Tantas veces el western. Para todas las entregas de la popular saga de origen ochentero, George Miller ha aplicado una lectura pragmática y fiel del longevo género estadounidense. El director entiende que el paisaje visual y los mecanismos narrativos son las bases del sentido heróico que, con frecuencia, proyectan las películas de este tipo. Para el realizador australiano, la trama está en un segundo plano en contraposición al peso que carga la épica o las motivaciones que desembocan en acciones como la venganza, la principal fuerza que mueve a la protagonista de su último trabajo.
Es decir, a Miller no parece importarle demasiado que la historia de Furiosa: de la saga de Mad Max, sea novedosa. Su mayor anhelo consiste en mantener viva la esencia de un género modelado a su estilo. En un contexto post apocalíptico donde las persecuciones a campo abierto están protagonizadas por camiones monstruosos que sustituyen a las viejas diligencias y, a la vez, las motos de alta cilindrada reemplazan a veloces caballos, el western prevalece intacto desde el purismo más clásico.
Situada antes de Fury Road, en sentido cronológico, Furiosa: de la saga Mad Max desarrolla los orígenes y la desgraciada niñez de quien se convertirá en una heroína tenaz y salvaje, perspicaz y meticulosa. Furiosa (Anya Taylor-Joy) actúa motivada por la venganza, el único motor que la aferra a un mundo salvaje en que los señores de la guerra se reparten los elementos más codiciados, los únicos que importan: agua, combustible, armas y comida.
En la cinta de Miller, al igual que su antecesora, todo es caos, violencia y nada tiene punto de retorno. La esperanza en una utopía, una ilusión propia de ingenuos. En ese sentido, la represalia de Furiosa no está orientada exclusivamente hacia Dementus (Chris Hemsworth) -el hombre que la secuestró y cedió a otro déspota-, también está dirigida a un sistema patriarcal que decide el destino de miles acorde a la efervescencia de la testosterona de sus líderes. Miller empodera a Furiosa y Taylor-Joy asume el reto con solvencia, naturalidad y convicción.
Furiosa: de la saga Mad Max no tendría la efectividad que proyecta sin el recubrimiento sonoro que Junkie XL transmite en los momentos de mayor acción o en las secuencias dramáticas en que se explora la frustración emocional de la protagonista. Al igual que en los filmes de Ford o de Leone, la música cumple un rol fundamental en la película de Miller: remarcar el instinto de sus protagonistas. Por ello, reitero, el alma western de esta entrega es lo mejor que tiene a nivel cinematográfico.
Miller también reincide en temas que se han convertido en referencias obligatorias a lo largo de su obra y que son necesarios para entender sus preocupaciones artísticas y políticas: el juego del poder económico, el fanatismo religioso y la deshumanización de las clases dirigentes. Tampoco es que se desarrollen al detalle -no hace mucha falta hacerlo-, pero están omnipresentes y ayudan a alimentar la venganza de Furiosa.
Sin embargo, más allá de todos los valores referenciales y los homenajes al western, ¿dónde está la mirada novedosa de Miller? Furiosa: de la saga Mad Max no es una película distinta a las que ya hemos visto cuando identificamos a la venganza como el motor de las acciones centrales. Si bien funciona gracias al impacto de sus secuencias de acción, a la construcción de sus principales personajes y, sobre todo, a la épica que triunfa ante una geografía agreste, es mejor apreciarla como la precuela que se complementa con Fury Road y no como un triunfo de Miller. Estamos ante una gran película que ya hemos visto en otras ocasiones.
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