¿Cómo quedaría la economía del trabajo después de la pandemia del Covid-19?

La Academia Nacional de Ciencias, Ingeniería y Medicina norteamericana y la Universidad Estatal de Arizona editan trimestralmente una revista sobre temas de ciencia y tecnología. Es un foro de discusión cuya preocupación central es promover el conocimiento y la innovación para lograr metas sociales. El artículo central del número de invierno (marzo 2021) estuvo orientado a preguntar a 17 expertos como sería el mundo post pandemia.

En esta oportunidad nos referimos a cuáles serían las enseñanzas para la ciencia económica y en particular para la economía del trabajo luego del Covid-19. El texto fue encargado al profesor William E. Spriggs del Departamento de Economía de la Universidad de Howard y economista jefe de la unión de sindicatos AFL-CIO. Se cuestiona la perspectiva neoliberal dominante.

Los otros expertos atendieron una lista muy heterogénea de problemáticas como la salud pública, los cuidados de la salud y las autoridades sanitarias. Otros se refirieron a las ciudades, a la infraestructura, la atención de desastres, gobierno, los robots, las universidades públicas, la investigación y la filantropía, ente otros.

Fin del triunfalismo
La primera enseñanza de la pandemia fue que muchas de las cosas que se había asumido como dadas de forma sólida, eran realmente inestables y fluidas. Lo más impactante fue el fin de la excepcionalidad norteamericana. Debido a la riqueza y la gran cantidad de talentos de la nación se creía en el triunfalismo estadounidense.

Durante la pandemia no lo hizo mejor que otros países en términos de incidencia de la enfermedad y tasa de mortalidad. No se obtuvieron los mejores resultados, y en algunos casos fueron mucho peores que los homólogos europeos; ni tan bien como algunos países de bajos ingresos, como Sierra Leona y Ghana.

La situación fue peor de lo que se podía imaginar. Norteamérica destinada a ser la luz brillante en defensa de la dignidad humana, se destacó en cambio por no estar dispuesta a proteger los derechos humanos de sus propios trabajadores.

Fallos de la economía
Muchas de las creencias que subyacían a este triunfalismo ahora deben ser cuestionadas. La economía moderna es una ciencia social que se basa en una serie de suposiciones, que ningún economista escribe porque son datos sólidos. Las alteraciones del orden (empresarial o político) son difíciles de modelar para los economistas, porque los modelos económicos asumen que las empresas están protegidas por fuertes normas de derecho y pueden contratar libremente.

La pandemia obligó a un cambio drástico en el orden económico, casi de la noche a la mañana. A medida que se extendía el covid-19 una fuerza decididamente ajena al mercado, los centros comerciales, las tiendas y los restaurantes, donde la gente se congrega, de pronto se volvieron muy riesgosos para la salud de las personas mientras la distancia social se instauró en la vida cotidiana, en donde instantáneamente los modelos de negocios tuvieron que reformarse hacia lo digital.

Los economistas no tienen forma de acomodar tales fuerzas ajenas al mercado en su pensamiento sobre la economía. Su instinto es tratar todo como si fuera un cambio impulsado por el mercado. Es como si los paleontólogos, habiendo reconocido que un meteoro mató a todos los dinosaurios, decidieran ignorarlo porque simplemente aceleraba lo que habría sucedido de todos modos.

Desigualdad soslayada
La rápida pérdida de puestos de trabajo en el sector minorista se reflejó en una variedad de industrias de servicios, poniendo al descubierto otra debilidad de la mayoría de los modelos macroeconómicos: no incluyen la desigualdad o, en el mejor de los casos, lo hacen de manera muy cruda.

Los modeladores económicos parecen creer que la desigualdad no afecta realmente el desempeño de la macroeconomía. En el mundo macroeconómico, la desigualdad es solo un resultado microeconómico en el que las personas que tienen más habilidades o son más productivas reciben más recompensas que las que tienen menos habilidades. De hecho, para la mayoría de los economistas (ortodoxos o estándar), la desigualdad de ingresos es buena, porque significa que los mercados están trabajando para señalar rendimientos crecientes de las habilidades, lo que solo puede alentar a las personas a obtener más habilidades, lo que hará que la economía sea más productiva.

Elecciones limitadas
La crisis puso en cuestión la noción de que los trabajadores deben decidir entre trabajar a cambio de un salario o el ocio. Los economistas tradicionales están entrenados en que el mercado laboral presenta a los trabajadores una compensación entre el valor del ocio y el valor del salario para comprar cosas. No consideran ni modelan seriamente que, para muchos trabajadores, el ocio no es realmente una opción; tienen que trabajar a cualquier salario.

Los trabajadores no tienen la libertad de elegir el ocio sobre el trabajo y, por lo tanto, no son libres de rechazar las ofertas de sus jefes. Los economistas no reconocen el significado de vivir al día o para comprender las implicaciones de que los hogares no tengan ingresos.

Trabajadores al margen
Al carecer de la comprensión de la débil posición negociadora de millones de trabajadores para contratar libremente su trabajo, los economistas interpretan los bajos salarios como bajas calificaciones. De hecho, el uso que hacen los economistas de la palabra no calificados para describir la fuerza de trabajo de bajos salarios es en realidad un epíteto: los trabajadores no calificados merecen salarios bajos; no tienen habilidades distinguibles y, por lo tanto, son intercambiables, y si sufren algún desempleo eso puede atribuirse a la tasa natural de desempleo, que no puede reducirse sin encender la inflación acelerada.

