Hace un par de meses participamos en un evento sobre el potencial de Lima como ciudad global. Se trató de un evento organizado por el Iremap. Fueron dos jornadas que incluyeron la discusión de los grandes proyectos de inversión de la capital; la mejora de sus servicios públicos, el potencial económico y sobre su estructura político administrativa. Nos asignaron analizar el componente económico. La tarea fue difícil ya que lo que salta a la vista son los graves problemas que afectan nuestras condiciones de vida y competitividad. ¿Cómo construir un futuro mejor a partir de la caótica realidad actual?
Todo ejercicio prospectivo exige la definición del futuro deseado, la caracterización de la realidad actual, el dimensionamiento de las brechas entre el futuro y el presente (retos); y las estrategias y políticas específicas para cerrarlas. En realidad, se abordó los tres primeros puntos y marginalmente el cuarto. Las bases informativas para nuestro documento fueron los planes elaborados por la administración actual y de la anterior liderado por Henry Pease. Obviamente la calidad y profundidad de este último documento es superior al actual. Existían diferencias entre ambas visiones al 2025 y 2030; en una se enfatizaba la competitividad, mientras que en la otra una ciudadanía inclusiva y la vocación como centro turístico y de servicios especializados.
La parte fácil fue la enumeración de los principales retos de Lima-Callao con sus problemas tradicionales y otros menos mencionados. Las listas son enormes. Dentro del primer grupo destacaban el desorden casi absoluto del transporte público, crecimiento desbordado sin regulación, inseguridad, elevada desigualdad y pobreza multidimensional. A estos se suma la insuficiencia de espacios públicos, abandono y destrucción de ecosistemas naturales, elevada vulnerabilidad en zonas específicas, servicios públicos inadecuados e insuficientes, entre otros. En la lista menos tradicional una seria contaminación sonora y visual, descontrol total del transporte interprovincial, inexistencia de límites entre áreas urbanas y rurales y reducidos ingresos públicos respecto de las necesidades por satisfacer.
Convertirnos en un espacio ordenado de bienestar para todos, implica generación de empleo y ocupación decente que se asociaría a una urbe competitiva y creativa muy diferente a la actual. Las carencias de recursos son enormes. Se debe pensar en estrategias combinadas desde arriba y desde abajo. Los grandes proyectos, costosos y corruptibles, se alejan de nuestra mente y posibilidades. La otra ruta es la de desarrollar numerosas pequeñas acciones y proyectos de impacto local desde abajo. Este parece el camino que se debe impulsar más, pero requiere de mucha conciencia y participación ciudadana.
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