Algo que llama la atención es cómo regularmente en los últimos tiempos, al ver el desastre absoluto en el que ha caído la economía venezolana, generando en poquísimo tiempo una migración tan fuerte como la de un país en plena guerra civil, muchos analistas llevan pronosticando que ese desastre económico, social y humanitario provocaría inevitablemente la caída del presidente Maduro, e incluso la del régimen chavista. Es una visión desgraciadamente muy “economicista” de las cosas, ignorando la historia repetida de otros países. En realidad, para cierto tipo de regímenes, el desastre económico que provocan puede ser usado hábilmente como un arma adicional de consolidación del poder, hasta puede haber sido buscado.
Un ejemplo histórico de ello es la ex Unión Soviética. La aplicación de las ideas de los bolcheviques en el poder provocó inicialmente, más allá de los estragos de la guerra civil, la ruina económica de Rusia. Conforme el régimen soviético iba ganando la guerra civil, esa ruina, y el mismo temor a la ultra-violencia con la que gobernaba el régimen, generaron una fortísima emigración, no solo de gente de la nobleza y de la alta burguesía, que de todas maneras estaban destinadas a ser aniquiladas, sino, también de la pequeña burguesía (grosso modo lo que se llama clase media ahora), que para algunos bolcheviques también era un peligro para la Revolución y también debía ser aniquilada. El hecho es que esa emigración ayudó mucho a quitarle de encima al régimen a un cierto número de gente que de todas maneras iba a ser un foco descontento, de una manera u otra. Una economía de tipo socialista se fue consolidando, con un periodo de mejora económica innegable facilitado por el pragmatismo de Lenin (opuesto a la idea de aniquilar a la clase media) dándole algo más de espacio a la pequeña actividad privada, que incluso permitió inversión extranjera en la industria, además de desarrollar un “capitalismo de Estado” (el periodo llamado de la Nueva Política Económica o NEP, iniciada en 1921). Ello le permitió más tarde a Stalin lanzar, desde un punto de partida más favorable, sus políticas de industrialización a marcha forzada, pero también de colectivización de tierras, provocando a su vez una nueva hambruna con millones de muertos, mientras iba consolidando el control político y social total, con los “órganos de seguridad”, creación de Lenin, llenando de millones de personas los campos de concentración y de trabajos forzados (el famoso GULAG), y disponiendo así de una mano de obra adicional muy barata para la industrialización y las grandes infraestructuras.
La lección obvia de la historia de la Unión Soviética es que un régimen de naturaleza totalitaria (donde lo esencial es el control político, económico y social total por el Partido-Estado, que está incluso por encima de la vida privada, y que la ideología revolucionaria lo guíe todo; es la diferencia con los regímenes autoritarios, que muchas veces son puro caudillismo personal o de un grupo, o monopolio del poder político por un partido) puede perfectamente tener éxito en consolidarse en medio de la ruina económica y hasta drama humanitario que contribuyó él mismo a crear. Se termina llegando a una forma de equilibrio donde, luego de los horrores vividos antes, la gran mayoría de la gente “se resigna” y se conforma con la mejora posterior, tanto más fácilmente si la gran mayoría de las élites educadas bajo el antiguo régimen ya no está ahí. Y hubo durante cierto tiempo progreso económico y social en un país que venía de un atraso total. Claro, con el tiempo, los límites de una economía de tipo socialista fueron apareciendo, lo que contribuyó al colapso del sistema, pero eso fue luego de varios decenios.
El caso de Cuba es algo especial, pues su economía revolucionaria fue siempre un desastre, pero las altísimas subvenciones soviéticas le permitieron al gobierno dar una cierta forma de “bienestar” a la población a través de los programas de salud, por ejemplo. La gente se fue acostumbrando, ello facilitado por el control social total hasta los más pequeños niveles vecinales. Se podría hablar de régimen totalitario de ideología socialista, pero también había características de típico caudillismo latinoamericano. Pero, aún con ayuda exterior, sería otro caso de consolidación del poder en media de la ruina económica inicial (que no venía solamente del embargo norteamericano), para llegar a un cierto equilibrio con el cual la gran mayoría se conforma.
En varios países de régimen totalitario comunista o socialista se ha visto esa evolución. Es una cierta forma de “éxito”, donde la ruina económica y social, hambruna y fuerte emigración incluidas, termina consolidando a un régimen, a través de la reducción de la capacidad de resistencia de la sociedad (que en cierto momento está demasiado ocupada con el sobrevivir diario para pensar en otra cosa), reforzada por la omnipresencia de los aparatos de seguridad armados, apoyados por una densa red de colaboradores/delatores civiles; la distribución de los beneficios sociales que se van creando gracias a la estabilización económica también se va condicionando de manera cada vez más sofisticada; el temor y zozobra constantes así creados consolidan aún más al régimen.
Recuérdese que, en los regímenes totalitarios Nazi en Alemania y Fascista en Italia, fuertemente estatistas, se llegó también a niveles de prosperidad económica que siempre han usado los nostálgicos de dichos regímenes en Europa; aunque en sus casos, no provocaron una ruina económica inicial, aprovecharon una ruina económica y social pre-existente para llegar al poder. Cabe anotar que en ambos casos una emigración masiva de opositores activos o pasivos, causada en gran parte por el uso de la ultra-violencia con milicias llenas de delincuentes y sicópatas (algo muy usado también en la Unión Soviética y otros regímenes comunistas) ayudó también a consolidar a dichos regímenes.
