Todos los que hemos estado en el colegio,
sabemos cuán crueles pueden ser los niños y adolescentes en general. Cualquier
excusa era buena para ponerle un apodo a tu compañero y repetírselo hasta el
hartazgo (tuyo, no suyo). Ser gordo en el colegio era sinónimo de ser “el
punto”, con “bromas” que oscilaban desde incómodas hasta humillantes, si no violencia
física. Luego, ya en la adultez, esas bromas se transforman en comentarios más
sutiles (como “te veo gordito ah” o “has subido unos kilitos”) o bromas a
espaldas de la víctima. En el mejor de
los casos, estos comentarios adoptan la forma de “recomendaciones”: “oye, ¿vas
a comer eso?” o “deberías bajar un poco de peso”. Hasta ahí, todo mal, pero ¿qué
pasa cuando el “bully” es el Estado?
Si tuviese que describir a un hombre
ideal, ¿qué atributos tendría? ¿Sería honesto o corrupto? ¿Trabajador o flojo?
¿Padre de familia o soltero? ¿Homosexual o heterosexual? ¿Blanco o negro? ¿Joven
o viejo? A nuestra lista de “hombre ideal”, se le puede incluir: flaco. La
obesidad es considerada “Un
gordo problema” o incluso una enfermedad
(epidemia), no una elección
o estilo de vida.
A esto es a lo que se ha llamado “denormalización”,
“(…) esto es, el proceso a través del
cual el obeso es percibido como anormal, aberrante e incluso como un individuo
pervertido” (tomado de “Turning
fat into a four letter word”).
Siguen, los mismos
autores, señalando que “Para que la campaña de denormalizacion tenga éxito, el obeso debe ser
estigmatizado. En otras palabras, ellos deben ser apartados del resto de la
sociedad hasta que, y solo si, aprenden a comportarse de manera adecuada. La denormalizacion
empuja a los obesos de ser un riesgo de salud a ser un riesgo moral (…)”.
En nuestro país, tenemos campañas
estatales que nos llaman a cambiar nuestros hábitos, para no ser obesos o malos
ciudadanos. De manera representativa, el Congreso ha aprobado la “Ley de
alimentación saludable”. En el ámbito anecdótico, el propio presidente ha
hablado del Estado ideal con una alusión metafórica -en modo de crítica- al “Estado
gordo, panzón”, sinónimo de corrupto, flojo, excesivamente burocrático,
desinteresado por la realidad social o por los pobres, etc..
Hoy en día es tan normal y aceptada esta
lucha contra la obesidad como en el pasado lo ha sido la criminalización de la
homosexualidad o la segregación racial. Solo que nuestra sociedad aun no logra
ver el paralelo entre estos tipos de discriminación. Incluso personas
habitualmente consideradas progresistas -y que se definirían a sí mismas como
progresistas- fallan en ver la relación y aplauden la iniciativa del Estado de
intervenir en la vida de las personas para decirles lo que deben o no deben
comer.
Sería
una buena tarea para sociólogos u otros científicos sociales descubrir qué
discursos se esconden detrás de estos mensajes, qué formas sutiles -y no tan
sutiles- de discriminación se extienden a los obesos, qué efectos tienen estas
campañas en los hábitos alimenticios -o hábitos en general- de la población o
por qué, en general, fallamos en percibir la discriminación por razón de peso
como un tipo de discriminación equivalente a otros.
Por lo
pronto, lo que ya ha sido medido es que hacer “consiente” a un obeso o a
cualquier persona acerca de su peso, realmente no la ayuda a bajar de peso o
prevenir la obesidad. De hecho, el efecto es completamente inverso. De acuerdo
al artículo ya citado:
“Entre 2006 y 2010, los investigadores médicos
Angelina Sutin y Antonio Terracciano estudiaron a 6,157 americanos para
determinar si la discriminación basada en su peso está asociada al riesgo de
convertirse en obeso (esto es, un índice de masa corporal (BMI) mayor a 30) o
con el riesgo de permanecer siendo obesos. Los investigadores encontraron que
los participantes que experimentaron discriminación basada en su peso tuvieron
una probabilidad 2.5 veces más alta, aproximadamente, de volverse obesos.
