El lunes de la semana pasada, OXFAM Internacional emitió su informe anual sobre la elevada desigualdad en el mundo. El título oficial del estudio se aproxima al utilizado aquí. Este salió como todos los años a la par del inicio de la reunión, ahora virtual, del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza.
Este documento todavía no se comenta en los medios de comunicación locales, aunque probablemente haya muchos que por ideología e intereses lo ignoren. Es claro que la pandemia no solo ha afectado dramáticamente la vida y la salud de la población; sino que deja como saldo mayores niveles de pobreza y desigualdad en todo el mundo.
Nada está dicho con relación a si la recuperación económica se mantendrá o no en el tiempo. La inestabilidad y volatilidad están a la orden del día; los vaivenes, asimetrías y elevadas presiones inflacionarias por rigidices, cuellos de botella y factores especulativos complejizan la situación. Sin embargo, la precarización, menor arrastre en la generación de empleo decente, generación de beneficios extraordinarios, entre otros, están generado mayor pobreza y elevada desigualdad que parecen duraderas. OXFAM nos invita a que en todas partes actuemos aquí y ahora.
Resumen general
Los diez hombres más ricos del mundo han duplicado su fortuna, mientras que los ingresos del 99 % de la población mundial se habrían deteriorado a causa de la covid-19. Las crecientes desigualdades económicas, raciales y de género, así como la desigualdad existente entre países, están fracturando nuestro mundo.
Esto nunca ha sido fruto del azar, sino el resultado de decisiones deliberadas: la violencia económica tiene lugar cuando las decisiones políticas a nivel estructural están diseñadas para favorecer a los más ricos y poderosos, lo que perjudica de una manera directa al conjunto de la población y, especialmente, a las personas en mayor situación de pobreza, las mujeres y las niñas, y las personas racializadas. Las desigualdades contribuyen a la muerte de, como mínimo, una persona cada cuatro segundos.
No obstante, tenemos la oportunidad de reformar drásticamente nuestros modelos económicos para que se basen en la igualdad. Se puede abordar la riqueza extrema aplicando una fiscalidad progresiva, invirtiendo en medidas públicas de eficacia demostrada para eliminar las desigualdades, y transformando las dinámicas de poder dentro de la economía y la sociedad. Si se muestra la voluntad necesaria y se escucha a los movimientos que están exigiendo cambios, se podrá crear una economía en la que nadie viva en la pobreza, ni tampoco en una riqueza inimaginable: una economía donde las desigualdades dejen de matar.
Ampliación desigualdades
Al inicio de la pandemia se creía que todas las personas se verían afectadas de igual manera por esta terrible enfermedad, independientemente de la clase, género, raza o país de residencia. Los gobiernos, especialmente los de los países más ricos con mayores recursos, desplegaron enormes paquetes de rescate. Comenzaba una insólita carrera científica para encontrar una vacuna contra la covid-19.
Sin embargo, en lugar de convertirse en un bien público mundial, estas vacunas que tanta esperanza daban a la humanidad han estado desde el primer día reservadas al servicio del beneficio privado y del monopolio. En lugar de vacunar a miles de millones de personas en países de renta media y baja, se han creado milmillonarios a costa de estas vacunas, mientras las grandes farmacéuticas deciden quién vive y quién muere.
Las enormes brechas actuales se ven profundizadas por el crecimiento de las desigualdades entre países (a medida que las naciones ricas vacunan a su población y logran una relativa normalidad), y a nivel interno dentro de estos, puesto que las personas más ricas de cualquier país han podido capear mejor la crisis económica generada por la covid-19.
Durante la pandemia la riqueza de los milmillonarios ha aumentado a un ritmo sin precedentes, alcanzando máximos históricos. La riqueza de los milmillonarios ha crecido más desde el inicio de la pandemia que en los últimos 14 años. El acaparamiento del crecimiento económico por parte de las élites se ha visto propiciado por el aumento desorbitado de los precios de los mercados de valores y el apogeo de las oficinas gestoras de grandes patrimonios familiares. El auge del poder monopolístico ha resultado en que un menor número de empresas que son ahora incluso más grandes y poderosas ejerzan su dominio sobre varios sectores.
Violencia económica
Las desigualdades extremas son una forma de violencia económica en la que las decisiones legislativas y políticas a nivel sistémico diseñadas para favorecer a las personas más ricas y poderosas perjudican directamente a la amplia mayoría de la población mundial.
Se estima que las desigualdades contribuyen actualmente a la muerte de cerca de 21,300 personas al día. Se trata de una estimación conservadora de las muertes ocasionadas por el hambre en un mundo de abundancia, por la falta de acceso a servicios de salud de calidad en países pobres, y por la violencia de género, arraigada en el patriarcado, a la que se enfrentan las mujeres.
Se estima que 5.6 millones de personas mueren cada año por la falta de acceso a servicios de salud en países pobres. Al menos 67,000 mujeres pierden la vida cada año a causa de la mutilación genital femenina, o asesinadas a manos de su pareja o expareja. El hambre mata, como mínimo, a 2.1 millones de personas al año. Según estimaciones conservadoras, cada año 231,000 personas podrían perder la vida en países pobres a causa de la crisis climática de cara a 2030.
