En los últimos meses se dio una discusión sobre el rol y los resultados de la tecnocracia en la conducción económica del país desde 1990. Para los grupos de poder económico-mediático y la mayor parte de las empresas consultoras locales fueron y continúan siendo los salvadores del país. Efectivamente, tuvieron algunos aportes relevantes, pero tampoco esto significa que nos hayan encauzado en un sendero de crecimiento y desarrollo sostenible. Su predominante marco teórico neoliberal, su mirada parcial de la realidad y los reducidos contactos con otras disciplinas útiles a la gestión pública fueron su talón de Aquiles. La lista de errores cometidos es larga.
Desde hace treinta años, Carlos Matus en la Cepal (1987) planteó una diferenciación relevante respecto de la tecnocracia. El distinguió entre gerentes públicos y tecnopolíticos. El gerente público es el conductor de un ámbito de operación y de situación específico que actúa bajo restricciones previamente establecidas de orientación y con recursos asignados para cumplir su misión. Su formación se refiere a resolver problemas en casos donde los objetivos superiores están previamente establecidos por la dirección política. Actúa sin dudas ni murmuraciones. El tecnopolítico, en cambio, no da por supuestos los objetivos, sino que debe crearlos y ayudar a decidirlos; ni adopta como un dato la restricción de recursos, porque está en su capacidad proponer medios para crear nuevos medios. Su ámbito de trabajo lo mueve a hacer dialogar la política, y la técnica para discutir tanto la orientación (objetivos) como las directrices (operaciones y medios). Reconoce a quién sirve y que intereses atiende.
Los grupos de poder y la teoría económica estándar se olvidan que no existen técnicos puros ya que hay muchas formas diferentes de ver la realidad. No hay una única teoría o paradigma de política económica (Feisntein, 1984). La lista es larga. Asimismo, coexisten diversas metodologías y protocolos por considerar. Uno selecciona el objeto de atención y las variables por analizar a partir de su marco teórico. Asimismo, no hay que pecar de inocentes, ya que toda teoría tiene asociada un conjunto de recomendaciones específicas.
Es innegable que el país requiere de gerentes públicos, pero también de muchos tecnopolíticos. Para Matus este último es un cientista social con sentido práctico que mira al presente y el futuro, desanimado de la esterilidad de teorizar sobre otras teorías y estimulado para teorizar sobre la realidad en que vive; obsesionado por crear métodos y técnicas al servicio del hombre de acción, irrespetuoso de la ciencia oficial, humilde ante la complejidad de los hechos, pero atento al desarrollo en la frontera de las ciencias y de las ciencias en sus fronteras particulares.
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