Smart money

Luis Ramírez

¿Preservación o crecimiento? …Esa es la cuestión

Cuando se trata de la gestión de nuestras finanzas personales, ahorrar no es suficiente. Algunos de los objetivos personales/familiares que identificamos y nos planteamos, requiere que nuestra riqueza financiera crezca, y esta es la palabra clave, CRECIMIENTO.

No deseo confundirlos, así que tras lo que acabo de escribir en el párrafo previo, me parece válido hacer una aclaración; “ahorrar NO es igual a invertir”. Verán, el objetivo del ahorro es la PRESERVACION de la riqueza, en este proceso existe muy poca tolerancia al riesgo, y por lo mismo, el ahorrista está dispuesto a aceptar rendimientos igualmente bajos. Los vehículos usualmente utilizados para este fin son las cuentas de ahorro, los depósitos a plazo, renta fija con grado de inversión , entre otros y el ahorrista está mayormente interesado en la “renta” que estos instrumentos pueden generarle.

En oposición, la inversión busca CRECIMIENTO de la riqueza, siendo así el inversionista debe tener una mayor tolerancia al riesgo, a cambio de lo cual esperará retornos mas altos. Los vehículos o instrumentos usuales para una estrategia de crecimiento son la inversión directa o indirecta (a través de Fondos Mutuos) en acciones, Fondos de Private Equity, inversión en sector real, etc. y el inversionista está mayormente interesado en la “ganancia de capital” que puede derivar de estos instrumentos.

Acá seguramente voy a chocar con algunos lectores, pero dentro de la gestión de patrimonios, los instrumentos y las estrategias de preservación tienen su lugar y su momento. Usualmente están asociados a dos momentos puntuales en la vida de la persona. El primer momento corresponde a la etapa inicial, cuando la persona empieza su vida económicamente activa, y la mayor parte de su riqueza está representada por el capital humano, es decir el conjunto de conocimientos y experiencias que le permiten trabajar y generar renta en la forma de ingresos laborales. En este momento la riqueza financiera es pequeña, o mejor dicho, el respaldo o espalda financiera de la persona es bajo, por lo que no debería asumir riesgos altos. Entonces, mientras se capitaliza y crece patrimonialmente a partir del ahorro, tiene sentido aplicar estrategias de preservación.

El otro momento correspondería al final de la vida productiva de la persona, cuando se jubila y deja de trabajar. Los ingresos laborales se hacen cero o eventuales (por consultorías ocasionales como independiente). A partir de este momento la persona debe vivir de las rentas que genera el patrimonio acumulado durante su vida económicamente activa, siendo así, mantener el valor de dicho patrimonio se vuelve una necesidad central. En este momento, la persona no se puede dar el lujo de sufrir desvalorizaciones importantes en el valor de su riqueza por factores de mercado como los ciclos bursátiles u otros, porque comprometería seriamente el nivel de vida material que podría disfrutar durante su etapa de retiro. Por lo expuesto, en este caso otra vez tiene sentido una estrategia de preservación y renta, la cual se implementaría ponderando instrumentos de renta fija en el portafolio.

Podemos concluir entonces que las estrategias de preservación tienen su razón de ser en momentos específicos de la vida de la persona. Abusar de ellas, casi inevitablemente conducirá a la frustración de no alcanzar los objetivos financieros personales/familiares. Recordemos de artículos que he publicado antes en este espacio, que los objetivos a que me refiero pueden ser; el nivel de vida deseado en el retiro o jubilación, retiro o jubilación anticipada, fondo para la educación universitaria de los hijos, compra de la vivienda propia, y si ya la tenemos, también podríamos estar pensando en la segunda vivienda (playa o campo), para mencionar algunos.

Pues bien, para materializar estos objetivos no es suficiente preservar la riqueza, además debemos buscar el crecimiento que se logra con retornos más altos, y que sólo serán posibles si asumimos mayor riesgo, lo cual supone incluir activos riesgos dentro del portafolio, por ejemplo, acciones. Y es en este punto donde empiezan los problemas para algunos, pues el solo mencionar la palabra “riesgo” les produce taquicardia.

Tranquilos, si bien la aversión natural al riesgo nos genera cierta ansiedad cuando asumimos riesgos, debemos ser coherentes. Propongo un ejemplo para explicar mejor el punto. Supongamos una persona de 30 años que no desea esperar los 65 años para jubilarse, desea hacerlo a los 55 años (retiro anticipado como objetivo). Para jubilarse a esa edad, esta persona deberá ahorrar, invertir y acumular un patrimonio cuyas rentas le permitan vivir sin trabajar de los 55 años en adelante, pues de eso se trata el retiro. Ahora vayamos a los números. Suponemos también que esta persona cuenta con un capital inicial de USD 74,000, necesita para vivir USD 3,000 mensuales (USD 36,000 anuales) y no desea disminuir su nivel de vida durante el retiro. Si además suponemos que cuando cumpla los 55 años el mercado le permitirá generar un rendimiento de 4.5% anual sobre el capital bajo una estrategia de preservación. Entonces este señor debería llegar al momento de su retiro con un patrimonio mínimo de USD 800,000 (objetivo).

Ahora, díganme si este objetivo es factible en los 25 años de horizonte de inversión hasta el momento deseado de retiro, colocando el dinero solamente en instrumentos como los depósitos a plazo, o similares. Un simple cálculo de matemáticas financieras les dirá que eso es imposible. Adicionalmente los invito a calcular el rendimiento que en promedio deberían ganar estos fondos durante 25 años para lograr el objetivo a los 55 años. Verán que es un retorno muy superior al que ofrecen los depósitos a plazo, pero que no es un retorno descabellado, que si es posible de lograr, pero para ello deberán asumir el riesgo que supone estar en activos riesgosos.

Pero asumir mayores riesgos no es suficiente. El objetivo no se logrará en forma automáticas solamente porque incluimos activos riesgosos en el portafolio. Es necesario que las inversiones se hagan de manera profesional y de acuerdo con un Plan de Inversiones, el cual además deberá estar acompañado de una política de riesgos con las alertas y límites de exposición necesarios para minimizar el impacto sobre el patrimonio de la materialicen los riesgos de mercado vigentes.

Como ven hacer inversiones no es un juego. La asignación por clase de activos y bloques regionales (diversificación global de las inversiones) debe obedecer a los parámetros de riesgo – rendimiento y otros lineamientos (objetivos, horizonte de inversión, etc.) que estarán incluidos en el Plan de Inversiones. Tampoco se trata de asumir riesgos alegremente, los riesgos hay que gestionarlos. Y las estrategias (preservación o crecimiento) deben ser coherentes con los objetivos de inversión y la etapa de vida de la persona.

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