Mas aun, los participantes que ya eran obesos
tuvieron 3 veces más probabilidades de permanecer obesos que los que no
sufrieron discriminación. De acuerdo a los investigadores, sus hallazgos
sugieren que “lejos de motivar a los individuos a perder peso, la
discriminación basada en el peso incrementa el riesgo de obesidad”". Por esto, la próxima vez
que piense en señalar el peso de un amigo o familiar para “ayudarlo” a bajar de
peso, no lo haga.
Algunos
peruanos somos actualmente muy sensibles a la discriminación racial o por
orientación sexual. Mi corazón me dice que esa sensibilidad -e indignación- debería
extenderse igualmente hacia la discriminación basada en el peso de las
personas, mas aun cuando ésta es apoyada y promovida por el propio Estado
peruano, siendo la discriminación estatal el peor -y más peligroso- tipo de
discriminación.
Yo sé
que algunos me van a decir que no son situaciones equivalentes pues la gordura está
asociada a enfermedades y costos para la sociedad. No me quiero detener mucho
en esto, pero solo diré que lo considero falso o falaz, en varios sentidos. Por
un lado, no es cierto que los gordos representen un costo social (en el sentido
económico). Y, si no entiende por qué no lo son, haría mejor en no opinar
acerca del tema. Por otro lado, si yo quiero encontrar pros y contras acerca de
cualquier elección de vida, lo voy a hacer. No me quiero explayar para que no
me acusen tendenciosamente de ser discriminador, pero fácilmente se podrían
pensar en supuestas
desventajas de ser homosexual frente a ser heterosexual, por ejemplo. El tema
no es que existan esos pros o contras, sino cómo actuamos frente a ellos y qué
peso les damos como sociedad.
Como extra, los dejo con este video de una blogger a la que admiro (The
Fat Nutricionist), respondiendo de manera clara e inspiradora una carta recibida
de un televidente que la acusaba de promover una forma de vida irresponsable
por ser obesa y dar consejos de nutrición (ver, aquí).
Pd.: felizmente, la chica preciosa, ¡no solo acepta, sino que celebra mis kilos de más!
COMENTARIOS
Óscar, está demostrado que llevar un estilo de vida saludable (buena alimentación, ejercicio, etc) mejora notablemente la salud de las personas a corto, mediano y largo plazo. Tener una dieta rica en alimentos que contengan antioxidantes, baja en grasa y en azúcares o cereales procesados reduce considerablemente el riesgo de padecer enfermedades cardíacas, cáncer, etc. e incluso incide muy positivamente en el estado de ánimo.
Creo que es, en gran parte, por esa razón que la sociedad vincula la apariencia de las personas con ese estilo de vida positivo y saludable.
A diferencia de la homosexualidad y el racismo, en el caso de la nutrición existe evidencia científica de sobra sobre los beneficios e importancia de un estilo de vida saludable. No considero que el estado deba “imponer” estilos de vida, sin embargo, no veo problema en que existan medidas de promoción (no de prohibición) de una buena nutrición. De esta manera se pueden reducir las externalidades negativas que a la larga las personas con sobrepeso le impondrán a la sociedad.
La obesidad es una pandemia y debemos combatirla!
Sin perjuicio del tema de fondo, me ha intrigado mucho la facilidad con la que se habla de la “externalidad negativa” que imponen las personas obesas a la sociedad. Realmente, me parece que es precisamente la correlación entre obesidad y ciertas enfermedades coronarias con alto riesgo de muerte lo que explica el porqué no existe tal carga de externalidades. Por el contrario, la alimentación desordenada es una forma de suicidio y eso libera cargas a la sociedad. De la misma forma en la que no creo que deba reprimirse el que una persona se mate fumando (es su decisión) no creo que deba reprimirse que alguien se mate comiendo. Me parece que hay cierto fascismo escondido en algunas visiones del tema.
