La nueva película de Luca Guadagnino es más de lo que aparenta ser. Lejos de la fanfarria hedonista que en un inicio supone la exploración de un triángulo amoroso que transita por las febriles pasiones de la adolescencia y la última fase de la juventud, Desafiantes se consolida, con el paso de los minutos, como un provocador ejercicio de sutilezas eróticas narradas desde una perspectiva donde los afectos y las traiciones dominan a los personajes centrales.
Tashi (Zendaya) es la esposa y entrenadora de Art (Mike Faist), un tenista que no pasa por sus mejores horas de competencia. Ella cree que el deportista podría recobrar la autoestima si gana un torneo de segundo nivel a modo de preparación para conquistar un Grand Slam. Sin embargo, en la final del evento para aspirantes se encontrará con Patrick (Josh O’Connor), su ex mejor amigo y antigua pareja de Tashi. El presente arrastrará a los tres hacia una tormenta de frustraciones que creían olvidadas y desvelará secretos del pasado que terminarán por desgastar y redefinir sus relaciones.
La propuesta narrativa de la película es tan seductora como su argumento. Cercana a la experimentación escénica de un videoclip publicitario -potenciado por el hipnótico recubrimiento sonoro de Trent Reznor y Atticus Ross- Desafiantes está construida por escenas superpuestas a través de flashbacks que comprenden 15 años de las vidas de sus personajes. No obstante, la secuencia del cotejo deportivo que enfrenta a los dos tenistas se lleva el foco de atención por su intensidad extrema, condición magnificada gracias a la ralentización de las acciones. Además, el punto cumbre de la tensión dramática -es decir, el partido final- está enfatizado por otros elementos que vigorizan el orgullo y la vehemencia de los atletas. Entre ellos, los jadeos y las respiraciones de los oponentes. Además de los rostros alternados en primer plano de Tashi, Art y Patrick.
Si bien por momentos Guadagnino abusa de los recursos sonoros convirtiéndolos en una eterna repetición, la intención del director italiano también está orientada a elevar la angustia de sus personajes de acuerdo a los laberintos emocionales que se cruzan en sus caminos. Desafiantes representa la competitividad (Tashi) y el hastío (Art) en un mundo donde está prohibido darse por vencido. En un terreno donde el retiro da espacio a una jauría hambrienta por ascender y llevarse el reconocimiento público. La estampa de un mundo de máxima exigencia sobrevuela por la película arrojando personajes quebrados e inconformes. Entonces, el realizador compensa la autoexigencia de Tashi con la confusión emocional de Art y la aspiración irresponsable de Patrick. Todo en su lugar. Todo como una fina máquina de relojería.
El trabajo de Zendaya es otro de los puntos fuertes que se presenta en Desafiantes. La actriz ya había demostrado su potencial actoral en Euforia -más que en Duna- y al igual que otras figuras con origen en la factoría Disney -léase Zack Efron en Garra de hierro- sabe cómo llamar la atención de la cámara. Solvente, resoluta y sensual, Zendaya es el pilar que sostiene al elenco que encabeza. Faist y, especialmente, O’Connor no desentonan, aunque es la joven quien sostiene las riendas de la ficción.
Desafiantes seduce a una audiencia que inicia su visionado pensado en un drama deportivo, pero que termina hincada a los pies de un producto elegante y provocador.
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