El reciente aniego de aguas fecales en San Juan de Lurigancho ha suscitado obviamente numerosos comentarios, incluyendo los comentarios de tipo político, la repetición de las ya conocidas críticas a la existencia de empresas públicas y a los problemas de gestión de SEDAPAL, los de naturaleza social (el maltrato a los distritos menos favorecidos), etc. Pero este evento revela muchas cosas alarmantes desde el punto de vista de la gestión de riesgos y plantea interrogantes inquietantes al respecto. Tanto más por cuanto se han producido más aniegos. Veamos.
En algunas columnas y artículos he visto esfuerzos de análisis en ese sentido. No puedo mencionarlos a todos, pero puedo dar como ejemplos una columna de Eduardo Morón, el presidente de APESEG (en El Comercio), donde acertadamente recuerda los riesgos intrínsecos de la vida limitada de los consorcios y de cómo los riesgos pueden estar cubiertos por los seguros, tanto sobre la obra construida como de manera general entre las empresas y personas, una de La República donde el autor se pregunta muy acertadamente lo que pasaría si se produjera un terremoto, una más reciente de Hildebrandt en sus Trece que habla del subcontratista involucrado y se pregunta si no hizo otras obras de alcantarillado, y se notan además disfunciones de supervisión.
Ya con esos ejemplos se está viendo que no pocos perciben las diferentes aristas que deberían llevar a la reflexión para la acción. Y los que han apuntado a las visibles limitaciones de capacidad de intervención y reparación rápida por parte de SEDAPAL, y a los otros aniegos, hacen bien en hacerlo, pues es uno de los problemas clave, desde el punto de vista de la gestión integral de riesgos.
Y efectivamente, hay muchas razones para preocuparse, y para tomar medidas lo más rápido posible, empezando por ciertas verificaciones urgentes:
. parece haber una deficiencia estructural en la ejecución y supervisión de las obras “complementarias” que se hacen para resolver las llamadas “interferencias” de redes de servicios públicos (agua y alcantarillado, electricidad, ductos de gas, cableados de telefonía e internet…) cuando se ejecutan grandes proyectos. ¿En cuántos casos estas obras habrán sido delegadas a subcontratistas inadecuados y dejadas de facto sin supervisión? ¿Cuántas bombas de tiempo del mismo estilo tenemos en Lima y Callao?
. el escenario del sismo de gran magnitud, que no tiene nada de teórico: si en ausencia de un fenómeno natural suceden estas cosas, sólo imaginarse roturas en numerosas partes de Lima y Callao, con aguas fecales desbordando a la ciudad en numerosos puntos en simultáneo con limitadas capacidades de intervención de SEDAPAL, tendríamos además de la propia emergencia sísmica una verdadera catástrofe sanitaria de gran escala; sabiendo además que gran parte de las redes todavía no ha sido renovada, entonces es muy vulnerable; el problema del modelo de gestión de SEDAPAL no se limita a un tema ideológico y político, como lo menciona el portal Lampadia; hay una variable clave de gestión de riesgos que se está descuidando
. de manera general, cuando se conoce los numerosos casos de corrupción que se están descubriendo, cabe preguntarse cuál es la calidad real de las obras de agua y alcantarillado no sólo en Lima y Callao, sino en otras ciudades; ¿no tenemos un riesgo de desastres mucho más elevado de lo que se cree en ese tipo de infraestructura frente a fenómenos naturales, sean sísmicos o inundaciones? ¿Los modelos de vulnerabilidad no estarán subestimando el riesgo?
. cuando se construyó el Metro de Lima, hubo muchos artículos alabando las técnicas de ingeniería utilizadas para evitar que sucediera lo mismo que en Santiago en el 2010, donde varias vías elevadas se quebraron, y se habló de resistencia a sismos de magnitud 9 Mw; magnífico, pero esperemos que no haya sorpresas esperándonos por ese lado, y que lo de SJL se limita a un manejo descuidado de la resolución de “interferencias” por parte de los constructores y no revela descuidos mayores en la ejecución de la obra principal; sobre todo si han aparecido deficiencias en la supervisión; ¿hay manera de cerciorarse de ello sin esperar a que se produzca la prueba real que sería un gran sismo?
. algo que me llamó la atención fueron los conflictos de empresarios con aseguradoras sobre los montos a indemnizar: la buena noticia es que los había muchos que estaban asegurados, es decir que al respecto hemos estado mejorando; pero no deja de preocuparme que se hayan producido esas tentativas de indemnizar lo menos posible; cuando justamente lo que le conviene al país es que los seguros privados contra daños se extiendan todo lo que se pueda, y que seguramente ha representado un gran esfuerzo educativo convencer a mucha gente que tome un seguro para su empresa y pertenencias, si las indemnizaciones no son adecuadas, ¿no habrá un efecto desalentador y regresivo en el mercado de seguros, por una pérdida de la confianza difícilmente ganada?
. Lima y el Callao se han estado volviendo, por efecto del cambio climático, en una aglomeración donde llueve cada vez más frecuentemente, no es como cuando un día con lluvia era un evento raro y un “notición” (recuerdo la de 1970 y la del 1981, el día de un partido Perú-Colombia); así como no entiendo que los techos se sigan construyendo completamente planos en Lima, y para colmo con barreras intermedias que los convierten en piscinas, sin vías de evacuación (¿han visto esos daños en la parte alta de edificios muy nuevos de color blanco?) como si nada hubiera cambiado, ¿qué se está haciendo en materia de redes de drenaje? Porque es necesario saber que una de las razones por las cuales aguas fecales y servidas en general pueden desbordarse fácilmente, como toda el agua generando inundaciones, es también por la falta de drenajes de aguas pluviales adecuados. Y si incluso en regiones de mayores lluvias, como en el Norte, se sigue teniendo las mismas debilidades en este tema (y “reconstruyendo sin cambios”), imagínense lo que será en nuestra “supuesta capital sin lluvia”; ¿la expresión “drenaje urbano de aguas pluviales” existirá en el vocabulario de la gestión pública limeña? ¿Y se conoce su interacción con la gestión de los residuos sólidos o no?
. algunos han editorializado sobre cómo los distritos de las zonas menos pudientes de Lima y Callao, así como en general las ciudades de las otras regiones, son frecuentemente tratadas con mucho descuido, en cuanto a infraestructura básica, con una falta de empatía hacia la gente que ahí vive. Espero que no sea cierto, y aniegos pestilenciales se ven también en San Isidro, pero me temo que tengan algo de razón; encima de que a menudo, la falta de interés viene de las propias autoridades regionales y municipales más interesadas en otras cosas (p. ej., la gestión del riesgo de desastres en Lima es otra “bomba” dejada al nuevo alcalde), eso sería un desastre adicional en cuanto a integración del país, con ominosos riesgos geopolíticos internos.
No he buscado ser exhaustivo, pero como ven, ese aniego de San Juan de Lurigancho revela muchas más cosas y suscita muchas más interrogantes preocupantes de lo que se cree, salvo por parte de algunas mentes lúcidas que predican en el desierto.
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