Migraciones y mercado laboral

Por: José Gallardo, Piero Ghezzi y Alonso Segura

La inmigración venezolana, por su escala y consecuencias, es un fenómeno que nos permite analizar el rol de las políticas públicas para mejorar las condiciones de absorción de mano de obra en la economía formal, por sus efectos económicos y sociales en peruanos y venezolanos.

La reciente decisión del gobierno de no otorgar más permisos temporales de permanencia (PTP) a los migrantes venezolanos evidencia un complejo dilema. Desde el lado humanitario, lo correcto es una política de apertura con migrantes quienes lo único que buscan es condiciones mínimas de bienestar que no pueden, ni remotamente, lograr en su país. Debido a que somos un país que en carne propia ha sufrido oleadas de emigración, no solo no podemos albergar sentimientos xenófobos con aquellos que sufren las consecuencias de errores y crímenes de sus gobernantes, sino que debemos hacer lo posible por acogerlos y darles una esperanza de mejora de vida.

Desde el lado humanitario, lo correcto es una política de apertura con migrantes quienes lo único que buscan es condiciones mínimas de bienestar que no pueden, ni remotamente, lograr en su país.

Sin embargo, tras más de medio millón de migrantes, la reciente decisión del gobierno, basada en la incapacidad de mayor absorción de nuestra economía, debería obligarnos a analizar de manera balanceada los efectos económicos y sociales de esta masiva inmigración. Para ello, es importante entender que ni todas las migraciones son iguales ni que todas tienen los mismos impactos sobre los países de destino.

Inmigraciones de personas jóvenes y educadas potencialmente tienen los efectos más favorables en los países receptores, pues inyectan no solo mano de obra de largo plazo a la economía -de asentarse de manera permanente-, sino también  de capital humano más productivo. Según estudios/encuestas de OIM, los migrantes venezolanos en nuestro país, en su mayoría, son jóvenes con edades entre 18 y 39 años con estudios superiores técnicos y universitarios. Esto probablemente se explique porque cohortes de mayor edad y los más pobres ven más difícil su inserción o no pueden costear los costos de viaje.

Es importante entender que ni todas las migraciones son iguales ni que todas tienen los mismos impactos sobre los países de destino.

Lamentablemente, el impacto de la población migrante en el país receptor depende también de la estructura productiva de este último, así como de sus condiciones de crecimiento. Nuestra economía formal no puede absorber el influjo de mano de obra de los jóvenes que ingresan al mercado laboral todos los años. Aun con un crecimiento en torno al 4%, la tasa de largo plazo actualmente sostenible, no es posible que la economía formal absorba este influjo, incrementado sustancialmente por la inmigración observada. Debido a estos condicionantes, aunque los inmigrantes cuenten con un alto nivel de capital humano, este casi no se verá reflejado en mejoras de productividad, en la medida en que sean empleados (o autoempleados) en trabajos informales y/o de baja productividad.

Lamentablemente, el impacto de la población migrante en el país receptor depende también de la estructura productiva de este último, así como de sus condiciones de crecimiento.

Los efectos de la migración, además, suelen ser diferenciados. Un impacto negativo se produce a causa de migrantes que provienen del interior del país y se dirigen hacia grandes ciudades, usualmente en la costa. Los migrantes internos suelen tener procesos de inserción a la economía bastante lentos en lo laboral (toma generaciones) y un acceso a bienes públicos de menor calidad. Estos segmentos poblacionales pueden sentir competencia de los nuevos migrantes por ambas razones. Trabajadores estacionales en el campo también pueden verse desplazados. Es decir, los efectos transversales, por lo menos en el corto plazo, son similares a aquel de un influjo de mano de obra no calificada. En otras palabras, se exacerba aún más la informalidad y se genera la baja del ingreso de la mano de obra no calificada. El Estado debería hacer un análisis profundo de estos desequilibrios en el mercado laboral, mayores a los usuales, y evaluar qué ajustes a políticas públicas son pertinentes, como mecanismo de mitigación en el corto plazo.

En la medida que la situación no se revierta, esta mano de obra con estudios superiores (profesionales trabajando de taxistas, mozos, ambulantes o trabajadoras del hogar) podría terminar erosionando su capital humano con carácter permanente. Esta es la tragedia que la mayoría de los jóvenes profesionales peruanos enfrenta cuando ingresa al mercado laboral: no encuentra empleo acorde a su formación y termina inmerso en un mundo de informalidad laboral del cual le es cada vez más difícil salir.

El Estado debería hacer un análisis profundo de estos desequilibrios en el mercado laboral, mayores a los usuales, y evaluar qué ajustes a políticas públicas son pertinentes, como mecanismo de mitigación en el corto plazo

 Estos son los resultados de mayor oferta laboral sin cambios significativos en las condiciones de demanda. Diferente sería la situación si existiesen sectores cuyo crecimiento estuviese restringido por falta de mano de obra calificada de las características de la migrante. Un ejemplo consistiría en que un sector de alta especialización como el de hidrocarburos enfrentase insuficiencia de ingenieros petroleros o que migrasen emprendedores con capacidades, y sobre todo, capital, que les permitiese abrir empresas formales modernas y productivas.

 En la medida que la situación no se revierta, esta mano de obra con estudios superiores (profesionales trabajando de taxistas, mozos, ambulantes o trabajadoras del hogar) podría terminar erosionando su capital humano con carácter permanente.

Lo fundamental, si queremos romper el status quo y mirar al mediano plazo con mayor optimismo, independientemente de oleadas migratorias, son políticas públicas que mejoren las condiciones de generación de empleo formal en el sector moderno de la economía, y que ayuden a las empresas informales a transitar hacia la formalidad, a través de niveles de calidad y productividad necesarios para insertarse en cadenas de valor formales. Ello es imposible, numéricamente hablando, en ausencia de políticas de desarrollo o diversificación productiva, que permitan incorporar nuevos motores de empleo formal escalables.

Lo fundamental, si queremos romper el status quo y mirar al mediano plazo con mayor optimismo, independientemente de oleadas migratorias, son políticas públicas que mejoren las condiciones de generación de empleo formal en el sector moderno de la economía

Esperar que inercialmente el crecimiento económico resuelva estos problemas, desconociendo el rol que deben desempeñar las políticas públicas, es la fórmula perfecta para que nada cambie. ¿Son estas las (faltas de) oportunidades que queremos legar a nuestros hijos?

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