Por Besly Muñoz, estudiante de la Facultad de Derecho de la Universidad del Pacífico.
«Debemos pensarnos como un país desde el relato de la gesta emancipadora, desde los antecedentes que marcaron el fin del periodo colonial, personajes y escenarios, donde confluyen diversos factores cuyas repercusiones alcanzaron nuestro presente». – Natalia Sobrevilla.
El Perú es un país de infinitas dimensiones, cuyo rasgo más estable pareciera ser la inestabilidad, un país que posee un vaivén interminable de opciones políticas, económicas y/o sociales. A través de la historia republicana, nuestro país transitó desde la Emancipación, entre la democracia y la dictadura decenas de veces; en términos económicos, desde reformas librecambistas hasta proteccionistas, centralizadas o descentralizadas; en términos sociopolíticos, desde la lucha por la Independencia hasta el auge y la prosperidad falaz del guano; desde la época del terrorismo hasta una aparente paz relativa y precaria en los posteriores gobiernos a ello. Sin embargo, ningún acontecimiento histórico, debería definirnos como una nación ingobernable, pues el Perú y quienes lo conformamos, somos una nación que debe entender su naturaleza y complejidad para deconstruir sus limitaciones.
“La Independencia del Perú del Bicentenario”, no se limita a un hecho político frente a la colonia, ni a uno económico como el capitalismo global, tampoco a las manifestaciones, reseñas o manuscritos que nos llevan a aquel 28 de Julio de 1821 cuando el Gral. Don José de San Martín proclamó la tan anhelada Independencia. Sino que, la complejidad de este acontecimiento amerita una reflexión mayor, que permita comprenderlo más allá del límite celebratorio. Es así que, “La Independencia del Perú del Bicentenario”, nos invita a asumir con responsabilidad acciones y deberes ciudadanos, nos impulsa a resguardar y cuidar el Perú, transformando el lamento en desarrollo.
¿Cómo llegamos?
«Una oscilación pendular entre la aspiración a la representatividad y el deseo de ser gobernado». – Magally Alegre
Hoy tenemos un Estado que ha dejado de funcionar, hace varias décadas, en áreas fundamentales para el desarrollo humano y social. Se estima que el país pierde alrededor de 23,000 millones de soles por corrupción cada año, un problema sistémico que frena su desarrollo. En cuanto a la economía, nuestro país ha sido elogiado por su desempeño macroeconómico; sin embargo, es señalado también por su precariedad e inestabilidad política. Ello se refleja en los índices de pobreza, así como en insatisfacción ciudadana y una muy baja calidad de vida. Esta paradoja la expresa Vergara de este modo: “Existe un optimismo de la modernización económica y el anhelado crecimiento macroeconómico, en contraste a una desmoralización en el Perú de estos últimos años, con el quebrantamiento entre ciudadanía y Estado, con el crecimiento de la desconfianza ciudadana a la par en la que los casos de corrupción de funcionarios y políticos ascienden.”
Este quebrantamiento, evidencia la falta de legitimidad en las autoridades. Por lo que se requiere recuperar la institucionalidad en el sistema político, mejorar la gobernabilidad democrática entre los poderes del Estado y fortalecer medidas fiscalizadoras que generen transparencia e interrumpan la impunidad.
Un Perú fragmentado
«El pasado peruano es una respuesta para comprender el Perú en la larga duración, un análisis complejo que revela la manera en que se encadenan múltiples elementos y procesos al interior de una sociedad multiétnica de una altísima complejidad social en un territorio vasto y con frecuencia ajeno y en constante diálogo con fuerzas migratorias, políticas y globales». – Magally Alegre
Desde el fin de la guerra con Chile hasta la República Aristocrática, siempre se visualizaron tensiones entre el centralismo y el federalismo, una ambivalencia hacia el pasado prehispánico, el periodo Inca y el profundo arraigo de una tradición caudillista. Para Paulo Drinot, el aumento de la clase media durante el tránsito del Perú agrario al urbano, influyó en la explosión demográfica de la época, lo cual converge en una creciente idea de progreso nacional, que conllevó al olvido sistemático de ciertas poblaciones. De esta manera, se iban desarrollando los primeros quebrantamientos, que irían forjando las heridas de esas carencias en los años 80, cuando surge el terrorismo.
Es evidente que nuestra historia está hecha de ambigüedades y cada elección presidencial, demuestra a un país polarizado, que emergió como una sociedad fragmentada. Si bien hoy celebramos la diversidad cultural, a través de costumbres y tradiciones, estas fiestas también nos invitan a reflexionar sobre el rol clave que tienen todas las regiones y culturas en los procesos de desarrollo así como sobre la carencia de políticas públicas que atiendan a las necesidades diferenciadas de los peruanos. Todo ello sigue siendo un gran desafío para las políticas de protección social y el avance en el cierre de brechas para el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Yo también me llamo Perú
La construcción de un mejor país requiere de la labor y el compromiso de todos los peruanos. Una ciudadanía activa tiene la capacidad de fortalecer la democracia en el Perú y asegurar un futuro sostenible para todos. Celebrar estas fiestas patrias es también reflexionar acerca de lo que pasó y lo que nos falta, es sentirnos orgullosos de nuestra peruanidad y desarrollar valores como jóvenes líderes responsables para el fortalecimiento de la democracia, la ciudadanía activa y la institucionalidad del país.
El mundo se seguirá rindiendo ante Machu Picchu y ante el ceviche; no dejemos que el Perú se rinda ante sus problemas, ¡Kausachun Perú!
Bibliografía:
- https://www.inei.gob.pe/media/MenuRecursivo/publicaciones_digitales/Est/Lib1387/libro.pdf[1]
- https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/47192/87/EE2021_Peru_es.pdf
- Paulo Drinot y Alberto Vergara (2022), «La condena de la libertad»: una mirada crítica a 250 años de historia del Perú”.
- Natalia Soldevilla (2021)” Independencia. A 200 años de lucha por la libertad”
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