¿Qué es la economía? Una disciplina política para el mundo real post neoliberal

Es parte del título de un reciente artículo del Prof. James K. Galbraith, publicado originalmente en la revista Real World Economic Review 96 de 2021 y traducido en la Revista de Economía Institucional de la Universidad del Externado de Colombia para su número del primer semestre de 2022.

En este artículo se critica la concepción económica dominante y se plantea la urgente necesidad de una economía basada en los hechos del mundo real y no en supuestos imaginarios. Aunque teórico, se trata de un documento importante para el quehacer de la política económica del Perú en estos tiempos. Ceder los espacios actuales al dominio de la técnica estándar, de base neoclásica o neoliberal, no solo encubre una visión e ideología particulares, sino que deja a los ciudadanos de a pie en un lugar subalterno.

La propuesta es explotar los métodos de la ciencia evolutiva y algunas propiedades de los sistemas complejos para clasificar, medir, analizar, entender y regular las fuerzas que impulsan los cambios económicos significativos a nivel global, continental, nacional y local.

Resumen
La economía es una disciplina política que trata los problemas de la organización social y del bien general, co-evoluciona con las circunstancias y es históricamente contingente. El mundo al que se dirigen las políticas económicas es un sistema complejo, pero los economistas que buscan elaborar políticas apropiadas se guían necesariamente por simplificaciones.

La pregunta que enfrenta la disciplina es qué tipo de simplificación se adapta mejor a la tarea. Este artículo argumenta que las generalizaciones, simplificaciones y principios apropiados se deben derivar del estudio del mundo real. Aunque pueden emplear herramientas matemáticas y aprovechar ideas del comportamiento de los sistemas matemáticos, estos son inadecuados, en especial cuando parten de los dogmas muertos de la corriente neoclásica.

Dogma neoclásico
La economía académica contemporánea –ortodoxa, corriente principal, neoclásica– nació como reacción a una serie de giros radicales en la segunda mitad del siglo XIX. Contra esos cambios incesantes, tiempo irreversible y agitación potencial, contra la idea de que las instituciones humanas son creadas por el hombre, mutables y en principio sujetas al control democrático.

La economía neoclásica creó un templo al dios de la naturaleza, convenientemente domesticado bajo la apariencia de un mercado omnisciente, autorregulado y benigno. El sistema neoclásico tenía dos atractivos. Primero, resonó con el apremio de todas las sociedades para justificarse invocando un propósito superior: la voluntad de dios, la misión civilizadora y el destino manifiesto. Segundo, el dogma dio una robusta respuesta ideológica al marxismo. Así se convirtió en puerta de entrada de las que se excluía rigurosamente a los desviados.

Fuera de la realidad
Desafiando la máxima de que el capitalismo es un sistema evolutivo, la economía neoclásica fijó las estructuras y los conceptos taxonómicos del campo de una vez por todas: interés propio racional, agentes representativos, empresas y hogares, capital y trabajo, precios y cantidades, ganancias y salarios, dinero neutral, tasas naturales de interés y desempleo, equilibrio general. Cualquier desviación de este marco se salía de los límites; por definición no era economía. La teoría era pura, y como la teoría pura no se aplicaba a nada, no podía evolucionar.

La economía ortodoxa dominante se enganchó a su dogma atemporal de que todo es para mejor en el mejor de todos los mundos posibles, salvo cuando hay distorsiones. Su alcance se extiende a todas las situaciones imaginables, excepto a las que importan en el mundo real. En el mundo real, con la desaparición de los sistemas socialistas las doctrinas neoclásicas disfrutaron de un breve periodo de hegemonía real: Desregulación, privatización, impuestos bajos, gobierno pequeño, libre comercio y dinero sano fueron las consignas de esta época, denotadas como neoliberalismo.

Sin embargo, en el muy corto tiempo llevaron a la desindustrialización, al estancamiento, la desigualdad y la precariedad. Con la gran crisis financiera de 2007-2009 los dogmas quedaron expuestos y avergonzados. La inercia y la titularidad académica llevaron la economía neoclásica hacia la pandemia de 2020, momento en que se produjo un colapso adicional, posiblemente definitivo.

Economía del comportamiento
¿Qué ocupará el lugar de la economía neoclásica y su rama política neoliberal? No faltan candidatos, agrupados bajo la amplia bandera de heterodoxia económica. Algunas de estas doctrinas sucesoras –la economía conductual y la economía de la complejidad son ejemplos notables– toman la ortodoxia neoclásica como punto de partida. Por ello, se siguen definiendo a sí mismas en relación con esa ortodoxia.

Los teóricos del comportamiento se apartan del neoclasicismo renunciando a los supuestos estrictos de racionalidad y maximización del comportamiento. Los teóricos de la complejidad exploran la dinámica de los agentes que interactúan y las funciones recursivas. Ambos logran cierta reputación académica manteniendo un estrecho diálogo con la corriente ortodoxa. Sin embargo, El dilema de estos vástagos radica en aceptar la falsa premisa de la ortodoxia a la que se propone servir como alternativa.

Economía evolutiva y biofísica
El enfoque evolutivo y biofísico de los fenómenos económicos no es nuevo, y en realidad es muy anterior a la ortodoxia neoclásica de la que algunos creen que ha surgido. Comenzó con la interacción intelectual de Malthus y Darwin; Marx; en la obra de la escuela histórica alemana, y logró una primera articulación completa en manos de Veblen y fue la fuerza intelectual dominante en la economía estadounidense bajo el New Deal.

Las tradiciones keynesiana e institucionalista se fusionaron de nuevo en la obra de John Kenneth Galbraith, padre del autor. De allí el abanico de escuelas y corrientes se abre y se multiplican los autores: postkeynesianos, institucionalistas, economistas del desarrollo, economistas que explican la transición, entre otros.

