a otros.
Prometer mayor gasto público de manera indefinida es populismo; sugerir una medida sin analizar los efectos económicos de corto, mediano y largo plazo es populismo. Los políticos populistas están a la búsqueda de votos para las elecciones de 2021. Cuidado con las promesas que suenan bien, pero a la larga destruyen la economía y castigan al que decían que iban a beneficiar. Ya lo vivimos en la década de los ochenta. La historia no puede olvidarse.
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