Paul Newman es uno de los grandes íconos de la historia del cine. Algunas de las películas que protagonizó se han convertido en clásicos donde su capacidad interpretativa ofrece una serie de registros que va mucho más allá de la etiqueta de galán con la que se le pretendió reconocer. Al lado de grandes directores -que supieron sacar lo mejor de él- lo podemos encontrar en títulos como Somebody up There Likes Me (Robert Wise, 1956), Cat on a Hot Tin Roof (Richard Brooks, 1958), The Hustler (Robert Rossen, 1961), The Sting (George Roy Hill, 1973) o The Color of Money (Martin Scorsese, 1986).
Sin embargo, el cine no fue el único ámbito con el que alcanzó satisfacción personal y trascendencia profesional. El mundo del automovilismo se convirtió en su verdadera pasión, al punto que durante los últimos 30 años de vida se aferró al timón y a los pedales de los autos de carreras invirtiendo fuertes sumas de dinero -además de tiempo y esfuerzo-, con el único objetivo de ser un corredor competitivo. Esta experiencia, reforzada por testimonios de excampeones de diversas categorías automovilísticas, actores que compartieron grabaciones con Newman y familiares del actor, es recogida en el documental Winning: The Racing Life of Paul Newman.
La película dirigida por Adam Carolla y Nate Adams narra de manera cronológica desde el momento en que Newman se interesa por los fierros hasta sus últimas vueltas en el circuito de Lime Rock Park , a los 82 años. La suma de miradas o la percepción que tienen los entrevistados acerca del actor es el principal recurso por el que apuesta la dupla de realizadores. Carreras compartidas, anécdotas curiosas y conversaciones íntimas o divertidas son revividas para profundizar en el comportamiento de un hombre que demostró que se puede ser alguien distinto, en un “territorio nuevo”, sin colgarse de la fama que lo precedía.
La película plantea el nuevo interés de Newman a partir de su rol en Winning (1969) cuando encarnó a un corredor que compite contra su mejor amigo (Robert Wagner) y que debido a la obsesión que tiene por los autos está a punto de perder a su esposa. Wagner interviene en el documental y narra cómo fue el primer acercamiento de Newman a los autos de carreras: “Yo terminaba de grabar y me salía rápido del coche. Paul no. Permanecía hasta aprender más y más”. En el futuro, Newman se obsesionaría con el tema al punto que, según otros testimonios, sus conversaciones solo estaban en torno a las carreras. Esa conducta de hombre persistente que nunca se da por vencido es revelada con eficiencia en el documental.
A Winning le siguió Butch Cassidy and the Sundance Kid (1969), película en la que Newman inicia su amistad con Robert Redford y en la que éste llega a ser admitido en el reparto gracias a la opinión del primero. Redford es una de las fuentes más recurrentes en el documental y comenta varios episodios de la relación cómplice que mantenía con Newman y la que el nacido en Ohio tenía con el automovilismo. A partir de Redford, y otras personas más, vamos descubriendo a Newman como alguien observador y sencillo al que todo el mundo apreciaba. De esta manera, Carolla y Adams insertan un segundo enfoque para descubrir de forma más íntima al protagonista del filme. Esta finalidad se cristaliza a través de pasajes emotivos vividos por personajes que compartieron coche con Newman; además de material de archivo donde destaca la esposa del actor, Joanne.
La sencillez y la perseverancia de Newman es remarcada por los directores al hacer la comparación entre cómo evaluaba el actor sus inicios en el cine y el automovilismo. Él mismo declaró alguna vez que cuando empezó a actuar no era bueno. Lo mismo sucedió al principio al querer tomar el volante. Esa autocrítica le hizo ganarse el respeto de los otros corredores. Con el tiempo aprendió la técnica para formar un competitivo binomio conductor-vehículo. Lo logró, según varias fuentes, aguzando sus habilidades y profundizando en los conocimientos técnicos. A la edad en que casi todos los conductores profesionales se retiran, él empezaba una carrera. Tenía casi 50 años. Ello no era bien visto por los grandes estudios de Hollywood: si Newman sufría un accidente, las pérdidas económicas serían muy altas. La encrucijada asomaba en la vida del actor. Debía decidir entre las películas o las carreras. Los fierros ganaron la pulseada.
Pero quizá lo más complicado para el actor fue lidiar con el hecho de ser Paul Newman. La gente del automovilismo lo veía como un ídolo del celuloide que estaba encaprichado con los autos. Él quería demostrar que podía ser un piloto competitivo, más allá de su fama. Lo curioso es que la camaradería que encontró gracias a los conductores no la halló en los platós. Le tomó tiempo entender que la actuación no era su pasión principal. Los autos y las carreras le daban sentido a su vida. Quizá manejar por completo un tipo de situación (conducir solo) era algo que no hallaba en las películas que protagonizaba.
Winning: The Racing Life of Paul Newman es un buen documental. Descubre a un actor apasionado desde la perspectiva de múltiples miradas que recurren a la emotividad que solo el compañerismo sabe dar. Además, perfila a un ícono que rompió con lo que Hollywood quería para él y aun así fue exitoso en el cine. También es de sabios ir en contra de todo para alcanzar la plenitud. Ya lo decía Katharine Hepburn: “Si hubiera seguido todas las reglas, no hubiera llegado a ninguna parte”. Newman sabía lo que quería, siguió su instinto. No olvidemos -coincidencia y destino- que la última película del actor fue Cars (2006) donde puso la voz a Doc Hudson, un juez/médico que con su experiencia y sabiduría orienta a Rayo McQueen. Genio y figura hasta el final.
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