El economista útil
La característica común de casi todas estas obras, excepto unas pocas dedicadas a escaramuzas lógicas con la ortodoxia neoclásica, es que los protagonistas estaban preocupados ante todo por las cuestiones prácticas de política que enfrentaban sus gobiernos o la comunidad internacional de la que formaban parte.

Fuese reformista o revolucionaria, su economía era (y sigue siendo) esclarecer los problemas y los medios para abordarlos. El propósito del razonamiento económico es informar y sostener opciones políticas y sociales. No se trata simplemente de hacer una simulación que emule de algún modo una serie de datos económicos.
El economista útil es aquel que se dedica a buscar soluciones. Un economista verdaderamente útil lo hace con mente abierta, de manera informada, consciente de los principios subyacentes, pero no hipnotizado por ellos, e independientemente de ganancias financieras y ambiciones personales, bien sean políticas o de estatus y celebridad entre los economistas.

Objetos de atención
El comportamiento de los banqueros y especuladores, las emisiones de las fábricas y las redes de transporte, la extracción de recursos críticos de una reserva finita en la corteza terrestre, el nivel y la distribución de los salarios, las ganancias y las rentas, la tributación justa y efectiva, cómo lograr la cooperación voluntaria de ciudadanos libres en la búsqueda del bien común: todo esto es parte de lo que un economista útil puede estudiar. La persona que se mantiene fuera y alejada de tales preguntas, que simplemente pretende modelar el sistema es, para la mayoría de los propósitos, un ocioso, no un científico sino un aficionado señala Galbraith.

Así, el objetivo de Adam Smith era promover los intereses y el bienestar de la comunidad de la que formaba parte. Keynes intentó salvar y reformar el orden democrático burgués promoviendo una cura práctica para el desempleo masivo. John Kenneth Galbraith dirigió la atención de sus lectores a los problemas económicos de la abundancia (la miseria pública, la contaminación, la pobreza residual y el poder corporativo).

Investigación económica
La investigación económica, tal como debería ser, consiste en tratar de entender cómo funciona o mal funciona el complejo sistema en que vivimos en un momento determinado, y a qué tipo de fuerzas, presiones y políticas responde.

No debe consistir en deducir políticas de primeros principios, ni en explorar las propiedades de sistemas matemáticos que se acercan mal o nada a la compleja economía en que vivimos. De nuevo, hay numerosos ejemplos de un buen trabajo; el problema no es que falte investigación sobre el mundo real entre los economistas y entre científicos físicos que centran su atención en cuestiones económicas. Es más bien que esa investigación no tiene la posición que merece, porque no se puede integrar a la teoría dominante.

La economía para la era posneoliberal necesita desarrollar métodos empíricos de investigación adaptados a la perspectiva evolutiva, que hagan posible que los mundos de la academia y los de la política práctica vuelvan a asociarse de manera útil.

Taxonomía económica
Un problema característico en el análisis de sistemas complejos es la construcción de una taxonomía eficiente. La economía, tanto en su encarnación académica como en su trabajo práctico, sigue ignorando en gran medida este requisito previo para la comprensión. Una vez se logra una agrupación adecuada, un paso adicional es calcular las funciones discriminantes que representan la mayor proporción de variación entre grupos. Como paso final, cada vector propio se puede comparar con series de tiempo históricas para identificar las fuerzas económicas, políticas y sociales en juego.

Así, la técnica es no paramétrica y ateórica, pero es capaz de rastrear con alta precisión las condiciones cambiantes de un sistema económico complejo y de una manera que aclara el impacto de las políticas, las movilizaciones masivas, los mercados externos y las condiciones ambientales en los resultados distributivos.

Regulación
Una característica común a los sistemas es la regulación; la mecánica de la supervivencia exige que las fuerzas que atraviesan el sistema estén contenidas –en términos de temperatura, presión, volumen– dentro de la capacidad de los materiales con los que se construye el sistema para que puedan soportarlas. Una economía posneoliberal apropiada es el arte de aplicar este principio al funcionamiento de la vida económica. A veces, esto implica levantar restricciones que ya no son necesarias; otras, crear e imponer regulaciones y normas que fomenten la estabilidad, la sostenibilidad y la resiliencia.

En la necesidad de regulación, los sistemas económicos no difieren de los sistemas biológicos o mecánicos; sin regulación, mantenimiento y reglas de circulación, invariablemente fallan en poco tiempo. Al comprender la naturaleza y el propósito de la regulación, llegamos a una diferencia básica entre los economistas reales y sus simulacros académicos dominantes, ortodoxos y orientados a los modelos.

Según la corriente dominante, la economía pura es un mundo autorregulado; el único requisito para alcanzar el equilibrio con el máximo bienestar social es asignar todos los derechos de propiedad y que el sistema de precios tenga total libertad para ajustarse. Para el economista que trabaja en políticas del mundo real, la regulación no es un complemento, es una condición necesaria para que surjan estructuras complejas. La regulación es el conjunto de leyes, reglas, normas y hábitos que hacen posible el funcionamiento sostenido de sistemas complejos.

Colofón
En el mundo real, sin regulación económica no habría largas cadenas de producción, ni líneas de crédito estables, ni confianza en los supermercados o los electrodomésticos o los medicamentos, ni viajes aéreos, ni mercado masivo de automóviles o de cualquier otro aparato complejo.

De hecho, el proceso de desarrollo económico se puede definir razonablemente como el logro de normas reguladoras que permitan el surgimiento de actividades económicas complejas a gran escala y su mantenimiento en el tiempo. Los países ricos tienen estas normas y –si quieren seguir siendo ricos– las hacen cumplir, finaliza Galbraith.

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