Perú es un país que está normalizando pasar de una crisis a otra. Seis presidentes en seis años. El problema está en el terreno político y en las repercusiones que ello tiene sobre la economía de todos. Durante las últimas semanas las protestas en nuestra sierra sur han generado grandes pérdidas a las micro y pequeñas empresas, que representan el 99.4% del total de las tres millones de empresas que existen en el país. Aunque todavía no hay cifras definitivas, se espera un crecimiento de 2.6% para 2022 y una cifra similar para 2023. La economía se mueve a pesar de la política y no gracias a ella. Y se mueve muy poco.
Mientras tanto, el BCR como el MEF se manejan con responsabilidad. Lo que juega en contra no sólo es la turbulencia política interna, sino la situación de la economía mundial, que sigue complicada. Note, estimado lector, que el principal pedido de los manifestantes está relacionado con la política, no con la economía. Y ese es un dato interesante.
Pienso que los problemas de fondo son la corrupción y la falta de efectividad de las autoridades, que son elegidas por nosotros mismos. No importa cuál sea el movimiento político en el poder ni su orientación política. La corrupción es un cáncer venga de donde venga y todos los peruanos de bien tenemos la obligación de combatirla.
Además, predomina la intolerancia a ideas distintas. No sabemos ponernos de acuerdo en nada. Sólo actuamos por reacción y todos creemos tener la verdad. Eso hace inviable al país. Las crisis reflejan el bajísimo nivel de capital social, reflejado en una confianza interpersonal casi nula; ni qué decir de la confianza en las autoridades.
Si las bases de la economía están bien, entonces, ¿qué pasa? Pues que tener estabilidad monetaria y manejo responsable de las finanzas públicas son el equivalente a los cimientos de una casa. A partir de ahí hay que construir, pues la casa que hagamos es la que nos da bienestar. No los cimientos. Pero, para hacerlo se necesita aumentar la inversión privada (80% del total de la inversión). Y ahí no sólo entra la gran inversión, sino la enorme cantidad de emprendimientos que son inversión y que le proveen ingresos a millones de hogares en el Perú. No existe otra forma. Veamos la realidad. Los países que han intentado otro camino, con mayor intervención del Estado están peor. Fíjense en Venezuela, Argentina y Nicaragua.
Perú es un país de emprendedores, la mayoría de ellos en pequeñas y micro empresas. Ellos quieren trabajar, quieren vender más para elevar su calidad de vida. Quieren vender más paquetes turísticos, pero no lo logran. La inestabilidad social y política hace que las MYPEs sean las más afectadas y ellas representan el 99.4% de las empresas en el Perú. Desde luego que cada uno buscará al culpable de su preferencia porque en eso sí somos campeones mundiales.
La realidad es compleja. Quienes pretenden presentarla como simple y que todo se trata de eliminar a los ricos, como quiera que los definan, porque así habrá menos pobres, deberían leer un poco más. Soy contrario a los dogmas; creo más bien en que tenemos que hacer lo que podemos hacer en cada momento. La responsabilidad de los líderes es enorme, pues es inmoral vender mentiras que nunca han funcionado. Tenemos que estar a la altura.
Lo que busco en esta entrega es una reflexión que vaya más allá del corto plazo. Todos hemos fallado. Unos más que otros. Los economistas hemos creído que podemos arreglar todo desde la economía. Error. La economía funciona en un entorno con distintas dimensiones. ¿Alguien puede negar que la política influye de manera negativa sobre la economía, al menos hoy? Estoy cansado de eruditos que escriben en las redes como si supieran con precisión qué hacer. Debemos conversar más y respetarnos más. Es nuestra tarea.
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