Cuando en el 2009 el realizador uruguayo Federico Álvarez estrenó el cortometraje ¡Ataque de pánico! no pensó que su película sobre robots y naves espaciales invadiendo Montevideo tendría millones de reproducciones en YouTube. El éxito y la calidad de su trabajo también llamaron la atención de Sam Raimi. Entonces el creador de las trilogías de Posesión infernal, El hombre araña y la genial Arrástrame al infierno (2009) lo fichó para su productora, Ghost House Pictures.
Desde ese momento la carrera del sudamericano cambió. Raimi le encargó hacer un remake de Posesión infernal -con lo complicado que es rozar o superar las piezas originales- y no defraudó. Tres años después llega a las salas locales con No respires, una película escrita por él mismo y producida por Raimi. Esta nueva entrega rompe el molde al que Álvarez parecía estar destinado y otorga una cinta que puede colarse entre las mejores de suspenso del año.
No respires narra la historia de tres jóvenes ladronzuelos que van en búsqueda de su último atraco, aquel que los hará ricos y que los retirará gloriosos del “negocio”. La misión, que en teoría se vislumbra como algo sencillo de realizar, se convertirá en una pesadilla cuando descubran que el único habitante de la casa donde está guardado el dinero es un exmilitar ciego que esconde un macabro secreto. De esta manera Álvarez ensaya una premisa atractiva, aunque nada original.
Si bien el segundo largometraje del cineasta uruguayo sigue algunas fórmulas de lo que se conoce como Home Invasion -ese subgénero que propone situaciones tensas a partir de un conjunto de persecuciones dentro de una casa- a la vez destaca por su despliegue narrativo al dosificar las acciones sin saturar ni caer en vacíos: todo el tiempo genera expectativa y no cae en la trampa del efectismo corriente. Hasta se da maña para dotar a su obra de algunas gotas de humor e ironía.
El inicio quizá sea lo más flojo del filme. Álvarez perfila a los personajes de una manera vaga. Rocky (Jane Levy) tiene una hija a la que desea sacar adelante para alejarla de la nociva disfuncionalidad hogareña en la que vive, Alex (Dylan Minnette) es un muchacho hábil para la tecnología de seguridad que tiene un padre con cierto privilegio económico pero del que no recibe afecto y Money (Daniel Zovatto) un truhan que va desperdiciando su vida sin mayores esfuerzos.
Es decir, el director edifica las motivaciones de la banda bajo conocidos clichés para dar impulso al gran salto que darán: el robo de 300 mil dólares. Sin embargo, esas motivaciones no importan. Son una especie de relleno que si van o no en la película no resiente a la misma. Paso en falso para Álvarez. No obstante, a partir del ingreso a la casa y el encuentro con el hombre ciego (Stephen Lang) podríamos decir que tenemos película. Y qué tal película.
Los tres ladrones verán cómo toda su estrategia se desmorona al toparse con una víctima inusual. El juego planteado por el director -ponerle el cascabel al gato para que los ratones no se dejen atrapar- cambia radicalmente y es el hombre ciego quien empezará a cazar a los intrusos. Ese cambio de roles se turnará de acuerdo a la complejidad de los giros que va dando la historia, al igual que los sentimientos que despierta el propietario de la casa: pena y odio.
El personaje construido para Lang es otro de los méritos de Álvarez. El hombre ciego, amargado y retorcido, se mueve por las sombras de la casa con sigilo para atormentar psicológicamente no solo a los invasores, sino también al espectador que aprecia un cambio dramático en el destino de los protagonistas. No respires encierra un planteamiento básico, un puñado de actores en buen nivel, un ritmo que secuestra la atención y, sobre todo, la consolidación de un director joven.
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