La semana pasada nos causó interés el artículo de la primera titular del MIDIS en el decano de la prensa nacional. Este era una ardorosa defensa del informe sobre evolución de la pobreza monetaria 2017-2018 del INEI recientemente publicado. La ex ministra destacaba la reducción de la pobreza monetaria, especialmente la rural, de 2018 y de la pobreza extrema respecto a los deterioros observados en 2017. Hasta aquí sin problemas. Sin embargo, nos llamó la atención la airada reacción con relación a los críticos de la información oficial al señalar que la discusión era absurda. Para ella, la medida monetaria se refiere a una canasta muy básica que estima el INEI a la par que es transparente, estandarizada y comparable en el tiempo. Después mencionó que la pobreza era un problema complejo razón por la cual se requieren usar otros indicadores (pobreza multidimensional) diferentes para el ámbito rural del urbano. ¿En que difiere de los críticos?
El documento del INEI es amplio; tiene 181 páginas dividido en tres secciones con la información básica, anexo estadístico y metodológico de 98, 63 y 20 páginas respectivamente. En la información básica se presenta la evolución del ingreso y gasto real, líneas de pobreza, evolución de la pobreza y perfil de la pobreza con numerosos cortes asociados a etnia, nivel de educación, salud, actividad económica, condiciones de vivienda, servicios básicos y acceso a tecnologías de la información. El anexo metodológico tiene dos secciones; la primera con una discusión sobre pobreza monetaria, mientras que la mayor parte se refiere a la calidad de la muestra de la Encuesta Nacional delos Hogares (Enaho). Para 2018 se entrevistaron 37,050 hogares respecto de 39,820 programadas con una tasa de no respuesta del 5.7% menor al 6.4% de 2017, siendo de 7.8% en el ámbito urbano y de 12.9% en Lima. No se comenta respecto a que la extrapolación de los ingresos a nivel nacional solo permite explicar un poco más del 50% del ingreso nacional. Se subestiman casi totalmente los ingresos del capital (ganancias).
La Enaho puede ser útil para construir canastas de bienes y servicios, estimación de elasticidades ingreso y precios, entre otros usos. Sin embargo, tiene resultados absurdos como un ingreso promedio mensual de S/. 2,932 para el decil más rico de la población, cuando el verdadero es al menos el triple de esa cifra. La metodología transparente, según la ex ministra, omite el tema clave de la composición de las canastas para medir las líneas de pobreza y pobreza extrema tanto a nivel nacional como urbano y rural, por costa y sierra. Una ausencia inadmisible. Tampoco están los precios que se utilizan para valorizarlas; información clave para definir si esos estimados tienen o no algún sentido.
Hasta que no se vea el detalle de las canastas y precios, afirmar que con S/. 338 por persona al mes promedio se deja de ser pobre y con un ingreso superior a más de S/.183 mensuales por persona al mes se abandona la categoría de pobre extremo suena insensato, al igual de los S/.558 mensuales para ser adecuadamente empleado. Lo volvemos a repetir, quizás estos montos pudieran ser relevantes para algunas zonas rurales, pero no las urbanas. Una familia de 4 miembros (2 de ellos niños pequeños) dejaría oficialmente de ser pobre en Lima con un ingreso familiar de S/. 728 que está por debajo de la remuneración mínima vital (RMV) de S/. 930 mensuales. Sin embargo, para mantener el costo de la canasta básica de la RMV de 1962 se requieren S/. 1,800 mensuales hoy en día, S/. 2,600 a precios de 1974 y de S/. 2,050 de 1980, muy lejos de las cifras reportadas por el INEI. Aún si se contabilizarán a esos niños se requeriría un ingreso familiar superior a S/. 1,456 por debajo del poder de compra de una RMV de acuerdo a las fechas consideradas. A la Comisión Consultiva de Pobreza (teóricamente independiente) hay que reiterarle mayor acuciosidad.
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