Soluciones
OXFAM plantea que los gobiernos deben promover estrategias ambiciosas tomando en consideración a los movimientos sociales, a la ciudadanía de a pie a nivel mundial, y de la ambición demostrada por gobiernos progresistas, tanto a nivel histórico (en el contexto de la Segunda Guerra Mundial) como del proceso de liberación colonial en un gran número de países. Deben promoverse activamente una mayor igualdad económica y reivindicar la igualdad racial y de género a partir de objetivos explícitos, cuantificables y con plazos concretos.
Los gobiernos tienen un gran margen de maniobra. Solo aplicando soluciones sistémicas se podrá combatir la violencia económica desde su origen y establecer las bases de un mundo más justo. Esto requiere una transformación ambiciosa de las reglas que rigen la economía con el fin de predistribuir de una manera más justa el poder y los ingresos (empezando por garantizar que los mercados, el sector privado y la globalización no generen una mayor desigualdad), haciendo que los ricos tributen lo que les corresponde justamente e invirtiendo en medidas públicas de eficacia demostrada.
Reintegrar riqueza a economía
Se deben gravar las ganancias que las personas más ricas han acumulado durante la pandemia con el fin de recuperar parte de estos recursos y utilizarlos para el bienestar mundial. Por ejemplo, un impuesto excepcional del 99% sobre las ganancias acumuladas durante la pandemia por los diez hombres más ricos del mundo permitiría recaudar US$ 812,000 millones.
Esto debe evolucionar hacia la aplicación de impuestos progresivos de carácter permanente sobre el capital y la riqueza para reducir la desigualdad de riqueza de una manera drástica y decisiva. Asimismo, estos esfuerzos deben verse acompañados de otras medidas fiscales, como, por ejemplo, que los países ricos destinen una parte significativa de sus US$ 400,000 millones de dólares en derechos especiales de giro del FMI a economías vulnerables, sin imponer condiciones y sin que estas incurran en deuda. Hay que acabar con los paraísos fiscales, la evasión y elusión tributaria; y eliminar la funesta competencia por tasas impositivas más reducidas.
Invertir en el Futuro
Se debe invertir en políticas sólidas y fundamentadas en datos para salvar vidas e invertir en nuestro futuro. El legado de la pandemia debe ser unos servicios públicos de salud universales y de calidad financiados con dinero público, para que nadie tenga que volver a pagar de su bolsillo por acceder a estos servicios; y una protección social universal que garantice la seguridad de los ingresos de todas las personas.
Seguridad de ingresos para las personas desempleadas y las personas trabajadoras del sector informal; prestaciones por menores a cargo; pensiones; y provisión de cuidados. Estos son algunos de los elementos de la protección social que, además de un derecho humano, es un salvavidas frente a la miseria y el hambre.
Cambio climático
Los gobiernos deben invertir en la lucha contra la violencia de género para ponerle fin mediante programas de prevención y respuesta, acabando con leyes sexistas, y respaldando económicamente a las organizaciones de derechos de las mujeres. Los gobiernos ricos deben financiar íntegramente la adaptación climática, así como respaldar los mecanismos para las pérdidas y los daños necesarios para sobrevivir a la crisis climática y crear un mundo sin combustibles fósiles.
Para las comunidades que se enfrentan a las peores consecuencias de la crisis climática, la adaptación al cambio climático es una cuestión de vida o muerte. Las comunidades de los países de renta media y baja necesitan urgentemente que los países ricos incrementen la financiación destinada a la adaptación al cambio climático hasta llegar a un mínimo de US$ 50,000 millones de dólares anuales de cara a 2025, una cifra que deberá aumentar hasta llegar a entre US$140,000 y US$ 300,000 millones en 2030.
Cambiar reglas
Se deben reescribir las reglas de las economías que generan estas enormes divisiones, y actuar para predistribuir mejor los ingresos, transformar las leyes y redistribuir el poder en la toma de decisiones y la participación en la economía. Esto implica la eliminación de leyes sexistas, incluidas aquellas que hacen que casi 3,000 millones de mujeres no puedan acceder por ley a las mismas opciones laborales que los hombres.
Esto incluye también la derogación de las leyes que socavan los derechos de sindicalización y huelga de los trabajadores, y la aplicación de normas jurídicas para su protección. Asimismo, es necesario abordar los monopolios y limitar la concentración del mercado, eliminando al mismo tiempo las barreras para la representación de las mujeres, los grupos racializados y la clase trabajadora. Actualmente, las mujeres tan solo ocupan el 25.5 % de los asientos parlamentarios de todo el mundo.
La principal prioridad es poner fin a la pandemia y, para ello, los gobiernos deben acabar con los monopolios de las vacunas y las tecnologías que las hacen posibles, a través de la OMC. Deben insistir en que las patentes de las vacunas actuales y de cualquier otra que se desarrolle para ofrecer protección ante nuevas variantes sean un bien público accesible a cualquier fabricante de vacunas cualificado del mundo. Hasta que esto ocurra, la pandemia seguirá su curso, millones de personas perderán innecesariamente la vida y las desigualdades seguirán creciendo.
Colofón
OXFAM señala que la locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes. La alternativa es elegir una economía centrada en la igualdad, en la que nadie viva en la pobreza, ni tampoco en una riqueza milmillonaria inimaginable; en la que las desigualdades dejen de matar; en la que haya libertad para vivir sin miseria; en definitiva, en la que todo el mundo pueda prosperar, no solo sobrevivir, y albergar esperanza. Es la gran elección de nuestra generación, y ha llegado el momento de tomarla finaliza el informe.
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