De acuerdo Oscar!. Las personas que se “suicidan” comiendo mucho no cumplirán con su esperanza de vida proyectada, morirá antes, con lo que no hará uso de los servicios de salud o pensiones de jubilación proyectadas, tendrá una más corta vejez, al final será una externalidad pero positiva para la sociedad.
Oscar, tu post y leer The Fat Nutritionist acaban de cambiar la forma en la que veo las cosas. Gracias.
En este caso específico no se trataría de un bulling estatal, sino mas bien mundial.
La OMS (dependiente de la ONU) califica la obesidad como una enfermedad y está en campaña contra este mal desde hace mas de 30 años (con resultados negativos obviamente : la obesidad se ha duplicado y hoy por hoy es considerada una pandemia).
No creo que se trate de un mal enfoque del articulo, simplemente es desconocimiento del autor.
Es muy cierto, criticar a una persona no le ayudará a superar su patología. Es mas como comentó Oscar Sumar estar “gordito” no significa estar enfermo y muchas veces estan mejor protejidos que muchos “flacos”. Lo que si es patológico es la obesidad y/o tener dislipidemias, diabetes, hígado graso, HTA, etc. abundan los flacos con estos parámetros; Generalmente son grandes consumidores de gaseosas (rica en jarabe de maíz de alta fructosa), de derivados de la soya (aceites, yogures, embutidos); muy poca gente esta informada. Los medios de comunicación y la poderosa industria siguen poniendo productos tóxicos en nuestra mesa. Aun asi seguimos en la lucha por promover una alimentación saludable y sancionar a los inescrupulosos.
Oscar
Coincido contigo. Es interesante cómo planteas un tema que puede parecer obvio y natural, que no se cuestiona.
Saludos
Ismael
Hola Oscar, alguna vez leí (qué lástima que no pueda encontrar la fuente) que nuestra insensibilidad a la matanza de un animal es directamente proporcional a su “distancia” taxonómica, en el sentido que nos da menos pena que maten a un invertebrado que a un vertebrado, a un ave que a un mamífero, a un bovino que a un primate, y a un mono que a un hombre.
Similarmente, se puede alegar que nuestra insensibilidad a la discriminación está positivamente correlacionada con la relevancia de nuestra toma de decisiones para llegar a adquirir esa característica, de allí que nos de menos pena que discriminar a alguien por su obesidad que por su orientación sexual, y por su orientación sexual que por su etnicidad.
Es decir, existe un espectro continuo de causales de discriminación, donde aquellos cercanos a factores biológicos o genéticos generan un rechazo más consensuado que aquellos que son más consecuencia de nuestro libre albedrío. He allí el “por qué, en general, fallamos en percibir la discriminación por razón de peso como un tipo de discriminación equivalente a otros”.
De aquí también se explica el por qué el estar en forma se incluye en la lista de atributos del “hombre ideal” (el ciudadano más apto para desempeñar un cargo público, citando a Charlene Elliott): su capacidad de resistirse a la tentación del placer sensorial debería volverlo menos corruptible o propenso a poner su beneficio personal por encima del de sus electores.
Estimado Oscar:
Personalmente creo que en todas las tendencias de opinión, por diferentes motivos, existe un trasfondo económico. Me gustaría saber si tienes cifras referentes a la “industria de la delgadez”, considerando sectores médicos farmacéuticos, ropa y otros implemento deportivos, alimentos y bebidas para no engordar, moda, etc. Estoy seguro que hay tanto dinero de por medio, que cualquier campaña publicitaria, opinión de expertos, financiamiento de estudios científicos etc. sólo representan un porcentaje muy pequeño de la rentabilidad que obtienen estas industrias. De ser así, y considerando ” el nuevo orden económico mundial” poco les importa orientar la opinión pública para que muchas personas, lamentablemente, crean que los seres humanos con sobrepeso, son un mal ejemplo para la humanidad y que deben ser marginados o exterminados.
