Cuando uno lee material sobre gestión de riesgos, o regulaciones sobre gestión de riesgos, tendrá a menudo la impresión de que existe el riesgo de crédito, el riesgo de mercado, el riesgo de inversiones, el riesgo operacional, para citar los más conocidos por el hecho de que den lugar a “requerimientos de capital” en el caso de las instituciones financieras. Se los suele presentar de manera separada. Pero pensemos en ciertas situaciones que no permiten verlo así.
a) Un banco tiene problemas serios con un cliente, las negociaciones no dan resultado, el deudor muestra poco cooperación; se decide llevarlo a los tribunales y ejecutar la garantía; y en ese momento, se dan cuenta de que la garantía que creían tener no existe, no ha sido debidamente registrada y al final no se recupera casi nada; es más este caso permite descubrir que en el área a cargo de la toma de garantías hay bastante descuido y falta de seguimiento, y que muchas otras garantías están en ese caso.
Por supuesto se dirá que de todas maneras se ha materializado el riesgo de crédito en primer lugar, pues se habrá tenido pérdidas crediticias y así serán registradas en la contabilidad del banco. Pero al mismo tiempo, hubo fallas del personal a cargo, y seguramente de los procesos, pues con un buen seguimiento se hubiera podido detectar mucho antes que había un problema en esa área. Se materializó también el riesgo operacional, y por este factor, las pérdidas crediticias fueron mayores de lo que debieron ser. Este tipo de historia está en la memoria de muchas entidades financieras, grandes o pequeñas.
b) Varios casos son conocidos por las pérdidas enormes debidas a la materialización del riesgo de mercado (trátese de pérdidas cambiarias, de pérdidas de valor de un portafolio de inversiones, de pérdidas por movimientos desfavorables en la tasa de interés, de pérdidas por fluctuaciones en los precios de commodities): tenemos el que ya tuve la oportunidad de tratar en otro post, el del banco Barings en 1995, pero también de Allfirst, filial americana del Allied Irish Bank en 2002, Sumitomo Corporation en 1996 (el famoso caso del trader en derivados del cobre que llegó a controlar 5% de ese mercado) o más recientemente, el caso Société Générale con su trader Jérôme Kerviel en el 2008 (los franceses usan la expresión “traders locos” para estos casos), o el caso de la “Ballena de Londres” (enormes pérdidas por derivados crediticios y multimillonaria multa) en el 2012 que afectó nada menos que al JP Morgan Chase, que se suponía invulnerable a este tipo de problemas.
Bueno, en todos estos sonados casos, se vieron apuestas masivas que excedían los límites autorizados a los traders, muchas veces incluso operaciones no autorizadas alojadas en cuentas especiales, intentos largo tiempo fructuosos de esconder pérdidas manipulando las cuentas, e incluso conductas manifiestamente fraudulentas. Otra vez las famosas “fallas del personal”, pero también en los procesos, como lo mostraron las investigaciones posteriores. Es decir se trató también de materialización del riesgo operacional, que tuvo como consecuencia que las pérdidas por riesgo de mercado, que son las que se registraron, fueran mucho mayores. A veces fue peor, lo que he llamado “riesgo operacional organizacional”, por su carácter sistémico grave en la organización afectada.
c) El tristemente célebre, como desencadenante de la crisis que empezó en el 2007, caso de los “bonos tóxicos” (los famosos CDO- Collateralized Debt Obligations) respaldados por “créditos hipotecarios basura” que algunos bautizaron NINJAS (porque otorgados a gente, sin trabajo ni ingresos estables, y sin activos), es visto ahora como a la vez la materialización de un riesgo de mercado (bonos que perdieron valor) y la de un riesgo crediticio (perdieron valor cuando fue obvio que cada vez más créditos hipotecarios subyacentes no eran pagados). Es más, también se puede hablar en este caso de “riesgo de inversiones”, que tiene elementos de riesgo de mercado y de riesgo crediticio a la vez, donde ambos se potencian mutuamente.
Pero, pensándolo bien, ¿no se trataría también de materialización del riesgo operacional? Pensemos en todo lo que se vio una vez terminadas las investigaciones: ignorancia deliberada de los más mínimos principios de gestión del riesgo crediticio en los originadores de las operaciones, venta prácticamente fraudulenta a los inversionistas de títulos cuyo poco valor real se conocía, fallas garrafales de las clasificadoras crediticias que dieron buenas notas a dichos títulos (guiadas a la vez por modelos desconectados de la realidad y por no pocos conflictos de interés: no les convenía mirar esos títulos con objetividad). Se puede decir entonces que en este mega-caso se materializaron al mismo tiempo los riesgos de mercado, de crédito y operacional; y además el de liquidez, pues estos títulos se volvieron invendibles.
Conclusión:
Siempre es necesario tener una visión integral de los riesgos, en vez de pensarlos “en silos” como he visto tan a menudo. Las diferentes categorías de riesgos no quieren decir que se es lo uno o lo otro, hay casos en que dos, incluso más tipos de riesgos coexisten en un evento; es más, incluso se pueden exacerbar mutuamente, agravando los impactos.
En el pasado, una visión “en silos” ha llevado a que se diseñen soluciones incompletas o incoherentes para hacer frente a determinados riesgos.
COMENTARIOS
La realidad es que entre los diferentes tipos de riesgo hay correlacion, lo que finalmente lleva a que la accion conjunta de todos estos pueda amplificar la pérdida por un evento específico.
En esta situación la pérdida puede ser más grande y darse con mayor frecuencia de la esperada dentro de los modelos usuales de cuantificación del riesgo (que asumen distribuciones normales en muchos casos), por ello vale la pena tener en consideración otras herramientas como el análisis del riesgo en los extremos de las colas de distribucion (tail risk). La práctica de analizar y cuantificar el “tail risk” es relativamente nueva y tambien posee una serie de limitaciones; aunque se logre mejorar con ello la precisión del cálculo del capital económico requerido para soportar las pérdidas inesperadas siempre habrá un nivel de incertidumbre difícil de anticipar, por ello la mejor practica sigue siendo la prevención y ello se logra mediante la implementación de normas y procedimientos adecuados dentro de cada organización.
Con respecto a los casos mencionados, específicamente el de los CDO, el problema también fue la innovación que representaban estos productos. Tal innovación venía con el desconocimiento de la manera en que se interrelacionaban todos los riesgos que subyacen a este tipo de instrumentos; finalmente lo que vimos como resultado fue la sobre-exposición de ciertas instituciones financieras a estos instrumentos sin comprender la magnitud de las posibles pérdidas a las que se estaban exponiendo.
Otros ejemplos que podemos encontrar como parte de la literatura financiera es lo sucedido con los casos de Metallgesellschaft y el muy conocido Long-Term Capital Management.
Tal como indica la lectura, muy acertadamente nos muestra que la gestión de los riesgos debe ser de manera integral, ya que su impacto en muchos casos es multidisciplinario, multiproceso, mixtilínea y sobre todo que genera pérdidas en las instituciones que en algunas ocasiones no son tan visibles de primera mano en los estados financieros, sin embargo se dejan sentir por ejemplo en temas reputacionales o incluso pueden afectar los ingresos futuros, como lucro cesante. Aprovechando la experiencia del Dr. Gregorio, sería tan amable de compartir alguna literatura adicional en el tema.
Gracias.
Solo una consulta , el riesgo operacional puede estar generándose desde el momento en que se recluta al personal ya que los procesos de selección no son los adecuados.
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