La ciencia económica debe ser menos arrogante de lo que es con relación a las otras ciencias sociales. Se ha comentado anteriormente que no es tan “objetiva” como dice serlo. La división entre la economía positiva (“lo que es”) respecto de la economía normativa (“lo que debe ser”) está bien para los libros de textos de economía de la secundaria y del primer año de la carrera, pero no más. La filtración de juicios de valor ocurre desde el momento en que se inicia el análisis de cualquier serie de datos (Heilbroner, 1972). Obviamente se produce antes cuando tratamos un fenómeno no cuantitativo (¿Quién afima de manera categórica qué es o no una variable apropiada para el análisis económico – “científico”?).
Al momento de iniciar el análisis cuantitativo escogemos las variables independientes (exógenas o instrumento) que podrían ser útiles para la explicación, respecto de muchas otras. Esta selección se realiza de acuerdo al paradigma de política económica (Feinstein, 1984) que tenemos en la cabeza o a nuestra percepción ex ante. Ni cuando hacemos análisis estadístico somos tan objetivos, ya que valoramos la bondad de ajuste y las pruebas estadísticas por sobre las relaciones causales (¿Deben dominar los criterios estadísticos sobre los propiamente económicos?, ¿cuál es la noción de modelo económico que debe predominar: la de Friedman (1971) por su capacidad predictiva o la más comprensiva de Robinson (1976) en abstraer las características más relevantes de la realidad?).
La perspectiva extrema relativa a la filtración generalizada de juicios de valor podría apreciarse en la posición de Nakamura, citando a Weis(1987) donde «La organización hacedora de políticas es una colección de opciones mirando por problemas; materias y percepciones esperando por situaciones en que estas deberán ser presentadas debido a que es necesario tomar decisiones; soluciones buscando materias en las cuales serán respuestas; y hacedores de política buscando su trabajo». Cualquier parecido a los comportamientos endogámicos de los bancos centrales, incluido el peruano, no es pura coincidencia.
Ante esta realidad los economistas debemos insistir en ser científicos. Heilbroner (1972) plantea que la economía debe retomar la metodología de las ciencias naturales con el siguiente protocolo:
1. Luchar contra las inhibiciones impuestas por el paradigma vigente al escoger el objeto de estudio y en el tratamiento de los resultados.
2. No se tiene el derecho de deformar los datos, de promover o promulgar medidas de política sin pruebas que las respalden, o difundir conclusiones preñadas de juicios de valor.
3. Hay que reproducir los métodos de las ciencias naturales y no producir leyes de comportamiento.
4. Hay que realizar una crítica bien informada en cada etapa de investigación, con ardua introspección respecto de experimentos, razonamientos y conclusiones (necesidad de un diario de investigación desde el punto de partida). No hay que esconder supuestos, mismos que deben ser totalmente transparentes.
Pero no sólo las ciencias naturales pueden ser necesarias a la ciencia económica. Etzioni (1985) señala que la medicina es útil para el análisis económico en tanto que combina el conocimiento práctico con otras numerosas disciplinas e incluye procedimientos para trabajar con alta incertidumbre. Más en concreto, la medicina utiliza simultáneamente un conjunto de disciplinas sin buscar una integración total de sus resultados o supuestos. Se establecen procedimientos sucesivos; por ejemplo, el examen inicial para determinar las causas físicas de un malestar, para luego pasar a la revisión de las causas psicológicas, bajo el supuesto de que las primeras son más urgentes que las segundas.
El origen de un problema puede ser diverso: genético, químico, físico o psicológico; y el análisis médico basado en una sola disciplina (escuela) puede ser insatisfactorio en una alta proporción de los casos que se tratan. Para el diagnóstico, se utiliza mucho de la experiencia pasada a través del estudio de otros casos (análisis de benchmarking de la administración), relaciones estadísticas y otras fuentes de información práctica; asimismo, se tienen que tomar decisiones en condiciones de alta incertidumbre, en tanto que se trata de un sistema complejo, donde el conocimiento es parcial (Alarco, 2009).
23-5-2016.
COMENTARIOS
Es cierto, la ciencia económica, más específicamente, los economistas deben ser menos arrogantes. Una encuesta publicada en el Journal of Economic Perspectives encontró que el 77% de los candidatos a doctorado en los mejores programas económicos dijeron que la economía es la más científica de las ciencias sociales, es decir, superior a la sociología, antropologría, ciencia política, etc. Esa arrogancia hace que los economistas, cuando investigan, exclusivamente se citen entre ellos, cuando es bien sabido que en general, el conocimiento interdisciplinario es mejor que el conocimiento obtenido de una sola disciplina. Los economistas, en cambio, tienden más a relacionarse con los campos de las finanzas y los negocios, pero esto esa relación es hasta cierto punto peligrosa, ya que puede poner en riesgo su independencia y sesgar los temas a investigar y conclusiones.
Estimado Ricardo: muchas gracias por el comentario. Coincido contigo. Precisamente en el número 33 del segundo semestre de 2015 de la Revista de Economía Institucional de la Univ. del Externado de Colombia se reproduce una artículo de Foucade, Ollion y Algan sobre el tema.
Saludos cordiales, G.A.
Gracias Profesor por el enjundioso artículo, el cual a la par es innovador e instructivo sobre todo para aquellos que atan sus enfoques a la ideología propia que insensiblemente los aparta de la realidad.
Estimado Juan: muchas gracias por el comentario. Efectivamente los economistas debemos ser más modestos sobre las capacidades de nuestra disciplina; menos aún cuando nos inscrbimos dentro de la economía estándar. Saludos cordiales, G.A.
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