Oscar, no me queda clara tu explicación de cómo la raza es también una decisión (con comillas o sin ellas): Uno no elige a sus padres al nacer, pero sí hereda inevitablemente sus rasgos étnicos (y su estatus socio-económico, pero eso es una digresión).
El que la orientación sexual tenga un importante componente de albedrío -como bien señalas- refuerza más bien mi argumento en lugar de refutarlo, pues su discriminación se encuentra aún institucionalizada al ser explícita en nuestro sistema legal. Otra cosa, si incluimos en la lista de “contras” a la acción y efecto de sufrir discriminaciones en sí, entonces pertenecer a cualquier grupo discriminado tiene desventajas que no son “supuestas” sino bastante reales.
El argumento de Kip Viscusi que señalaste en relación al de Gustavo Rodríguez y que fue apoyado por Kelly no se aplica en el Perú ni en ningún país que cuente con un sistema de salud pública y uno privado de pensiones, sí en Estados Unidos donde la manutención de los jubilados es aún costeada por los contribuyentes al Seguro Social dentro de la población económicamente activa, e incluso allí es rebatible si los costos incurridos en la persona enferma antes de morir sin jubilarse son efectivamente menores que los costos de mantener a la persona saludable durante su periodo de jubilación.
En ese sentido, enfermarse terminalmente no es una externalidad positiva sino un ejemplo muy similar a la parábola del vidrio roto de Bastiat: la economía no mejora cuando el dueño de la ventana reasigna su presupuesto apoyando al vidriero, pues pasa de aumentar su bienestar gastando su dinero en cualquier otro bien, a simplemente restituir su status quo reponiendo el vidrio roto. De la misma manera, la economía no mejora gastando en salud en lugar de en pensiones, solo la familia del fallecido empeora, pues pierde a su ser querido.
Precisamente, “La relevancia de nuestra toma de decisiones para llegar a adquirir esa característica” tiene como trasfondo la facilidad de quitárnosla por medio de nuestra fuerza de voluntad.
En ese sentido, pongo en tela de juicio la validez de la conclusión de Sutin y Terracciano ante los resultados de su investigación, pues hay que distinguir a aquellos con sobrepeso por una cuestión de ansiedad o depresión de aquellos con sobrepeso por una mera cuestión de descuido.
Los primeros, es cierto, recurrirán a la comida ante cada ataque discriminativo, generando así una espiral auto-destructiva. Los segundos, en cambio, percibirán dichos embates como incentivos para ponerle atención a su silueta y modificar sus hábitos alimenticios y de ejercicio.
Después de todo, ¿cuántas veces hemos visto a personas que bajan abruptamente de peso tras una ruptura sentimental, especialmente cuando observan que sus ex-parejas empiezan una nueva relación con alguien evidentemente más en forma? (que es de hecho un episodio más objetivamente medible de discriminación por peso que el que utilizaron en su estudio).
Así, los amigos que de buena fe les hacen observaciones al respecto (cuando consideran que sus sobrepesos exceden el nivel saludable), lo hacen porque en verdad creen que así los ayudarán a reaccionar, pues asumen que el individuo tomará sus comentarios en forma “racional” (en este caso, “libre de enfermedades psiquiátricas”). Esto es análogo al argumento clásico de que es mejor no comprarle a un vendedor cuando es solo por lástima, pues así este se dará cuenta más rápido de que está en un mal negocio y buscará vender otro bien que sí tenga un mercado per se.
Estoy de acuerdo con tu crítica a la discriminación por peso, pero discrepo en gran parte con lo que opinas sobre el costo de la obesidad. Lo mencionado por Gonzalo Moya es correcto en la parte de costo-beneficio. La obesidad, cuando genera enfermedades o problemas médicos, que rara vez no lo hace, es un costo para el sistema de salud y para la familia.