Desgraciadamente, en el caso de Venezuela, también se puede hablar de un régimen totalitario, a pesar de las características caudillescas especiales de Chávez (con un carisma muy real que lo podrían asimilar a un Führer o a un Duce; además ¿recuerdan toda esa coreografía de “camisas rojas”?). Este último desarrolló una ideología fuerte en gran parte derivada del marxismo-leninismo y fue organizando progresivamente la toma del poder absoluto de manera muy similar a la “táctica del salami” usada por los comunistas en la Europa Oriental ocupada por la Unión Soviética. La asociación estrecha con Cuba no fue casual, había afinidad ideológica. Y Chávez siempre pensó más allá de su propia persona, viéndose como el líder de una Revolución socialista llamada a ser definitiva. Creando para ello cuerpos armados paralelos fanatizados (y cubiertos de beneficios diversos, además de la cúpula de las FFAA) que hicieran más difícil un posible desalojo del poder por el Ejército, siendo los “colectivos” (una mezcla de activistas de ultraizquierda con delincuentes) un componente esencial del control social.
Y también fue organizando metódicamente la ruina del sistema económico, mediante diferentes mecanismos, entre ellos obligar a las empresas a trabajar a pérdida y nacionalizaciones bajo cualquier pretexto. Maduro, exsindicalista comunista escogido por Chávez, profundizó y aceleró dichas medidas, con los resultados que ya conocemos, pues además no tuvo la suerte que tuvo Chávez con los precios del petróleo.
Hace tiempo tengo la impresión de que esa ruina económica y social no debilita al régimen, más bien lo consolida: la emigración masiva le quita de encima a gran parte de los descontentos, la lucha por la supervivencia diaria debilita a los que quedan, aunque a veces se rebelen, como se ha visto. No se puede descartar que una vez el sistema económico “normal” y heredado del pasado totalmente destruido, y tal vez con ayuda rusa (después de todo tienen experiencia en eso de levantar de nuevo a una economía totalmente destruida), se llegue a una cierta forma de estabilización económica, aunque ello suponga para el régimen reemplazar a Maduro, por otro dictador, o una dictadura de apariencia más “colegial”, y ya solamente autoritaria, por razones tácticas y prácticas.
Hay un núcleo fuerte de gente beneficiada por el régimen de mil maneras (por lo menos 10 % de la población, quizás 15 %), y una buena parte de ella está en milicias armadas totalmente adictas, que son un contrapeso al ejército, cuya cúpula inflada (ver el número de generales) también está comprometida; los “colectivos” generan un gran temor (como antes los “fasci” o las SA en Europa) como se ha podido ver en los últimos acontecimientos. Por todo ello una intervención militar externa podría desencadenar un verdadero baño de sangre, que de todas maneras tendría lugar si los militares quisieran tomar todo el poder por su cuenta, pues la GNB y los “colectivos” son los “guardianes de la revolución” (recuerda a Irán), y no pienso que se dejarán desarmar así nomás.
Lo que hace la situación venezolana muy particular, es que todavía parece quedar más espíritu de resistencia del esperado. Es que Venezuela sí ha tenido una experiencia bastante larga de verdadera democracia, con todos sus defectos. Y mucha gente tiene la memoria de que la ruina económica y social de los años 80 y 90, con la represión desbordada (el “Caracazo”) y su inmensa corrupción (que fueron los factores que llevaron al poder a Chávez de manera totalmente democrática y esto tiene duras lecciones para nosotros), no era tan absoluta como ahora. Además, la oposición ha logrado obtener un fuerte apoyo internacional, que tal vez ayude en algo a evitar un desenlace sangriento. Y, por otro lado, estos son otros tiempos, con el internet la información circula mucho más rápido, y hay ahora demasiada memoria de regímenes totalitarios con millones de muertos, es felizmente menos fácil que antes instalar una dictadura totalitaria.
Cuando veía el ascenso de Chávez (cuyo indulto por Caldera me pareció en ese momento fatal), y cuando llegó al poder, pensaba que lo que se vendría progresivamente era un régimen totalitario de tipo marxista-leninista a pesar de ciertas apariencias de tipo fascista. No creo haberme equivocado, pero me sorprendió que lo hicieran tan lentamente, aunque tiempo después, leyendo el portal de extrema-izquierda Aporrea (indispensable para entender mejor qué estaba pasando en Venezuela), vi algo escrito por Marta Harnecker criticando a los “impacientes”, que tal vez explique una cierta influencia moderadora de su parte (para los que no lo saben es una intelectual comunista chilena, que con los años ha desarrollado enfoques más “gradualistas” y buscando evitar los errores soviéticos, para resumir; y al mismo tiempo una gran admiradora de Chávez).
Ahora no tengo ni idea de cómo esto puede evolucionar, hay una cantidad de escenarios posibles enorme. Lo único de lo que puedo estar relativamente seguro es el objeto principal de este artículo: que una ruina económica y social total no necesariamente debilita a un régimen de tipo totalitario con instrumentos de control de la fuerza y de control social típicamente totalitarios; puede ser una de sus maneras de reforzarse destruyendo el orden económico anterior para crear otro, de tipo socialista, estabilizándose después, aunque sea de manera permanentemente mediocre, pero con una población mayoritariamente resignada. No hay que tomar sus deseos por realidades.
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