La justicia es representada con los ojos vendados solo desde hace algunos siglos (la tradición empezó en algunos cuadros del siglo XVI al norte de Europa). La diosa romana no los tenía cubiertos. Tampoco tenían cubiertos los ojos las diosas egipcias o griegas que representaban esta virtud. “Iustitia” tenía una espada en una mano y una balanza en la otra. La espada representaba su severidad y poder. La balanza, el peso de los argumentos a favor y en contra del acusado.
La Diosa Justicia, entonces, no es para nada ciega y cuando mira, lo hace a través de ojos humanos. Por lo tanto, más que ciega, suele ser miope. Por ser humana, temporal y sujeta a todas las debilidades de la razón, nunca será perfecta. Y lo que está ocurriendo en nuestro país en estos días es una muestra inigualable de ello.
La decisión de Chavarry de remover a Pérez y Vela fue “legal” pero a todas luces injusta. Que Vizcarra presione al congreso, amenazándolo con la cuestión de confianza, para que apruebe su criticado proyecto de ley declarando al Ministerio Público en emergencia es legal pero injusto. Lo mismo ocurre con el Congreso, es legal que Donayre y Mamani sigan ocupando su curul, pero es absolutamente injusto que no sean procesados abiertamente por su delitos.
¿Qué ha ocurrido en ambos casos? La legalidad se separa de la justicia y ambas en realidad están subordinadas a los apetitos políticos (buenos o malos) de las elites de turno o de los que tienen el poder en sus manos.
Es bueno tener en cuenta esto, especialmente hoy, cuando la justicia es el tema de moda. La justicia es tan humana como la ideología y esta última es finalmente la que fecunda todos los sistemas políticos o legales. Esto lo dijeron todos los que leíste alguna vez (o debiste leer): Gadamer, Habermas, Foucalt, Popper, etc. El derecho y la ley se nutren de la ideología, de paradigmas, de “certezas” o “verdades” que ayer no “existían” y hoy podrían ser infranqueables.
Pero Ortega y Gasset también tuvo una intuición muy interesante acerca de estas “verdades”. Él decía, “… Más de una vez habrán ustedes reparado en la extraña aventura que a las verdades acontece (…) Ellas por sí preexisten eviternamente, sin alteración ni modificación. Sin embargo, su adquisición por un sujeto real, sometido al tiempo, les proporciona un cariz histórico: rugen en una fecha y tal vez se volatilizan en otra. Claro es que la temporalidad no las afecta propiamente a ellas sino a su presencia en la mente humana (…) Nuestros pensamientos nacen y mueren, pasan, vuelven, sucumben.”
En conclusión, alimentar miradas polarizadas y por lo tanto fanáticas, o sucumbir al corto plazo y a lo inmediato son preclaras señales de superficialidad e ignorancia. En momentos como éste hay que mirar el bosque desde arriba: las agendas ideológicas, las motivaciones psicológicas, los intereses políticos o económicos de todos los jugadores en el partido, porque ni en política, ni en el periodismo, ni en la vida, hay santos y demonios, solo hay seres humanos que creen que lo que defienden es lo más valioso según sus ideas o motivaciones. Olvidemos un rato a la Diosa Justicia y pensemos más bien en Metis, la diosa de la Prudencia, bajo cuya mirada deberían estar todos los políticos, no solo algunos.
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