Los conflictos familiares -por lo general, las desavenencias entre padres e hijos, las diferencias entre hermanos o los pleitos que protagonizan las parejas matrimoniales- suelen tornarse más intensos cuando se afrontan en medio de disputas insalvables con el entorno social externo. Esto quiere decir que, además de aguantar la reprimenda en casa, se deberá soportar que fuera de este espacio reine un estado perenne de inseguridad ante el odio, el resentimiento o la antipatía del prójimo.
Cercanía (conocida también como Demasiado cerca, Closeness o Tesnota), primer largometraje del cineasta Kantemir Balagov, plantea una reflexión donde las relaciones humanas están determinadas por las diferencias culturales de una región hostil: la ciudad de Nálchik, ubicada en el Cáucaso septentrional, una zona de Rusia donde las guerras civiles y los enfrentamientos étnicos han dejado huellas imborrables en la población.
Balagov, novel cineasta apadrinado por Aleksandr Sokúrov, narra la historia de IIiana (Darya Zhovnar) una mujer joven sin perspectivas laborales ni horizontes sociales claros que ayuda a su padre en el negocio familiar, un precario taller de mecánica que sirve de sustento para los gastos básicos del hogar. A la mañana siguiente en que su hermano menor, Rafa (Andrey Natotsinskiy), anuncia el compromiso formal de matrimonio con una muchacha de su comunidad, Iliana y sus padres reciben una carta donde se enteran de que Rafa y su pareja han sido secuestrados. Entonces, la familia tendrá que hacer todo lo posible para recaudar el dinero del rescate, sin importarles que el destino de Iliana sufra un vuelco radical.
Hasta acá, el argumento parece estar asociado en dirección al thriller. Sin embargo, un dato esencial hace que la historia atraviese y se convierta en un drama desolador: la protagonista y su familia son judíos que pertenecen a una comunidad muy bien organizada y que enfrenta ciertos roces con la colectividad cabardina (grupo étnico que profesa el islam de orientación suní). Cercanía está contextualizada en 1998, ad-portas de la Segunda Guerra Chechena, tiempo en que los conflictos al interior de la desmembrada URSS eran las noticias abridoras de los noticiarios.
Balagov pone el foco de atención en el comportamiento y las decisiones de la comunidad judía para mostrar las limitantes sociales de la mujer rusa; sobre todo, en una región donde los cambios estructurales de la Perestroika son incipientes. Los matrimonios concertados, el patriarcado tácito, el sistema de castas y la desconfianza que generan las religiones antagónicas entre sus fieles son temas a los que el director recurre para hacer una película opresiva y potente. Balagov construye la figura de Iliana en función a varios conflictos: la preferencia de sus padres por Rafa, la procedencia cabardina de su novio y, reitero, el veto a cargo de la colectividad hebrea por ser mujer.
Lo que más llama la atención en la película de Balagov es la profundidad que adquieren las acciones como espejos de una cruda realidad que asfixia al ser humano. La mirada del realizador es incisiva y fresca al mismo tiempo. El empleo de la cámara al hombro y el énfasis en algunos colores chillones también ayudan a consolidar la elaboración de atmósferas que van de la mano con la psicología de los personajes. En ese sentido, el trabajo de la actriz Darya Zhovnar es espléndido.
Con tan solo 26 años, y unos pocos cortometrajes en su haber, Balagov ha rodado una película desangelada y hermosa que le valió el premio Fipresci en la sección “Un Certain Regard” en el Festival de Cannes de 2017. Cercanía está basada en hechos reales y representa una buena oportunidad para mirar otras realidades desde los ojos de un cineasta con mucho talento.
*Cercanía se exhibe en salas locales en el marco del festival Al Este de Lima y puede ser vista el domingo 3 a las 8:00 p.m. en Cinemark Jockey Plaza y el martes 5 a las 8:30 p.m. en el Centro Cultural de la PUCP.
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