Cuando un lugar huele raro (o feo para ser más honestos) lo primero que hacemos es buscar y buscar, hurgar de donde viene ese olor extraño que fastidia. No nos quedamos tranquilos. Caminamos. Nos movemos. Hasta que, “CHAN”, encontramos la fuente de la pestilencia.
Con las organizaciones no gubernamentales (ONG a partir de ahora) ha pasado algo parecido. Si bien existen cientos de asociaciones civiles sin fines de lucro y ONG (no son lo mismo) que realizan una labor encomiable y valiosa en el país, también existe una zona gris y oscura de ONG que huele raro. Esa zona está conformada por organizaciones a las que hoy, se les ha descubierto la pestilencia.
Son ONG que hacen activismo anti empresa, activismo político ideológico, que lavan o se roban el dinero, que además mienten y desestabilizan al país, a la inversión privada o a comunidades a las cuales lamentablemente el estado de derecho y la ley no llegan. Estas ONG tienen nombre propio y cada vez pierden más credibilidad, son denunciadas y terminarán cayendo porque todo en la vida es pasajero.
Pero esta zona de olor raro no solo está en Perú, no es un problema local. Como siempre, mucho antes que nosotros, países más desarrollados como Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá y otros de la OCDE, se dieron cuenta de que estas organizaciones servían para tres fines totalmente destructivos: financiar activismo subversivo, lavar dinero o activos, y evadir el pago de impuestos (Por eso llama la atención que las embajadas de estos países aquí en Lima se hayan escandalizado con la propuesta peruana… Hay que ser bien descarados, ¿no?).
Bueno, además de los mencionados países, Paraguay acaba de tomar cartas en el asunto, antes que nosotros. Hace algunos días el Senado Paraguayo aprobó una propuesta legislativa que busca asegurar que el dinero enviado a las ONG sea realmente destinado a las metas de desarrollo del país, y no a planes que le hagan daño.
Según diversos medios, “la normativa (que volverá a la cámara de diputados para revisión) busca establecer un control sobre estas organizaciones sin fines de lucro. Además se establece la obligatoriedad de su inscripción en un registro nacional, así como del detalle de las actividades y operaciones que realicen y de los documentos que deben llevar”.
¿Les suena familiar? Claro que sí. Lo aprobado en Paraguay es similar a lo que se propone en el Congreso de la República Peruano. La iniciativa peruana puede mejorar pero no busca afectar a ninguna organización que realiza una labor legítima. Se les pide transparencia y que el dinero que usan sirva para fines valiosos, no para agenda ideológicas o para metérselo en el bolsillo, como ocurrió con la mal llamada ambientalista Lucila Pautrat, hoy desaparecida después de que se descubrieran las cochinadas que hacía en la selva con dinero de la cooperación técnica.
La norma paraguaya es un buen ejemplo. Establece normas de transparencia, rendición de cuentas y supervisión de estas organizaciones, y también a terceros vinculados a estas organizaciones. Además establece un capítulo que fija sanciones por la transgresión a la ley, tanto por personas físicas, como jurídicas y otros entes u organismos, así como se prevé el procedimiento a seguir. Sumamente rigurosa.
Y esto no debería sorprendernos ni asustarnos. Hoy en día las empresas privadas formales están sujetas a peores y mayores controles de transparencia o legalidad. ¿Por qué no le podríamos pedir lo mismo a aquellas organizaciones que reciben dinero de los contribuyentes de otros países? No es dinero privado, es dinero público.
“Creo que estamos aprobando una ley que va en contra de la dictadura de las organizaciones no gubernamentales que no quieren transparencia, que no quieren rendir cunetas a la ciudadanía”, dijo Nano Galaverna, senador paraguayo. Y yo estoy de acuerdo, creo que en Perú deberíamos buscar lo mismo, desinflar un poco esa dictadura de ONG que se ha formado y que tiene acogotados a fiscales y jueces y engañados a miles de peruanos.
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