Es el título de un reciente artículo del economista chileno José Gabriel Palma, profesor de la Universidad de Cambridge, Gran Bretaña y de la Universidad de Santiago de Chile. Este acaba de salir publicado en la revista académica mexicana El Trimestre Económico, julio-septiembre de 2022.
El autor plantea que el cada vez menor crecimiento económico de nuestra región se debe a que somos incapaces de rediseñar nuestras estrategias productivas; principalmente nos hemos quedado estancados en las materias primas y en el ensamblaje simple. El estudio también es muy pertinente para el Perú ya que la mayoría de los empresarios, los académicos estándar, políticos y hasta en el gobierno insisten en más de lo mismo de siempre, sin ajuste alguno, cuando el mundo se está transformando aceleradamente. ¡Ojalá este nuevo aniversario patrio nos haga reflexionar!
Ideas clave
Según Palma lo que caracteriza la trampa del ingreso medio en AL es la incapacidad para rediseñar estrategias productivas cuando las existentes se han agotado. Élites timoratas, acostumbradas a vivir de las rentas fáciles, y Estados neofóbicos se trasforman en el principal obstáculo al cambio. Ya ocurrió durante el periodo sustitutivo, y ahora vuelve a suceder cuando se agota el modelo meramente extractivo en el sur de la región, y el del ensamblaje simple en el Norte.
En lugar de reactivar el crecimiento de la productividad agregando valor a las exportaciones primarias y fortaleciendo los encadenamientos hacia atrás en lo extractivo en uno, o profundizando la manufactura del ensamblaje en el otro —junto con transformar lo verde en un nuevo motor del crecimiento de la productividad—, lo que sigue imperando en la región es el más de lo mismo predicado por economistas ortodoxos y reforzado por nuevos tratados de protección a la inversión.
Todo esto nos atrapa, según Palma, en un interregno donde lo viejo se desvanece, pero lo nuevo no logra nacer. Un escenario en que continuamos prisioneros de nuestras propias cadenas, con nuestra imaginación social aún atrapada en las certezas absolutas de la todavía hegemónica ideología neoliberal. Es como si la región estuviese en un estado de adicción a una vida empobrecida.
Productividad estancada
Según el auto, si uno compara el crecimiento de la productividad en todas las regiones del mundo desde las reformas neoliberales de los años ochenta, AL, con su estancamiento de la productividad durante estas cuatro décadas, es la región que tiene el peor desempeño. Esto no fue precisamente lo que prometían los del Consenso de Washington y los economistas neoliberales de la región cuando vendían sus reformas.
Lo anterior contrasta radicalmente con el desempeño de la región durante las tres décadas anteriores (1950-1980), cuando con un promedio de 3.1% anual fue la tercera con mayor tasa de crecimiento de la productividad en el mundo. Asimismo, sobresalen dos diferencias entre estos periodos. Una es el contraste de la relativa homogeneidad del desempeño regional durante el primero con la gran heterogeneidad en el segundo.
Desigualdad creciente
Como se sabe, el crecimiento de la productividad es la clave para un crecimiento económico sostenido y el proceso de cerrar brechas productivas con la frontera tecnológica. También es la base del concepto de la causalidad acumulativa, con su énfasis en los circuitos de retroalimentación positiva capaces de generar un crecimiento que se perpetúa a sí mismo.
Sin embargo, según Palma, tener la peor tasa de crecimiento de la productividad en el mundo no fue obstáculo para que AL fuese la región que generaba el mayor incremento relativo en el número de millonarios, centimillonarios y billonarios en el mundo durante varios periodos de este ciclo.
Modelo conceptual
El autor aprovecha el modelo teórico de David Ricardo para desarrollar su argumentación. Este señala que el paradigma tecnológico y la naturaleza de los mercados financieros y de las institucionales habrán cambiado sustancialmente desde Ricardo, pero el bajo crecimiento de la productividad en AL y su alta desigualdad son resultado de la misma tendencia a la supremacía de las rentas no productivas —incluidas ahora las de la financiarización—, en desmedro de las utilidades operativas y los salarios.
Este enfoque analítico es el que más ayuda a entender cómo la región puede presentar simultáneamente el escenario ya indicado, uno que es igualmente tóxico para el crecimiento de la productividad, así como para la equidad y la democracia.
Neoliberalismo destructivo
La desaceleración del sector manufacturero en las tres economías más grandes de la región, así como el colapso de esta actividad en Venezuela redujeron la participación de AL en la producción manufacturera de los mercados emergentes de más de la mitad del total en 1980 a una décima parte en 2018. De hecho, en el mercado mundial de manufacturas el crecimiento relativo de China es un reflejo de la declinación de AL, anota Palma.
La apertura comercial y el fin del apoyo indiscriminado del Estado le quitaron abruptamente a la manufactura latinoamericana dos de los grandes componentes de sus rentas. Esto las hizo poco atractivas para una élite empresarial con preponderancia a las rentas fáciles en un escenario donde éstas resurgían con fuerza en privatizaciones corruptas, en lo extractivo y en las finanzas (nada schumpeteriana). No por nada pocos años después de la apertura comercial en Brasil ya la mitad de la burguesía industrial paulista estaba dedicada a las finanzas, y otros compraban privatizaciones de monopolios naturales a precio de liquidación.