En otros temas mencionados de discriminación, la homosexualidad no es una decisión en la mayoría de los casos, si bien hay un componente social y de entorno, la base de la orientación sexual es una combinación de genes, hormonas pre-natales y estructura cerebral. No son solo genes, es una combinación de factores biológicos. La mayoría de homosexuales no decide serlo, no tiene opción. Es usualmente heredado por línea materna. No estoy diciendo que eso pasa en 100% de los casos, solo que hasta ahora eso es lo que indican los estudios.
La discriminación étnica viene de miles de años atrás y siempre dependió de qué etnia o pueblo era el dominante, para discriminar a los que eran conquistados y dominados, considerándolos inferiores. Los incas discriminaron y esclavizaron a parte de los pueblos que conquistaron, y los españoles discriminaron a los incas. En el mundo occidental aún subsiste este referente y es por eso que se discrimina a las etnias que fueron dominadas y esclavizadas por los europeos hace menos de cien años atrás (un tiempo muy corto de historia). A pesar del entrecruce étnico actual, la descendencia que muestre principalmente rasgos de las etnias hace poco dominadas, son los más propensos a ser discriminados. En Asia y África la discriminación étnica es aún muy fuerte entre algunos pueblos. El término raza para separar humanos por color de piel es incorrecto (no voy a explayarme, usaría una página completa para explicar esto). Hay etnias cercanas entre sí con color de piel muy diferente, y etnias con gran distancia genética entre ellas, que tienen el mismo color de piel. Para que tengamos una idea, la variabilidad genética dentro de África es mayor que la variabilidad en todo el resto del mundo junto (sin contar a los que tengan un mínimo de ascendencia africana), sin embargo, para la mayoría del mundo occidental son los árabes al norte del Sahara y los “negros” al sur. Entre estos habitantes sub-saharianos hay miles de etnias diferentes, y hay más diferencia genética y física entre un habitante de Namibia o Angola y uno de Kenia, que nuestra parte nativa y un tibetano.
Estimado Oscar, coincido que la obesidad, sea genética o por adicción a la comida es una enfermedad que tiene que ser tratada y es de entera responsabilidad de quien la padece, lamentablemente siempre hay “disculpas” para aceptar esa condición, pero somos testigos de la poca responsabilidad de cuidar su condición, no se esta hablando de delgadez si no de mantenerse, no tener excesos, cuidar su salud. Aquí no se trata de discriminar por su condición sino son temas de salud publica, acaso las empresas que contratar personal para trabajar en bajo algunas condiciones (caso mineras, por ejemplo) evalúan el estado físico y de salud de los postulantes?, entonces….
Repito, no se trata de que todos sean “palitos” y crucifiquemos a los “gordos”, se trata de que como sociedad debemos asumir que es un tema de salud publica luchar contra la obesidad, desde nuestros hijos pequeños, dado que la modernidad ha propiciado el sedentarismo. Depende de nosotros mismos.
Yo creo que todos deben ser libres de hacer con su vidas y salud lo que les de la gana, siempre que no sea una carga para los demás. Si quieren drogarse que lo hagan, si les gusta ser bulímicos que lo sean, si quieren suicidarse también y por último, si quieren comerce todo lo que sale en los comerciales adelante. Mientras que sea con su dinero, todo bien.
No es lo mismo ser obeso a ser gordo y que el estado haga publicidad para llevar una “vida sana” no es mala, pero el enfoque que han adoptado para realizar esa campaña, sí.
Creo que cuando queremos a alguien buscamos su bienestar y salud. Solo si el sobrepeso que tiene esa persona es perjudicial para si mismo deberíamos ayudarlo, más no obligarlo, a bajar de peso y cuando digo bajar de peso me refiero justamente a bajar los kilos demás no a que sea una persona delgada o flaca.
Se debería elaborar una campaña donde se muestre que ser gordo no es malo y no tiene que ser motivo de burla para otros.
Sabemos que todo en exceso hace daño.
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