La solidaridad es una virtud, ¿cierto? Entonces surge de la voluntad. En el momento en que la solidaridad es impuesta por el estado, se debilita. La economía -para que sea próspera- funciona con virtudes, con confianza, no con imposiciones.
¿Puede haber un punto medio? Sí, pero solo si el ser humano lo percibe razonable. En el momento en que sienta que le quitan mucho por algo que no vale la pena, escapará del sistema. Y si el estado lo persigue, entonces ya hablamos de otros niveles…
Este primer comentario surge a raíz del debate sobre la reforma del sistema de pensiones planteada principalmente por la congresista Carmen Omonte, de quien no dudo como persona, y hacia la cual no tengo ninguna animadversión. Pero pasemos su reforma por una triple prueba ácida.
Primero. Si la idea es preocuparnos por los 4.5 millones de aportantes estables del sistema privado, pongámonos en sus zapatos, porque son los administrados a quienes queremos beneficiar. ¿Qué quieren los aportantes? Ellos quieren RENTABILIDAD, quieren ganar, es su pensión, su seguro, su futuro, el de sus hijos. Esto está clarísimo.
Entonces, ¿qué deberíamos hacer para que sus fondos sean más rentables? Asegurarnos de que sus gestores sean los mejores, los más competitivos, eficientes, con los mejores incentivos y las mejores intenciones, siempre, obvio, con las limitaciones del mercado de inversiones y tomando en cuenta el número y características de los aportantes.
¿La iniciativa de reforma ataca este punto medular? No. Ahora, para saber si son las AFPs los mejores inversionistas de nuestros fondos, propongo que se haga una evaluación profunda, pública, por un comité de expertos. De hecho, hay bastante literatura al respecto. La rentabilidad anual promedio que consiguen es buena, pero también tienen cosas q mejorar. Daniel Cordova ha hablado claro sobre esto.
Segundo. Ahora pensemos en los que no aportan y requieren una pensión. ¿Esta ley los ayuda? Bueno, le quita dinero a los que aportan para dárselo a quienes no aportan. En ese sentido les conviene, pero las reglas de juego en cualquier sistema humano no pueden ser tan primitivas.
Además, al no preocuparse por la rentabilidad y competencia del sistema de manera directa, como vimos en primer lugar, tampoco se preocupa por los que recibirían una pensión subsidiada. El hecho de centralizar desde el estado este proceso, recaudar a través de la SUNAT, no definir varios elementos sobre las cuentas individuales o solidarias, y dejar abierta la posibilidad para que el estado defina donde se invierte nuestro dinero, todo esto, simplemente anula cualquier percepción de eficiencia o rentabilidad.
Tercero. La reforma no aborda el problema de fondo. La solución es tener MAS aportantes y entonces, como todos los especialistas dicen (menos la izquierda anti empresa, candidatos populistas y oportunistas), no hay reforma de pensiones realista si no hay reforma del mercado laboral: necesitamos más empresas formales. Cualquier sistema de pensiones que no tenga como base una economía rica, productiva, con muchas ganancias desde abajo hasta arriba, desde el empleado más “pequeño” hasta la empresa más grande, es un sistema en riesgo, endeble, que tarde o temprano se hundirá.
Conclusiones: ¿más intervención estatal? Sí. ¿Mejoras en el modelo AFPs? No les interesa. ¿La idea es generar más competencia? No se ve claro. ¿Más rentabilidad? Tampoco se ve. ¿Seguridad para los pobres? Tampoco.
Tiene que ser muy extraño que, sin ser yo un experto en la materia, tenga suficiente claridad sobre estos principios básicos, pero quienes apuran hoy la aprobación de esta ley, no. Vamos con calma. Si el centro del debate es el desempeño de las AFPs, el camino es otro. Si la idea es armar un buen sistema pensando en los aportantes, vamos por ahí. Si la idea es atender a la población que no aporta, pensemos en ellos; pero no mezclemos las cosas porque se va la claridad y lo único que no necesitamos en este tiempo es más incertidumbre, pérdida de tiempo, malas decisiones y confusiones en medio de una situación tan crítica.
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