Esta semana el mundo, no solo los católicos, perdimos a un gran hombre, el Papa Francisco. Su visión, aportaciones y el trabajo desplegado durante estos últimos 12 años dejan una huella y valla casi insuperable para su sucesor. Asimismo, su ausencia se notará más en un mundo abrumado por sus viejos y nuevos problemas: Guerras, hambre, genocidios, cambio climático, elevadas desigualdades, precarización, deshumanización, autoritarismo, pérdida de valores, conflictos geopolíticos, entre muchos otros.
Sin embargo, nos queda la huella de su labor y la evidencia de su forma de pensar en diversas Encíclicas, documentos pastorales, mensajes y entrevistas. Su vocación de entrega a la humanidad fue evidente cuando observamos que trabajó por nosotros hasta el último día de su vida. Fue un ejemplo de la palabra convertida en acción. El objetivo de esta nota es destacar sus aportaciones durante esta última Semana Santa, en particular el mensaje Urbi et Orbi del domingo 20 de abril y las Meditaciones y Oración para el Vía Crucis del Viernes Santo.
Urbi et Orbi
El Papa Francisco recordando que con la resurrección de Cristo el amor venció al odio, la luz venció a las tinieblas, la verdad venció a la mentira, y el perdón venció a la venganza, anota que el mal no ha desaparecido de nuestra historia, permanecerá hasta el final, pero ya no tiene dominio sobre quien acoge la gracia de este día.
Asimismo, señala que la resurrección de Jesús es el fundamento de la esperanza, una esperanza activa; a partir de este acontecimiento, esperar ya no es una ilusión. Y no es una esperanza evasiva, sino comprometida; no es alienante, sino que nos responsabiliza a actuar nos dice en entrelíneas el Papa.
Él afirma que en el anuncio de la resurrección está contenido todo el sentido de nuestra existencia, que no está hecha para la muerte sino para la vida. Dios nos ha creado para la vida y quiere que la humanidad resucite. A sus ojos toda vida es preciosa, tanto la del niño en el vientre de su madre, como la del anciano o la del enfermo, considerados en un número creciente de países como personas a descartar. Todo lo anterior, a pesar de la abundante voluntad de muerte que se ve en los numerosos conflictos que afectan a diferentes partes del mundo, entre las familias, contra las mujeres o los niños, los más débiles, los marginados y los migrantes.
Atención especial
El Papa Francisco en esta bendición al mundo nos conmina a que volvamos a esperar en que la paz es posible. Se siente cercano al sufrimiento del pueblo palestino e israelí. Su pensamiento se dirige a la población y, de modo particular, a la comunidad cristiana de Gaza, donde el terrible conflicto sigue llevando muerte y destrucción, y provocando una dramática e indigna crisis humanitaria. Apela a las partes beligerantes: que cese el fuego, que se liberen los rehenes y se preste ayuda a la gente, que tiene hambre y que aspira a un futuro de paz.
Asimismo, dirige un recuerdo especial al pueblo de Yemen, que está viviendo una de las peores crisis humanitarias del mundo a causa de la guerra, e invita a todos a buscar soluciones; a Birmania y a Ucrania animando a todos los actores implicados a proseguir los esfuerzos para alcanzar una paz justa y duradera. Piensa también en la necesidad de reconciliación entre Armenia y Azerbaiyán; en los Balcanes Occidentales y que se conceda paz y consuelo a los pueblos africanos víctimas de agresiones y conflictos, sobre todo en la República Democrática del Congo, en Sudán y Sudán del Sur.
Desarme
El Papa Francisco señala que la paz tampoco es posible sin un verdadero desarme. La exigencia que cada pueblo tiene de proveer a su propia defensa no puede transformarse en una carrera general al rearme. La Pascua, según el Santo Padre, nos invita a derribar las barreras que crean división y están cargadas de consecuencias políticas y económicas. Nos invita a hacernos cargo los unos de los otros, a acrecentar la solidaridad recíproca, a esforzarnos por favorecer el desarrollo integral de cada persona.
También hace un llamamiento a cuantos tienen responsabilidades políticas a no ceder a la lógica del miedo que aísla, sino a usar los recursos disponibles para ayudar a los necesitados, combatir el hambre y promover iniciativas que impulsen el desarrollo. Estas son las armas de la paz: las que construyen el futuro, en lugar de sembrar muerte.
Por otra parte, anota que es imprescindible que nunca se debilite el principio de humanidad como eje de nuestro actuar cotidiano. Ante la crueldad de los conflictos que afectan a civiles desarmados, atacando escuelas, hospitales y operadores humanitarios (con probable referencia implícita a Palestina), no podemos permitirnos olvidar que lo que está en la mira no es un mero objetivo, sino personas con alma y dignidad.
Vía Crucis
El Papa Francisco señala en sus meditaciones y oraciones del Vía Crucis que la vía del Calvario pasa por nuestras calles todos los días. Que nosotros por lo general vamos en dirección opuesta a la de Cristo. Precisamente de ese modo puede ocurrir que nos encontremos con su rostro, que nos crucemos con su mirada. Que entonces dudemos si continuar como si nada hubiera sucedido. Podemos darnos la vuelta o identificarnos con su camino e intuir que es mejor cambiar de dirección.
