Lo primero que nos enseñó es a ser humildes y a buscar la autocrítica. Nosotros elegimos a este Congreso y la plancha presidencial de Perú Libre, razón por la que hoy Dina Boluarte asume la presidencia. Eso es lo que conseguimos con esos votos nulos, viciados… Eso es lo que conseguimos también siendo inmediatistas, olvidando la mirada de las regiones y los problemas de las minorías y poblaciones vulnerables. Hagámonos responsables.
El remedo de dictador, entonces, nos enseñó que debemos ocuparnos de los problemas de los más pobres de verdad (no de mentira, como él) y nos enseñó por quien NO votar, nunca más. Él encarna todo lo que no debemos buscar en un presidente.
Castillo nos enseñó que la culpa no es de ningún sistema. Es fácil culpar al “sistema”. Pero pensemos: el capitalismo produce riqueza, no pone leyes ni crea instituciones. Y el Estado está hecho de seres humanos que ni siquiera creen en alguna ideología. El modelo económico no tiene la culpa. El modelo de Estado tampoco. Lo que necesitamos es políticos que generen riqueza, traigan capital, pero también que construyan un Estado moderno, transparente y con funcionarios honestos al servicio de los ciudadanos.
Castillo Terrones, con su profunda ignorancia, nos enseñó que la Educación debe ser la primera prioridad del país. El sindicalista (que nunca fue profesor) es un ejemplo de nuestras carencias educativas. Sin experiencia, sin respeto por las instituciones, sin capacidades técnicas… Este presidente no supo gobernar y la población más pobre pagó las consecuencias. Necesitamos formar nuevas generaciones de niños y niñas conscientes, con valores, respetuosos de las normas, disciplinados y esforzados, emprendedores, sin ideologías y sin odios, que se planten frente al Estado, no que lo vean como el papá que debe solucionar sus problemas.
El expresidente también nos enseñó que la “derecha”, los “liberales” y los “empresarios” pueden ser muy tóxicos. El empresario preocupado por sus ganancias y su operación, no suma mucho. Suma lo mínimo. Necesitamos empresarios que participen de la política, en la cancha, abiertamente. Y también muchos que apuesten por plataformas y centros de investigación que generen ideas, información, propuestas, y que desmientan los mitos de los que no creen en la libertad de empresa. Hoy, solo algunos ayudan. Todos deben participar del debate político, directamente o colaborando con quienes lo hacen.
Castillo nos enseñó que debemos ser coherentes. Todos nos quejamos de la burocracia y los políticos pero llegado el momento, muchos caen en el mismo juego: aceleran sus trámites con coimas, usan la vara para llegar a alguien y tener privilegios, compras al mal pagado policía, te callas cuando te favorecen a ti o a tus amigos en algún lugar, desde la discoteca a la municipalidad. Ahí sí rompes la cola o sonríes porque “te ligó”. Yo me pregunto, ¿así se construye un país en paz, seguro, ordenado, respetuoso? No.
En conclusión, toda crisis es una oportunidad y esta es una de aprender. Pedro Castillo con su pésimo ejemplo, nos enseñó que si queremos un país pacífico, seguro, feliz, lleno de reconciliación y buena vibra, tenemos que ser parte de la solución, no parte de la corrupción o la omisión.
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