La Conferencia de Cambio Climático de las Naciones Unidas de 2022 está en marcha en Egipto y una pregunta obvia es: ¿qué importancia tiene esto para nosotros en América Latina y el Caribe?
La respuesta corta: mucha.
Si bien el cambio climático representa una gran amenaza, abordarlo ofrece una gran oportunidad para la región. Puede hacer que las personas estén hoy más seguras y abre posibilidades extraordinarias de cara al futuro. Pero para lograr esto necesitamos actuar ahora.
Hablemos primero de la amenaza. Ya sea que viva en una ciudad o en un área rural, el cambio climático está aquí y pronto será peor. Cada vez que viajo por la región veo el impacto que las sequías cada vez más prolongadas y las inundaciones más frecuentes tienen sobre las personas.
En un viaje reciente a Argentina visité comunidades en la Selva Impenetrable del Chaco y en las zonas montañosas de Salta y las vi luchar contra la sequía. En el mismo viaje escuché del personal de nuestra oficina en Asunción, en Paraguay, que no podía regresar a casa porque los torrentes de agua de las fuertes lluvias hacían las calles intransitables.
A menos que hagamos algo al respecto, los efectos del cambio climático amenazarán a muchas más personas en la región. Se estima que podría empujar a 5,8 millones de personas a la pobreza extrema para 2030, y que para 2050 más de 17 millones de personas podrían verse obligadas a abandonar el campo y las ciudades para escapar de los impactos climáticos. Esto equivale a que más personas que la población entera de Costa Rica se vuelvan extremadamente pobres y más personas que las que viven en Guatemala huyan de las áreas rurales.
Habiendo tantos otros problemas en el mundo, es tentador retrasar la acción sobre el cambio climático. Algunos dicen que estamos en la llamada “policrisis”, donde múltiples problemas en diferentes partes del mundo se suman a una amenaza gigante para la humanidad.
Pero retrasar la acción sobre el cambio climático debido a los problemas simultáneos de la policrisis sería un error: los problemas y sus soluciones están entrelazados. Abordarlos ahora puede ayudar a la gente de la región hoy mismo y brindar grandes oportunidades en el futuro.
Hay dos prioridades principales:
En primer lugar, debemos abordar con urgencia los impactos del cambio climático en las personas.
Debemos evitar que haya más sufrimiento y detener el daño a los medios de subsistencia. Los agricultores necesitarán ayuda para hacer que sus cultivos sean más resistentes a las tormentas y las sequías. Las ciudades necesitarán mejor infraestructura para proteger a las personas de inundaciones y huracanes.
Los países de la región ya se están adaptando. Muchos le han demostrado al mundo que son los mejores de la clase en innovaciones para abordar la amenaza del cambio climático. Los proyectos en agricultura tanto en Brasil como en Uruguay están mostrando avances en resiliencia climática. Países del Caribe, como Jamaica, han dado el ejemplo con productos financieros innovadores para abordar los riesgos climáticos de huracanes y otros desastres.
En segundo lugar, los países de la región deben aprovechar al máximo el cambio global hacia la descarbonización.
Las encuestas muestran que los consumidores cada vez más quieren productos que no dañen al planeta ni a las personas. En el sector energético, la región puede aprovechar sus grandes depósitos de cobre y litio, materiales cruciales para los vehículos eléctricos y otras tecnologías limpias, para liderar el abandono de los combustibles fósiles. Países como Chile ya están al frente del desarrollo de hidrógeno verde, un combustible del futuro que podría revolucionar todo, desde la aviación hasta la industria.
La producción energética en la región proviene ya en más de un 50 por ciento de fuentes limpias y renovables, como la hidroeléctrica, la solar y la eólica.
Aumentar esta participación le permitiría a la región exportar más productos y venderlos a un precio más elevado por haber sido producidos sin quemar combustibles fósiles. Hay más oportunidades. Mejorar el monitoreo y la transparencia de la cadena de suministro para frenar los abusos ambientales puede permitirle a la región vender más productos con una prima de sustentabilidad.
La contribución más importante de la región al cambio global hacia la sostenibilidad debería ser a través de sus bosques. La agricultura, el cambio en el uso de la tierra y la silvicultura contribuyen con el 47 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel regional.
La selva amazónica es el sumidero de carbono más grande del mundo y salvar este recurso natural clave, con su rica biodiversidad, sería un logro digno de las recompensas de un mundo agradecido. Salvar los bosques de la región también tiene sentido desde el punto de vista económico. La reforestación de tierras degradadas por la ganadería y la agricultura de tala y quema puede traer importantes beneficios económicos a las comunidades indígenas y vulnerables, además de servir como sumidero de carbono.
Abordar el cambio climático en América Latina y el Caribe será bueno para su gente y su economía. No hay una contradicción entre la lucha contra el cambio climático y el desarrollo económico. La acción puede proteger a las personas hoy y ayudar a que todos se beneficien de las grandes oportunidades que ofrece el futuro. Afrontemos juntos este desafío.
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