I.- Acción y retorno
La traición y la venganza son dos tópicos que miles de películas han expuesto como motivaciones de sus tramas. El llamado cine de acción quizá sea el género cinematográfico que mejor ha explotado estos temas de las formas más espectaculares posibles. Basado en la apariencia física de sus personajes y el dinamismo coreográfico de los enfrentamientos cuerpo a cuerpo, el cine de acción tiene entre sus referentes históricos a Silvester Stallone, Arnold Schwarzenegger, Bruce Willis, Steven Seagal, Jean Claude Van Damme, Chuck Norris y Jackie Chang, por citar a los más apreciados. Todos ellos se distinguieron por interpretar roles de peleadores que combinaban golpes y algunas cuotas de humor. La marca del cine de acción, sobre todo de los ochentas, aporta trazos registrados por estos actores y por una serie de películas convertidas en clásicos que marcaron a generaciones de cinéfilos.
El nuevo siglo no agarró bien paradas a las viejas glorias del género -el paso de los años es notorio y pesa demasiado en un tipo de cine donde la flacidez representa la fecha de caducidad-, pero permitió darle oportunidad a una generación de actores que protagonizaron películas donde los combates cara a cara fueron cambiados por el chirrido de modernos autos y mujeres con diminutas prendas. Las cuatro primeras entregas de Rápidos y Furiosos ejemplifican lo propuesto. Estos imanes engañosos se alejan de la esencia ochentera del género.
Si bien todo puede volver a hacerse, no en vano sabemos y asumimos que el cine es una reinvención constante de sus fuentes y principios, ese gusto por la fisicidad se fue perdiendo hasta que aparecieron Misión imposible y Tom Cruise. La saga que concentra la calidad del cine de acción mejor hecho, tiene esa presencia corpórea que destilan las películas producidas hace 30 años más una sofisticada puesta en escena sostenida por su estética glamorosa y seductora. John Wick sigue ese fantástico sendero.
II.- Una nueva era
Cuando Keanu Reeves parecía condenado a pasar a la historia del cine como Neo, el programador hacker de la trilogía The Matrix, una nueva oportunidad le devolvió el clamor popular, a través de John Wick. El asesino que se mueve desde las oscuras entrañas de la venganza, vuelve a estelarizar la tercera parte de una franquicia que, a diferencia de otros intentos fílmicos, aumenta su calidad conforme estrena más secuelas. John Wick 3: Parabellum salda cuentas con el buen cine de acción de antaño y rescata la elegancia de las mejores producciones del género hechas durante el nuevo milenio.
Chad Stahelski, codirector en John Wick (2014) y director de John Wick 2: un nuevo día para matar (2017), se vuelve a poner al frente del nuevo proyecto alumbrando un producto de vigoroso atractivo visual en el que lucen locaciones que se distinguen por combinar arquitectura clásica y diseños de interiores futuristas. El diseño de producción está tan bien concebido y ligado a Wick, el personaje, que no se puede entender al antihéroe sin los espacios que transita. Esta relación dependiente entre objeto y escenario guarda cierta naturalidad armónica que no se ve en otras sagas que intentaron hacer lo mismo, caso La gran estafa de Steven Soderbergh (2001-2007).
En John Wick 3: Parabellum existe una fascinación por los códigos de honor y una continua tentación por romperlos a fin de poner a prueba la psicología de los personajes principales, a pesar de lo extremo que ello representa. Stahelski es muy bueno poniendo al borde a Wick y desplegándolo en situaciones inverosímiles, pero son esos mismos atrevimientos los que podrían condenarlo a caer en la monotonía.
Las prolongadas escenas de lucha son disfrutables, entre otros factores, por esa mimetización de Wick con los ambientes donde derrota a decenas de hombres y mujeres. Si las locaciones de Kill Bill sirvieron de hogares perfectos para la venganza de Beatrix Kiddo, dirigida por la mano de un Tarantino excelso, Stahelski transita todos sus caminos ultraviolentos sin atropellarse, pero demostrando pequeñas fisuras que de tanto repetirse podrían fracturar las próximas películas de Wick. Por momentos, su exceso puede jugar en contra y llega a salvarse por el ritmo impuesto en la narración. Un reposo al desenfreno de puñetes y patadas ayudarían en el futuro a asentar nuevos giros conductuales para el personaje de Reeves como en la película de 2014.
III.- Fin de la nostalgia
Si bien Búsqueda implacable (Pierre Morel, 2008) y las dos partes de El justiciero (Antoine Fuqua, 2014 y 2018) son referentes donde los personajes principales se mueven gracias al descontrol de la venganza, la incursión de John Wick 3: Parabellum es inmejorable para añorar menos a ese cine de acción que movilizaba a mucha gente hacia las tiendas de alquiler de videocintas a finales de los ochenta. El cine de acción no solo son patadas y puñetes en luchas interminables, también aquieta una nostalgia que John Wick está devolviendo cada dos o tres años.
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