Desde abril del 2022, el Banco Mundial advirtió de la gestación de una nueva crisis alimentaria a nivel global, la misma que se ha agravado por los conflictos armados entre Ucrania y Rusia, y que ha repercutido en los precios internacionales de los alimentos y la energía, cuyo impacto se ha traducido en el encarecimiento de la canasta de consumo y en los mayores costos productivos para la agricultura.
El aumento de los precios de la energía a nivel mundial y las sanciones impuestas a Rusia han afectado fuertemente la oferta de fertilizantes en todo el mundo, y existe mucha preocupación por el efecto que tendrá esto en el Perú. En el 2021, alrededor del 55% de las importaciones totales de fertilizantes químicos en nuestro país provinieron de Rusia, el porcentaje más alto de la región. Esta situación ha significado que este insumo, que representa hasta el 30% de los costos totales de producción por hectárea en algunos cultivos, se han vuelto poco accesibles para los agricultores tanto por la caída en la cantidad ofertada como por el alza de precios.
Ante este escenario, es importante hacernos la siguiente pregunta: ¿Qué tan preparado se encuentra el Perú para hacer frente a esta crisis que amenaza la seguridad alimentaria mundial?
En primer lugar, es importante mencionar que el Perú es autosuficiente en la provisión de alimentos. De acuerdo con cifras del INEI para el año 2019, casi el 90% de la oferta total de alimentos disponibles en el país proviene de la producción nacional; mientras que el 10% restante es importado. Asimismo, nuestro país exporta alrededor del 13% de su producción, lo que nos convierte en exportadores netos de alimentos. Esto representa una fortaleza para el país.
En segundo lugar, los fertilizantes son insumos necesarios en la agricultura para la producción de alimentos, sin embargo, es importante mencionar que sólo una pequeña parte de los productores y cultivos utilizan fertilizantes inorgánicos de manera intensiva. Según el IV CENAGRO, alrededor del 62% del total de productores agrarios utilizaron fertilizantes orgánicos en sus cultivos, y para el año 2019, sólo el 17% del total de pequeños y medianos productores utilizaron únicamente fertilizantes químicos, siendo la costa la región natural con mayor concentración de productores que utilizan dichos fertilizantes (72%) y también la que mayor gasto ha desembolsado, especialmente en cultivos como arroz, palta, espárrago, caña de azúcar, mango, uva, maíz amarillo y papa blanca. Estos ocho cultivos – proveniente principalmente de la costa – en conjunto explican el 60% del gasto total en fertilizantes en el 2019. Esto nos lleva a concluir que la situación de los fertilizantes afecta principalmente a los productores en la costa, y por lo tanto el gobierno debe focalizar la distribución de fertilizantes en esta región del país especialmente en cultivos como el arroz, la papa blanca y el maíz amarillo, los cuales son los de mayor contribución a la seguridad alimentaria del país.
En otras palabras, la disponibilidad de alimentos en nuestro país no se vería afectada sustancialmente, más aún si las cifras de avances de las siembras de la actual campaña agrícola 2021-2022 se vienen desarrollando de manera normal (salvo el desempeño observado del tomate, la cebolla y el ajo cuyas siembras han disminuido de manera importante), con una cifra que supera 1 millón 736 mil hectáreas, cifra muy similar a lo registrado en la campaña pasada. Por otro lado, la producción agropecuaria al mes de mayo aumentó en 4.9%, una de las cifras más altas no registradas desde el 2018, destacando el importante aumento de cultivos transitorios como arroz (+21%), papa (+8.3%) y maíz amarillo duro (+9.5%). Estas cifras sugerirían que la oferta de alimentos en nuestro país estaría garantizada en el 2022.
Estas cifras coyunturales de avance de la producción agropecuaria se fortalecen mucho más con las recientes cifras publicadas de las Intenciones de Siembra para la próxima campaña agrícola 2022-2023, cuyas siembras se espera que crezcan en 4.0% respecto al promedio de las ultimas cinco campañas agrícolas. Este importante resultado, además de garantizar la oferta futura de alimentos, también refleja una apuesta real de nuestra agricultura por la seguridad alimentaria de los más de 30 millones de peruanos y que afectan principalmente a quienes menos recursos tienen, a pesar de la débil o nula respuesta del actual gobierno para enfrentar, sin una política pública concreta, este problema que afecta la rentabilidad de nuestro productor del campo.
¿Entonces el sector agropecuario viene desempeñándose en piloto automático? Definitivamente la agricultura peruana ha superado otros episodios de crisis como la acontecida por el Covid-19, gracias a las políticas de estado que se han venido implementando en el sector desde el año 2000, con una tendencia intervencionista que se ha ido reduciendo, dando paso a un sector público que provee mejores servicios agrarios y que propone el uso de subsidios a la inversión, tanto en infraestructura como en capital de riesgo, para promover una mayor competitividad de los negocios agrarios.
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