La confianza es el problema más urgente al que se enfrenta América Latina y el Caribe: solo 1 de cada 10 personas cree que se puede confiar en los demás (BID 2022). El Perú es el segundo país de Latinoamérica (después de Brasil) donde menos se confía en la gente (IPSOS 2022). La confianza, la creencia de que otra persona o institución actuará de manera consistente con las expectativas positivas que se tiene de su comportamiento (OECD 2017), es fundamental para una vida con paz y prosperidad.
Es importante reflexionar sobre la confianza, nuestro rol y sus efectos. En esa línea, comparto 3 ideas y provocaciones para pensar en conjunto:
1. El capital social, activo fundamental para el desarrollo de cualquier sociedad, se representa en la confianza y cooperación de un colectivo. A nivel individual se traduce en las redes interpersonales que permiten vincularse con los otros en intercambios sociales, contactos y favores, y a nivel colectivo se refiere a la institucionalización de las relaciones de cooperación y ayuda recíproca en el marco de organizaciones, empresas, comunidades locales y grupos que conforman la sociedad civil (Aguirre y Pinto, 2006). Todos tenemos capital social, en mayor o menor medida, que es un activo que incide en nuestro quehacer actual y lo que podemos lograr a futuro. Recuerdo la sorpresa de mis estudiantes cuando vimos este tema en el curso y se dieron cuenta del valor de su red de contactos por el simple hecho de estudiar en una de las mejores universidades privadas del Perú. Tenemos privilegios, que a veces no notamos y asumimos que todos tienen, que abren oportunidades a unos y dejan de lado a otros, y es importante reconocerlo. Eso no quita que uno ponga mucho esfuerzo por llegar mucho más lejos pero el punto de partida es diferente al de otros. ¿Cuánto crees que te ha aportado tu capital social? Sin tu capital social, ¿cuán distinta sería tu vida?
2. Hay dos elementos esenciales para generar confianza: efectividad, que haga las cosas bien, y conducta ética, que haga las cosas correctas (Edelman 2020). En la primera es relativamente sencillo coincidir en lo que se considera efectivo pues es algo concreto que se ve en la práctica si funciona o no. En el segundo la situación se complica porque la conducta ética se presta a interpretaciones subjetivas y fácilmente manipulables por información falsa que abunda hoy en día. Es en ese espacio nebuloso en el que debemos procurar encontrar los puntos en común que nos unen. En ese proceso, es clave recordar que la confianza se co-crea sobre la base de la escucha y el diálogo, y siempre se debe tener en cuenta los factores históricos y culturales (normas, valores y códigos) de los involucrados. Esto tiene un papel importante en el establecimiento de una base de confianza que apoye la cohesión social fomentando la cooperación. ¿Qué debo conocer de la otra parte para entenderla realmente: cuál es su historia, sus costumbres, etc.? ¿Participo en espacios en los que puedo interactuar con personas diferentes? ¿Me expongo a información que difiere de mis propias ideas para cuestionar mis paradigmas? ¿Cuáles son aquellos consensos mínimos a los que podemos llegar sobre lo que es correcto y deseado para todos (“imperativo categórico” en términos de Kant)?
3. La desigualdad de confianza hace referencia a la brecha entre el nivel de confianza en las instituciones de la élite versus de la ciudadanía en general (Edelman 2020). Los pocos afortunados creen en el sistema, lógicamente porque les ha ido bien. Mientras que la mayoría que ha sido dejado de lado en la senda del progreso, incluso sin cubrir necesidades básicas, no cree en dicho sistema pues le ha dado la espalda y hasta le perjudica. La desigualdad de confianza se convierte en un círculo vicioso que nos polariza más. Tenemos un contrato social tácito que implica mantener cierto orden y seguir reglas, a cambio de tener un mínimo de calidad de vida. Si ese acuerdo se rompe para algunos, el contrato no funciona para todos y corresponde revisarlo pues defenderlo es proteger beneficios particulares en desmedro de otros. Para comprender la desigualdad de confianza necesitamos empatizar con otros. ¿Apoyarías un sistema que en el año 2023 no te brinda agua potable, ni atención de salud ante una emergencia ni una oferta educativa de calidad para tus hijos?
Ahora, corresponde preguntarnos en qué medida sumo o resto confianza en los espacios donde me desenvuelvo como con mi familia, equipo de trabajo, amigos, etc. Si todos nos ponemos como meta incorporar hábitos que sumen a la confianza dentro de nuestro accionar cotidiano, podemos mover la aguja y sentar las bases de un país cohesionado que coopera en la búsqueda compartida de un mejor futuro.
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