Palma señala que también era esencial hacer una profunda reingeniería de la industrialización sustitutiva, y un nuevo paradigma tecnológico y la transformación de la economía mundial (con su globalización y financiarización) creaban otros escenarios y desafíos. Pero era poco probable que la respuesta más eficiente a todo eso hubiera sido la marcha atrás mecanicista de los Chicago Boys en Chile, o los neoliberales de Cardoso.
Modelo extractivo dual
El nuevo modelo de desarrollo que emergió en la región se ha caracterizado por crear una asimetría sectorial extrema, donde un sector (el primario) pasó a ser el único que generaba crecimiento de la productividad, mientras que otro (servicios y construcción) era lo que proveía empleo.
Además del contraste en manufacturas, ésta es la mayor diferencia con el Asia emergente, porque, si bien el crecimiento de la productividad en el sector extractivo en AL es igual de dinámico que el asiático, y el del empleo en servicios y construcción es aún mayor, allá dichos sectores son capaces de generar ambos, productividad y empleo.
Diversificación trunca
Las élites empresariales y el capital extranjero dedicado a lo extractivo, con sus preferencias por las rentas fáciles y el uso no productivo de dichas rentas, se muestran reticentes a dar el paso tanto hacia adelante en el procesamiento de los recursos naturales como hacia atrás en la producción de los insumos tecnológicamente más sofisticados para la industria extractiva.
El otro factor que obstaculiza la industrialización local del mineral es la presión que ejerce China a los exportadores de materias primas para que los lleven a dicho país con el mínimo posible de procesamiento. Por ejemplo, China sólo quiere cobre chileno en la forma de concentrados para fundirlo en casa, y está dispuesta a presionar a las corporaciones del sector para que lo exporten así. De igual forma, China quiere hierro, pero no acero brasileño, soya argentina en sus vainas, y el petróleo pesado venezolano sin refinar, y así en los demás productos primarios que importa de América Latina.
Regalía diferenciada
Palma señala que, si se quiere incentivar la industrialización del mineral, una regalía diferenciada debería estructurarse aún más alto a la exportación de concentrado, suficientemente menor si el cobre sale fundido, aún menor si también se refina, y todavía más bajo si el refinado se trasforma, por ejemplo, en alambrón.
La idea es muy simple: se debería al menos forzar a las mineras a invertir la renta del producto primario en forma productiva en Chile, lo que no sólo sería beneficioso como un nuevo motor del crecimiento de la productividad en el país, sino también para disminuir la contaminación ambiental que conlleva el transporte innecesario de la escoria del mineral.
Estrategia errada
Muchos países emergentes creen que el tránsito hacia un estatus de ingreso alto consiste en seguir haciendo más de lo mismo, pero ojalá mejor, aun si eso ya ha contribuido en lo que podía dar y se ha transformado en contraproducente. Esto según Hirschman (1982): es la tendencia a aferrarse a una estrategia productiva cuando ya se le ha acabado su vida útil.
Tal perpetua neofobia de las oligarquías económicas de la región (la dificultad para enfrentar el fenómeno de la fecha de vencimiento de sus estrategias productivas) se resume muy bien parafraseando, según Palma, al gran artista islandés Olafur Eliasson: ¡No se permiten pensamientos que no hayan sido ya pensados!
Alternativa
La capacidad del Asia emergente para reactualizar sus estrategias productivas cuando ya han cumplido sus ciclos tiene mucho que ver con dicha resistencia de maratonista. Por ejemplo, Corea (a diferencia de AL) abrió tempranamente su industrialización sustitutiva para transformarla en una industrialización orientada a las exportaciones; Taiwán gobernó los mercados y China rápidamente invirtió los papeles con los Estados Unidos y la Unión Europea.
Además, como enseña la nueva teoría de la distribución de ingresos: niveles bajos de desigualdad son sustentables sólo si están anclados en estructuras productivas que los generen, como en Corea y Taiwán. Si únicamente se sustentan en impuestos y transferencias, como en Europa (Este y Oeste), se parecen cada vez más a un barco que hace agua anota Palma.
Conclusión
Palma señala que el problema político fundamental en la AL neoliberal de hoy en día es que no hay muchas maneras de remodelar la estructura de un sistema con tan poca entropía. Esto es (como ya lo han experimentado muchos movimientos políticos progresistas, incluido el actual gobierno en Chile), debido a la absoluta rigidez estructural del modelo neoliberal, es difícil rediseñarlo de modo que se pueda avanzar en el tiempo.
Por su parte, a quienes buscan el más de lo mismo no les ha ido mucho mejor, pues para mantener invariables los fundamentos del statu quo —de modo que los rentistas puedan continuar apropiándose de una parte ingente del ingreso nacional, y por hacer el tipo de actividades que hacen y el uso improductivo de ellas—, hay que dedicar tanta energía para tratar de detener el tiempo, que queda poca para ir hacia adelante.
Como Palma ha argumentado anteriormente, el estancamiento de la productividad y la obscena desigualdad de la región no son más que una opción entre alternativas perfectamente factibles en un mundo de equilibrios múltiples.
Desde el punto de vista de su potencial de desarrollo, tal vez lo que mejor caracteriza a la AL de hoy es su adicción a una opción empobrecida (aquella que dice que para que el capitalismo funcione basta con tener a los ricos contentos). Quizás esto es realmente contra lo cual se rebeló la población chilena, en especial los jóvenes, las mujeres y los pueblos originarios, en el estallido social de octubre de 2019 finaliza el autor.
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