La llegada del hombre a la Luna no solo significó uno de los hitos más relevantes de la carrera espacial durante la década del sesenta del siglo pasado. También formó parte de una serie de sucesos que involucró a una generación de estadounidenses que vivió todo tipo de experiencias intensas: el movimiento hippie, la lucha por los derechos de los afroamericanos, las muertes de JFK y Martin Luther King, la creación de la píldora anticonceptiva, el apogeo del rock and roll, la Guerra de Vietnam, el festival de Woodstock, etc. Es decir, momentos que a nadie dejó indiferente y que marcaron un cambio en el desarrollo social de los Estados Unidos, especialmente para la juventud. A la vez, la década del quiebre generacional también se reflejó con gran expectativa en los medios masivos de comunicación, precisamente en la televisión.
Richard Linklater es uno de los hijos de aquel tiempo. A través de su más reciente película, Apolo 10 ½ , el director nos traslada a 1969 para contar una historia que destila nostalgia por los tiempos idos y las costumbres perdidas, pero también retrata de modo minucioso la idiosincrasia del pueblo estadounidense de aquella época. Linklater, un hombre que sabe mucho de melancolía (basta repasar algunas de sus películas como Boyhood o la trilogía Before) construye una estampa etnográfica desde la perspectiva de un personaje, Stan, que bien podría ser él mismo o cualquier hijo de la revolución sexual. Además, finiquita su cometido amparándose en la desbordada imaginación del protagonista: un muchacho que parece una inagotable fuente de fantasías desde la que se rinde tributo a la heroicidad y el orgullo del American Dream.
Stan, quien vive junto a su numerosa familia de clase media en un pujante suburbio texano, sufre un cambio radical en su rutina cuando es convocado de manera secreta por la NASA para participar en una misión de prueba que servirá de antesala al viaje del Apolo 11, la hazaña espacial comandada por Neil Armstrong. Su habilidad matemática y el espíritu curioso que gobiernan al chico serán requisitos suficientes para embarcarse en una aventura que podría marcar la diferencia científica sobre la Unión Soviética en plena Guerra Fría.
Stan tiene un padre trabajador y rutinario al que quiere, pero al que no admira. Entonces, un viaje a la Luna será la oportunidad de sentirse más útil e importante que su progenitor y su entorno, así no pueda decírselo a nadie. Stan ve en su hermana mayor a la rebeldía que está a punto de estallar como parte de una juventud disconforme. Observa en su madre el rol asistencialista y resignado, aunque tenaz, de las mujeres que no se atrevían a salir del molde patriarcal. En sus hermanos y amigos, percibe cómo se forjan las actitudes del mañana, muy distintas y menos inseguras que las de hoy, según las reflexiones que van guiadas por una locución en off.
Bajo el recubrimiento de una animación rotoscópica -primero se filma en acción real y después se convierte en dibujo-, Apolo 10 ½ se siente como un duro y dubitativo viaje emocional de Stan hacia la adultez. Una travesía que, en el fondo, no pierde ninguna pizca de fantasía e inocencia.
Respaldado por Netflix, Linklater ha rodado una hermosa película que nos hace evocar un dulce pasado, olvidado, como quien añora el mejor tiempo vivido. Apolo 10 ½ es un ejercicio de inteligencia emotiva que traspasa los hechos ocurridos durante una década específica. Linklater y su película hacen del pasado una experiencia que no deja de vivir.
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