Parte de la indignación de la ciudadanía con la corrupción tiene un componente de frustración contra lo que nos aleja del desarrollo, entendido este por la capacidad de un país de generar riqueza para toda la sociedad y que esta se refleje en mejoras en su calidad de vida.
La población sabe que la falta de colegios para matricular a sus hijos, las deficiencias e insuficiencias en hospitales, carreteras, puentes, puertos, infraestructura productiva y mejor calidad de servicios de salud y educación es, en buena medida, responsabilidad de quienes le meten la mano al bolsillo de los ciudadanos a través de sus actos de corrupción.
El desafío que tiene la actual administración es luchar contra el cáncer en que se ha convertido la corrupción para el país, pero sin perder de vista la obligación que tiene de avanzar en paralelo en reformas que hagan posible el desarrollo anhelado.
¿Cómo hacerlo?
Recientemente, la OECD (2018) publicó, Perspectives on Global Development 2019: Rethinking Development Strategies, el cual establece que el diseño de estrategias que contribuyan al desarrollo de los países debe priorizar la búsqueda de altos niveles de bienestar.
El documento sugiere cuatro premisas que los hacedores de políticas públicas tienen que tener en cuenta para el diseño de las estrategias de desarrollo de los países que están en ese proceso:
- Deben responder al nuevo contexto global. Los cambios producidos en los últimos 30 años con la apertura de China e India al mercado mundial, la crisis financiera internacional y los problemas en la economía China que desestabilizan al mundo, han redibujado el mapa de las relaciones económicas. El Perú también ha cambiado, aunque estos cambios son evidentes recién en los últimos 19 años y coinciden con la vigencia de 20 acuerdos comerciales que se pueden aprovechar, cuatro firmados y otro en proceso de negociación.
- No pueden asumir que el crecimiento económico traerá automáticamente mejoras en el bienestar de la población. En muchos casos el crecimiento de los países ha ido de la mano del incremento de la desigualdad por lo que el desarrollo debe medirse y buscarse desde diferentes dimensiones que contribuyan al bienestar de la población. El Perú tuvo un crecimiento importante durante la primera década del siglo XXI, impulsado por la exportación de metales. En esa fase de expansión, el país incrementó su gasto social, lo cual permitió reducir la pobreza. (Herrera, Javier, 2004-2014). Posteriormente, entró en una fase de crecimiento moderado y el solo mantenimiento del gasto social no es suficiente para garantizar la reducción de la pobreza y menos aún de la desigualdad.
- Deben responder a las nuevas tendencias y desafíos. En países como el Perú, esto supone enfocarse en la inclusión social y la sostenibilidad ambiental. El diseño de la estrategia de desarrollo del Perú debe tratar de conciliar el aprovechamiento de los recursos naturales y el cuidado del medio ambiente con las expectativas de quienes se benefician del crecimiento y los que aún no lo hacen.
- Estar acordes a los tiempos que se viven. No hay recetas que copiar porque se viven momentos distintos. Sin embargo, la historia ha demostrado que las mejores estrategias para impulsar el desarrollo son las multisectoriales y participativas. El Perú no tiene el tiempo que tuvo Corea del Sur para impulsar su proceso de desarrollo tecnológico, ni el mercado que tiene China que le ha permitido desarrollar diversos sectores industriales que hoy lideran en el mundo, y tampoco tiene los altos niveles educativos de Alemania para promover un desarrollo basado en la innovación.
El documento elaborado por la OCDE también señala que las estrategias de los gobiernos deben ser influenciadas por los nuevos desafíos globales: tecnologías disruptivas, incremento de tasas de urbanización, cambio climático y problemas de seguridad alimentaria, las nuevas tecnologías, el compromiso con la educación tecnológica, el surgimiento de ciudades intermedias que sirvan de puente entre el campo y la ciudad, entre otros.
En el caso particular de Perú, para hacer su análisis la OCDE tuvo a la vista el Plan Bicentenario al 2021 y como muchos de los otros 39 planes que pudo revisar, observó que estos plantean un crecimiento que facilite el desarrollo, a partir de la diversificación de la economía. Sin embargo, pocos incluyen en el desarrollo de sus ejes o estrategias la necesidad de hacer una apuesta por la mejora tecnológica que supone más infraestructura digital, más inversión extranjera para reducir la brecha tecnológica o plantean compromisos para incrementar los presupuestos para la investigación y desarrollo, entre otros componentes sustantivos para el desarrollo tecnológico.
Para la OCDE no basta con reconocer que la diversificación de la economía contribuye al desarrollo sino que se requiere acciones políticas de innovación y transferencia tecnológica que sean contundentes.
Felizmente, la Política Nacional de Competitividad y Productividad que acaba de aprobar el gobierno, se alinea con políticas nacionales relacionadas como la de Desarrollo de la Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica, y la Política Nacional Agraria, las cuales establecen de forma expresa la necesidad de promover la generación y transferencia de conocimiento científico y tecnológico en el primer caso y, en el segundo, apoyar la transición y diversificación hacia cultivos más rentables, aprovechando el avance tecnológico y las tendencias de la demanda nacional y mundial.
El gran desafío es dar contenido y proveer de instrumentos a esos lineamientos:
- Que se aproveche información existente que ha sido elaborada con tecnología geoespacial y los sistemas de información geográfica SIG para focalizar y promover las inversiones, combinando criterios de eficiencia, pobreza, accesibilidad, características se suelo, capacidades productivas, entre otros.
- Que se promueva la atracción de inversión para acercar a las empresas y al país al conocimiento, para tener más casos como el de Stevia One que hoy produce stevia a partir de cultivos en Selva.
- Que se repatrie a la diáspora de investigadores peruanos que viven en países desarrollados y que puedan contribuir a acercar al país al conocimiento.
- Que se incremente el número de jóvenes que salen a prepararse fuera del país para que luego retornen y transfieran los conocimientos aprendidos.
- Que se simplifique el acceso a la difusión tecnológica que permita capitalizar las patentes vencidas.
- Que se invierta más recursos en fondos de capital para start-up.
- Que se mejore la calidad de la educación en ciencia y tecnología.
- Otros.
Hasta ahora todo lo que hemos logrado como país no alcanza para generar bienestar para todos los peruanos. Eso se explica porque nuestro desempeño se ha basado en explotar aquello que se ha heredado y en aprovechar las potencialidades visibles. El matiz lo ha puesto el sector agroexportador que introdujo innovaciones para aprovechar las condiciones de mercado. Sin embargo, el reto del desarrollo exige que se introduzcan cambios tecnológicos que traspasen las fronteras de lo evidente. Eso solo se puede lograr con conocimiento que nos permita hacer agricultura en el desierto o cultivar cosas impensables en altura, crear valor a partir de la biodiversidad de nuestra Selva, apostar por la inteligencia artificial, entre otros.
Ojalá que el presidente Vizcarra no pierda la oportunidad histórica que tiene de crear los instrumentos para acercar el país a ese conocimiento.
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