Además, si los no calificados no pueden encontrar trabajo, el desempleo resultante es estructural, por la destrucción creativa que reemplaza a los seres humanos menos productivos con tecnologías más productivas. El desempleo se convierte entonces en un incentivo para que los trabajadores con salarios bajos se capaciten y se unan a la fuerza laboral con salarios altos. Así entienden los economistas ortodoxos el desempleo.

Estos economistas eligen no interpretar el hecho de que la pérdida temporal de millones de empleos de trabajadores de servicios del sector privado fue de hecho una compensación para beneficiar a la sociedad al reducir la propagación de la enfermedad y, por lo tanto, digna de compensación desde el Estado por la pérdida de ingresos.

Economía del cuidado
Los trabajadores de servicios han sido históricamente esclavos o inmigrantes recientes, y en su mayoría mujeres: cocinan, sirven la comida, limpian, preparan a la gente, hacen las camas, cuidan de niños y adultos mayores; en resumen, ellos sirven a todos.

La economía moderna fue fundada a finales del siglo XIX y principios del XX por personas que veían las razas de los trabajadores de servicios como inferiores. Estas creencias fundamentales aún infectan la disciplina, incluso si las creencias mismas parecen haberse disipado. La economía como disciplina sirve así para racionalizar -para fundamentar a través de datos y modelos- el desdén de los economistas por los trabajadores de servicios que tiene su origen en el racismo.

Importancia salario mínimo
A pesar de que muchas investigaciones muestran que aumentar el salario mínimo (que domina el mecanismo de fijación de salarios en el sector de servicios) sería positivo, muchos economistas insisten en que aumentar el salario sería contraproducente. Estos equiparan valor con dinero: las cosas baratas tienen poco valor y, por lo tanto, no pueden ser esenciales.

Para ellos, un aumento del salario mínimo simplemente interrumpe el mecanismo de compensación del mercado que pagaría a los trabajadores un salario más bajo donde la oferta y la demanda se encuentran, por lo que el número de trabajadores de servicios contratados disminuiría. Entonces, a pesar de que la pandemia obligó a muchas personas a apreciar la habilidad con la que se preparaban las comidas de su restaurante favorito o se atendía a sus hijos, los economistas continúan descartando a esa fuerza laboral como no calificada.

Pagar más a los trabajadores con baja calificación, según los economistas ortodoxos, sólo alentaría a las personas a ser perezosas para adquirir habilidades; por tanto, no pueden admitir en sus teorías o modelos la centralidad de los trabajos o industrias de estos trabajadores.

Trabajadores merecedores
Se ha pasado de un juicio moral enfermo sobre pobres merecedores a uno de trabajadores merecedores. Aunque este juicio alguna vez sostuvo que las personas que no trabajaban no merecían la ayuda de la sociedad, ahora sostiene que algunos ya no merecen la ayuda de la sociedad porque no están capacitados.

Lo que oyen los trabajadores no calificados es que usted no merece ayuda porque solo alentaría a las personas a ser perezosas para adquirir habilidades; por lo tanto, no podemos admitir la centralidad de su trabajo o industria.

La nación derrochó miles de millones de dólares para reflotar instituciones financieras que empleaban a una pequeña parte de los trabajadores estadounidenses para preservar esa actividad. Sin duda, el flujo eficiente de dinero es vital para una economía, al igual que el movimiento de la sangre del corazón es vital para el cuerpo. Pero el estómago, los riñones y los intestinos son órganos igualmente vitales, y su falla también lo matará. Los servicios son vitales para la economía y bienestar.

Ayuda desempleo insuficiente
El programa de seguro de desempleo no está diseñado para ayudar a los trabajadores con salarios bajos y, de hecho, menos del 10% de los trabajadores desempleados en algunas partes de la industria de servicios obtienen beneficios del seguro de desempleo en condiciones económicas normales.

Los paquetes de ayuda iniciales aprobados por el Congreso intentaron abordar la falta de ingreso familiar para reemplazar una mayor proporción de salarios perdidos que la que normalmente cubre el sistema de seguro de desempleo. Esto fue absolutamente necesario, especialmente para las comunidades negras y latinas, que sufrían una proporción elevada de desempleo.

Visión economicista
La teoría justifica los beneficios por desempleo porque los pagos compensan la disminución del consumo debido a la pérdida de ingresos (que se modela a partir de un hogar medio indiferenciado), por lo que estos beneficios protegen al resto de la economía de un colapso en la demanda agregada. Sin embargo, los economistas argumentaron primero que los US$ 600 adicionales agregados a los cheques de desempleo semanales desalentarían el trabajo. Y cuando se demostró rotundamente que no era cierto, plantearon que los pagos adicionales eran injustos para quienes continuaban trabajando.

Las muertes rurales aumentaron porque la nación no protegió a los trabajadores empacadoras de carne, que son predominantemente negros y latinos, y las plantas empacadoras de carne están ubicadas principalmente en áreas rurales donde el seguro médico es débil y los recursos hospitalarios más débiles.

Paradigma equivocado
De todos los datos que esconden las ideologías y los sesgos de la macroeconomía, el más maligno es la creencia de que la eficiencia debe superar a todos los demás valores. Y así se ha permitido que el sistema médico se organice cada vez más en torno a la eficiencia económica, y se ha permitido que los mercados laborales sustituyan la dignidad humana por la eficiencia.

Los economistas no solo guardan silencio, sino que ignoran nuevos medios como la Big data para descubrir vínculos causales que escapan al análisis. Pero en un mundo de infinitas complejidades y opciones, esta nueva herramienta para discernir los factores causales, irónicamente, no es aprovechada por la economía estándar que se queda con sus viejos paradigmas y metodologías finaliza Spriggs.

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