El 1 de enero de 2009 Oscar Grant, un muchacho afroamericano de 22 años, regresaba a su casa con su novia y un grupo de amigos a bordo del metro BART de San Francisco, tras las celebraciones de año nuevo. La algarabía que mostraban los jóvenes se transformó en un momento tenso cuando se toparon con un grupo de hombres blancos. Ambos bandos antagonistas ya habían protagonizado encuentros violentos en el pasado. En el tren, la discusión no pasó de empujones e insultos. Nada que no pudiera controlarse o afectar demasiado a los demás pasajeros. Sin embargo, el conductor del transporte alertó a la policía sobre la breve trifulca y en la siguiente parada, Fruitvale, los jóvenes afroamericanos fueron detenidos. Los agentes, sin prueba alguna, tiraron al piso a varios de ellos profiriendo palabras racistas y aplicando golpes a diestra y siniestra. Los muchachos reclamaron airadamente, algunos encararon a los policías. En respuesta, los uniformados los redujeron aplicando llaves y métodos de sometimiento cuestionables. Grant, boca abajo y con las manos juntas a la altura de la espalda baja, tenía sobre el cuello la rodilla de un oficial. Grant gritaba de dolor ante las impávidas miradas de decenas de pasajeros que todavía estaban en el tren estacionado y que filmaban la escena con sus teléfonos celulares. El caos se formó cuando un balazo de otro agente retumbó la estación y se incrustó en la espalda de Grant. Un crimen se había perpetuado bajo la excusa de una detención, abusiva, arbitraria e injustificada.
Este caso generó muchas protestas en Estados Unidos y trajo, nuevamente, al primer plano el interminable problema del racismo. Por ello, no sorprendió que la desgracia en torno a Grant también llegue al cine. Fue en 2013, de la mano del debutante Ryan Coogler quien también escribió el guion, que Fruitvale Station se estrenó en el Festival de Sundance. La ovación fue unánime y son varias las razones por las que este film se ha ganado un lugar de referencia en el rubro de películas de denuncia social de la última década.
Michael B. Jordan encarna a Oscar Grant en una interpretación que gratifica, como si estuviéramos ante un experimentado actor que adopta las actitudes duras de un chico de la calle al enfrentarse a un mundo hostil y que, a partes iguales, transmite la ternura de un hombre que ama a su familia y que carga con la pesada factura de un pasado del que se siente avergonzado. El Grant de la ficción es un muchacho que se mueve por las arenas de la irresponsabilidad doméstica, donde la venta ocasional de marihuana y la exigencia de su familia (novia, hija, madre) por ser un hombre derecho, lo sitúan en las antípodas de una existencia confusa.
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Desde la dirección, Coogler construye, con precisión y talento, un personaje modelado desde aristas multidimensionales que, en conjunto, revelan a un ser humano cargado de conflictos y buenas intenciones. Quizá para el director hubiese sido más sencillo armar un biopic glorificador tras la cortina de la discriminación racial, pero esos conflictos internos por los que pasa Grant y su pasado carcelario son los que impiden un retrato heroico impoluto. Y eso se agradece. Grant no es bueno ni malo. Comete errores y trata de enmendarlos, a veces no lo logra o no se esfuerza lo suficiente y es consciente de ello. Es decir, es un hombre como cualquier otro de su edad al que se le hace difícil afrontar el mundo. Lejos de centrarse en las fatales acciones del desenlace, Coogler arma coherentemente un personaje representativo que identifica las barreras y estereotipos que condicionan a los jóvenes afroamericanos.
Fruitvale Station no encierra una narración sofisticada. Es de aquellas películas que se cocinan a fuego lento, donde las acciones se concentran y agarran forma hasta que todo confluye a gran caudal, por más que ya conozcamos cuáles son lo hechos reales. La primera película de Coogler es un ejercicio de sobria contextualización de los barrios afroamericanos que podría acercarse a las vistas en películas como Moonlight (2016) o series como Atlanta (2016-2018). El tono melancólico en buena parte del metraje choca furioso cuando se encuentra con la secuencia de las represiones en la estación de tren para luego volver a la tensa pesadumbre que otorga el fallecimiento de Grant. Coogler maneja los tiempos anticipando un sello que se puede volver a ver en Creed: corazón de campeón (2015), esa buena primera parte del spin off de la saga de Rocky Balboa donde trabaja nuevamente con Jordan.
Sin duda, el visionado de Fruitvale Station cobra mayor relevancia en momentos que el caso de George Floyd está en el ojo de las noticias por el revuelo social que ha causado en los Estados Unidos y por la atención que debemos poner en directores como Spike Lee o Ava Duvernay quienes denuncian con inteligencia los abusos que sufre la comunidad afroamericana.
Calificación: 7.5/10
Ficha técnica
Película: Fruitvale Station.
País: USA.
Año: 2013.
Duración: 85.
Género: Biopic, Drama.
Dirección: Ryan Coogler.
Reparto: Michael B. Jordan, Octavia Spencer, Melonie Diaz, Ahna O’ Reilly, Kevin Durand.
Guión: Ryan Coogler.
Fotografía: Rachel Morrison.
Música: Ludwig Göransson.
Producción: Nina Yang Bongiovi, Forest Whitaker.
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