También nos recuerda que el Vía Crucis es la oración del que se mueve; interrumpe nuestros recorridos habituales, para que del cansancio vayamos hacia la alegría. Es verdad, el camino de Jesús nos cuesta; en este mundo que calcula todo, la gratuidad tiene un alto precio. Pero en el don todo vuelve a florecer: una ciudad dividida en facciones y lacerada por los conflictos se encamina hacia la reconciliación; incluso un corazón de piedra puede convertirse en un corazón de carne.
Primeras estaciones
En la primera estación donde Jesús es condenado a muerte el Papa Francisco nos recuerda que Dios nos has dado libertad para decidir y poder obtener maravillas: liberando a quien es acusado injustamente, profundizando en la complejidad de las situaciones, contrastando los juicios que matan.
Somos prisioneros de roles de los que no hemos querido salir, preocupados por las molestias de un cambio de dirección. Jesús sigue estando ante nosotros, silenciosamente, en cada hermano expuestos a juicios y prejuicios. Sin embargo, puede ser diferente. Jesús no se lavas las manos. Ha tomado tu decisión, y ahora nos toca a nosotros.
En la segunda estación cuando Jesús carga su cruz no recuerda la necesidad de unirnos, sintiendo que sólo así dejamos de ser prisioneros de nosotros mismos. Citando al Profeta Isaías señala que los jóvenes se fatigan y se agotan, los adultos tropiezan y caen; pero los que esperan en ti renuevan sus fuerzas, despliegan alas como las águilas; corren y no se agotan, avanzan y no se fatigan.
Tercera, quinta y sexta estación
Cuando Jesús cae el Papa Francisco anota que el cielo está aquí, ha descendido, es posible encontrarlo aun cayendo, aun permaneciendo en el suelo. La economía de Dios, por el contrario, no mata, no descarta, no aplasta; es humilde, fiel a la tierra. El camino de Jesús no destruye, sino que cultiva, repara, protege.
Luego, cuando Jesús es ayudado por el Cirineo a llevar la cruz, el Santo Padre nos evoca que necesitamos a alguien que nos detenga, a veces, y ponga sobre nuestros hombros algún trozo de realidad que simplemente necesita ser cargado. Se puede trabajar el día entero, pero sin Jesús, se desperdicia. Nosotros, como Simón de Cirene, cambiamos el rumbo y trabajamos contigo.
En la sexta estación cuando la Verónica enjuga el rostro de Jesús, el Papa Francisco acota que cada vez que nos acercamos al más pequeño, nos interesamos por tus miembros y tú permaneces con nosotros. De esta forma nos iluminas el corazón y la expresión de nuestro semblante. En vez de rechazar, ahora acogemos. En el camino de la cruz nuestro rostro, como el tuyo, puede volverse finalmente resplandeciente y derramar bendiciones.
Más Humanidad
Cuando Jesús cae por segunda y tercera vez el Papa Francisco aprovecha la oportunidad para recordarnos que todos caemos y nos volvemos a levantar y que esta es la aventura de la vida humana. A las máquinas no les permitimos equivocarse, las pretendemos perfectas. En cambio, las personas dudan, se distraen, se pierden. Y, sin embargo, conocen la alegría: aquella de los nuevos inicios, aquella de los renacimientos.
Los humanos no se generan mecánicamente, sino artesanalmente: somos piezas únicas, un entrelazado de gracia y responsabilidad. Jesús, se hizo uno de nosotros y no tuvo temor de tropezar y de caer. Hemos construido un mundo deshumano; un mundo de cálculos y algoritmos, de frías lógicas e intereses implacables. Resalta también que es un escándalo quien toma distancia de los demás y de sí mismo. Escándalo quien vive dividido en dos, entre lo que debería ser y lo que realmente es.
En la octava estación cuando Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén, el Papa Francisco aprovecha la oportunidad para señalar que existe un llanto donde todo renace, del que no hay que avergonzarse, lágrimas que no se pueden esconder en lo íntimo. Recalca que, en nuestra convivencia herida, en este mundo hecho trizas, se necesita lágrimas sinceras, no de circunstancia. De lo contrario, se realizará lo que predijeron los apocalípticos: ya no generaremos nada y todo se derrumbará. En cambio, la fe mueve montañas. Los montes y las colinas no se derrumban sobre nosotros, sino que en medio se abre un camino.
Undécima estación
Cuando Jesús está clavado en la cruz, el Papa Francisco anota que nada nos asusta más que la inmovilidad; está clavado, inmovilizado, bloqueado. Sin embargo, Jesús nos muestra que en cualquier circunstancia hay una decisión que tomar. Y este es el vértigo de la libertad. Ni siquiera en la cruz está neutralizado, él decide para quién está ahí.
Prestas atenciones tanto a uno como a otro de los que están crucificados con él; deja deslizar los insultos de uno y acoge la invocación del otro. Él presta atención a quien te crucifica y sabe leer el corazón de quien no sabe lo que hace.
Colofón
Estamos tristes por la partida de nuestro Papa Francisco. Sus palabras nos interpelan en todo momento. Necesitamos un mundo más humano, donde la técnica y las tecnologías estén al servicio de todos con énfasis en los marginados y excluidos. En esta su última Semana Santa resuenan sus mensajes relativos a la Esperanza activa que nos debe impulsar a la acción; a la autenticidad, a la necesidad de ser claros y valientes; acogedores y fraternos, responsables y actores por la Paz.
COMENTARIOS
DEJE SU COMENTARIO
La finalidad de este servicio es sumar valor a las noticias y establecer un contacto más fluido con nuestros lectores. Los comentarios deben acotarse al tema de discusión. Se apreciará la brevedad y claridad.