Por Gabriel Amable, alumno de la Facultad de Derecho de la Universidad del Pacífico.
Cuando pensamos en el rol de un abogado, imaginamos un entorno de oficina con largas horas frente a documentos legales, reuniones con clientes y apariciones en tribunales. Estas actividades probablemente han sido las más comunes hasta hoy. Sin embargo, la alta competitividad, el creciente número de abogados, especialmente en nuestro país, así como los avances tecnológicos, exigen pensar en un perfil de abogado diferente.
En Lima, el número de abogados colegiados al 2020 era 40,000. Solo esta cifra nos muestra que hace falta distinguirnos para sobresalir. Nuestro entorno reclama que generemos un valor agregado con nuestro quehacer profesional, dejando de lado tareas repetitivas y prescindibles, así como todo aquello que cualquiera puede encontrar y obtener sin nuestra ayuda. De otro lado, la velocidad con la que todo cambia y la inmediatez con la que se requiere una solución o una respuesta, nos reta a ser versátiles y a tomar decisiones rápidas, eficientes y eficaces.
Las universidades deben enfocarse, por tanto, en formar abogados que puedan tener un desarrollo profesional satisfactorio. Ello supone, entre otras cosas, orientar la formación académica en un ámbito multidisciplinario, que les permita ser interlocutores válidos en cualquier espacio laboral en el que convergen expertos de diversas materias. Asimismo, la formación en competencias que permitan una fácil adaptación a entornos cambiantes y que promuevan la iniciativa para proponer soluciones innovadoras a la vez que consistentes, es cada vez más apremiante.
Sin duda, junto a todo ello, no se puede descuidar lo que es, por excelencia, la formación en valores. Especialmente, el valor justicia: que es el que mueve a muchos -sino a la mayoría- a estudiar derecho. “Dar a cada uno lo justo”, no es una tarea sencilla. Y el compromiso con la verdad, requiere integridad y fortaleza. La preparación para ser un buen abogado, ese que necesita nuestro país y el mundo, es un objetivo encomiable que empieza en las aulas universitarias pero que no acaba allí.
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