Por Joaquín Suazo, alumno de la carrera de Humanidades Digitales; y Matías Rivas, alumno de la carrera de Finanzas de la Universidad del Pacífico.
En los últimos tiempos, el cine asiático ha tenido gran éxito a nivel mundial y en América Latina. Los aficionados de nuestra región disfrutan de las producciones japonesas y coreanas que estrenan en los cines o en las plataformas de streaming. Sin embargo, hay un país de Asia que produce más películas anualmente que Japón y Corea juntos: La República Popular China.
Desde la invención de los premios de la Academia en 1929, Japón contaba hasta este año con 19 nominados y 2 ganadores. En la gala de premios del 10 de marzo también cosechó grandes éxitos, ganando un Óscar las películas Godzilla Minus One y El niño y la garza. Por su parte, Corea marcó precedentes con los premios de mejor película del año y mejor película extranjera en 2019. En cambio, en el mismo lapso temporal, China cuenta con solo dos nominaciones y ningún premio Óscar registrado.
Este fenómeno es digno de análisis, pues China presenta el segundo ingreso más alto por box office a nivel mundial (2021) con 9,300 millones de dólares, 6,900 millones de dólares más que Japón y 7,700 millones de dólares más que Corea del Sur. Asimismo, China ya era en 2017 el país con mayor producción de películas al año solo superado por la India.
Siendo hoy la segunda economía mundial, ¿por qué China no logra conquistar al mundo – y a nuestra región – con su importante producción cinematográfica? El factor fundamental parece ser que las temáticas chinas son más limitadas, a lo cual se suma la censura en el país.
El contraste con Japón es notable. Este país tiene una gran variedad de temáticas en sus películas. Los temas de las épocas samuráis y el rol de estos guerreros en cada una de ellas eran bastante utilizados, como es el caso de las películas Harakiri (1962), Seven Samurai (1954), Kill Bill (2003) y 47 Ronin (2013). También las películas de artes marciales y el karate llegaron a Estados Unidos con la aparición de escuelas, y la película Karate Kid (1984).
Por su parte, Corea destaca principalmente por sus k-dramas (doramas coreanos), las cuales han logrado enganchar a bastantes televidentes debido a sus narrativas ligeras y entretenidas donde la mayoría mezcla la vida social coreana, el romance y los problemas cotidianos. Pero los coreanos también producen series más tensas y serias con buena narrativa, como True Beauty (2020), Sweet Home (2020) y el conocido Squid Game (2021). En películas de pantalla grande, tienen al ganador del Oscar Parasite (2019).
En contraparte con Japón y Corea, las temáticas que se pueden encontrar en las películas de China han sido mucho más limitadas. En los 80s y 90s, las pocas que tuvieron éxito internacional fueron las de artes marciales de actores como Bruce Lee, Jackie Chan y distintos monjes shaolin. Pero estas películas no fueron producidas en China sino en Hong Kong, región que manejaba sus propias regulaciones.
Por otro lado, las películas que sí se producían en China tenían un rango más limitado de opciones temáticas. La investigación de la profesora Yang Yanling (2016) afirma que hubo y sigue habiendo mucha censura y regulaciones en el contenido de las películas debido a temas políticos. Las películas evitaban incluir temáticas que estuvieran en contra de los principios del partido o que pudieran provocar conflictos por temas históricos (por ejemplo, los viajes en el tiempo).
En la actualidad, el panorama es cada vez más optimista dado que en los últimos cinco años las temáticas que China ha abarcado indican que hay un potencial de éxito internacional. Ya existen dramas chinos que están llegando a las plataformas de streaming. Así, la influencia y el soft power que puede emerger del cine y el entretenimiento audiovisual parece que ha captado el interés de China. No obstante, la falta de experiencia, de libertad y de una base de fanáticos fieles histórica hacen que China aún se encuentre lejos de conquistar los corazones de los cinéfilos extranjeros.
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