Por André Giovanni Cordano Luque, estudiante de la Facultad de Derecho de la Universidad del Pacífico.
Hoy en día, se cuestiona la verdadera función del juez y, especialmente, la eficiencia con la que realiza su labor. Como ejemplo, en el artículo “¿Cuál es el trabajo del Juez?”, escrito por Adrián Simons, se definen tres tipos de juez que mencionamos a continuación.
- Juez estrella: Se preocupa más por ser mediático que por aplicar la ley correctamente, llegando a admitir causas imposibles, como una demanda contra Dios.
- Juez funcionario: Evalúa su desempeño en función del número de casos resueltos, aplicando la ley de manera literal y sin considerar las particularidades del caso ni los valores sociales como la justicia, la equidad y la igualdad.
- Juez justo: Entiende que su labor no se limita a aplicar la ley, sino que debe buscar hacer justicia conforme a la ley, e incluso a pesar de ella o en su ausencia. “Hacer justicia” implica interpretar y aplicar la ley para alcanzar la “verdadera justicia”, teniendo en cuenta principios como la equidad y la justicia material.
En nuestro país, surge la pregunta: ¿los jueces realmente “hacen justicia” y actúan con eficiencia? Según el sistema de información judicial, actualmente hay más de 71,700 causas pendientes en las salas supremas, que requieren una atención inmediata. En un escenario ideal, si las salas supremas se dedicaran exclusivamente a resolver estas causas, atendiendo una por día, se resolverían solo 2,400 casos en un año. Esto implicaría que se necesitarían al menos 20 años para resolver las más de 71,700 causas pendientes. Además, considerando la realidad del sistema judicial peruano, donde el proceso de revisión de una causa puede demorar entre 1 y 2 años, es evidente que el plazo sería mucho mayor.
Esto nos lleva a reflexionar sobre los factores que generan la ineficiencia de nuestro sistema judicial. En primer lugar, podría ser la gran cantidad de salas transitorias en el país, que superan en número a las salas permanentes. Otra razón podría ser la divergencia de enfoque entre los jueces de primera instancia, quienes, con diferentes formas de “hacer justicia”, a veces realizan interpretaciones erróneas de la ley. Esto provoca apelaciones a las instancias supremas como último recurso para obtener justicia, perpetuando un ciclo interminable.
Ante un sistema judicial ineficiente, sometido a otros poderes del Estado e integrado, en algunos casos, por jueces que desconocen su verdadera labor—como los denominados “juez estrella” y “juez funcionario”—concluimos que, en la actualidad, es difícil afirmar que en el Perú se hace justicia.
Sin embargo, esta afirmación categórica no implica que el problema no tenga solución en el futuro. Proponer reformas al sistema judicial, evaluar rigurosamente el desempeño de los jueces y controlar de manera más adecuada las causas admitidas en las salas supremas son medidas que podrían brindar esperanza de un Perú donde sí se haga justicia.
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