Un millonario lleva a su amante al refugio de caza que comparte junto a otros dos amigos en medio del desierto. La mujer -joven, guapa y provocadora- despierta el deseo de los compañeros sin reparar en que uno de ellos aprovechará una breve ausencia del anfitrión para abusar sexualmente de ella. Este hecho generará que la mujer reclame a su pareja por la actitud del camarada violador. Sin embargo, sus protestas no serán escuchadas hasta que ella lo amenaza con contarle a su esposa sobre la relación que mantienen. Este conflicto, que no conviene a nadie, motivará una solución: matar y desaparecer a la joven. Ninguno de los tres tendrá en cuenta que el plan fallará y que, por el contrario, ella será quien tome las riendas de la situación con la única finalidad de vengarse.
A grandes rasgos ese es el argumento de la película que dirige la francesa Coralie Fargeat. Desde el inicio se puede distinguir una mirada femenina que busca reivindicar la presencia de la mujer en un mundo dominado por machos alfa; para ello se vale de la construcción de un personaje que va mutando conforme avanza el filme. Jane, la protagonista, de sensual y delicada pasa a ser tosca y aguerrida, sin que el cambio se note forzado o que la manera de abordar los conflictos caigan en un panfleto de feminismo radical. Al contrario, Fargeat ridiculiza a los tres hombres a través de gestos sutiles que derivan en pequeñas dosis de humor negro despojándolos del orgullo cazador que ostentan. Quien al inicio parece sumisa y entregada -casi cosificada- deja de ser un accesorio sexual para convertirse en la verdadera cazadora.
Los caminos que va recorriendo Venganza: nunca subestimes a una mujer también están cimentados por dos elementos que la hacen apreciable desde perspectivas opuestas y que, sorpresivamente, se complementan. Por un lado, la utilización de espacios estilizados -tanto en interiores como en exteriores- y, por otro, el alma de cine gore a partir de escenas extremas que rozan lo imposible. En el primer caso, la vivienda donde se desarrollan las acciones iniciales denota elegancia, buen gusto decorativo, confort: un reflejo del vacío y la superficialidad en la que viven los personajes. En cuanto a la locación “externa” empleada, tenemos al desierto como telón de fondo, sobre todo en los momentos de las persecuciones. Al mismo estilo de los westerns clásicos, el desierto y sus montañas se convierten en personajes que influyen directamente en la manera de proceder de la mujer y los tres hombres -los paisajes registrados por Fargeat transmiten intensidad, tanta como el sentimiento de venganza que colma a la joven violada-.
Respecto a las acciones al límite, la directora pone énfasis en primeros planos sangrientos, bastante grotescos, donde el sufrimiento y el dolor sirven de apoyo para entender el desmoronamiento psicológico en el que cae la mujer, primero, y la desesperación que produce el miedo en el caso de los hombres, después. Vale decir que la escena del empalamiento implica una lectura liberadora en términos de género teniendo en cuenta el contexto de la película. Por otra parte, en las secuencias más extremas, Fargeat utiliza componentes sonoros influenciados por música electrónica que potencian y efectivizan a buena parte de la cinta.
Venganza: nunca subestimes a una mujer es una película entretenida -de evidente discurso reivindicativo a nivel de género- donde confluyen la acción y el thriller y que encuentra en el gore un respaldo que está muy bien utilizado.
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