Es preocupante la incertidumbre que reina hoy en torno al proceso electoral, así como la ausencia de lineamientos claros para las políticas que se implementarán en el próximo Gobierno. Para tener propuestas sensatas y escapar de la mala práctica que significa prometer y no poder cumplir, es necesario promover un debate serio sobre los distintos proyectos a implementar. Las promesas electorales pasan por un complicado trayecto para finalmente traducirse en políticas públicas efectivas, y los electores tenemos el derecho de conocer cómo piensan implementarlas.
En medio del desordenado contexto actual, tanto candidatos como partidos deben comprometerse no solo a difundir sus propuestas, sino también a señalar qué se espera de ellas y cómo serán implementadas y evaluadas. Estos temas deberían constituir la agenda de estas últimas semanas.
Mientras en otros países existen debates periódicos durante la época electoral –lo cual permite discutir las políticas prometidas y realizar críticas basadas en evidencia–, en el Perú el único debate oficial tendrá lugar una semana antes de las elecciones. Si bien algunas organizaciones de la sociedad civil nos han ofrecido espacios donde observar cara a cara a los postulantes y contrastar sus principales ideas, han sido insuficientes para abarcar los innumerables problemas a afrontar y aterrizar propuestas.
Una política pública efectiva requiere de la convergencia de tres fuerzas: apoyo político, capacidad de gestión y diseño del policy adecuado. De lo contrario, las promesas no pasarán de ser buenas intenciones. Para conseguir el apoyo político es importante la capacidad de concertación. Ya va quedando claro que el próximo Parlamento estará sumamente fraccionado, por lo cual será necesario trabajar en estrategias comunicacionales y políticas que permitan el desarrollo y la implementación de políticas. Ningún partido va a poder lograrlo solo. En segundo lugar, el desorden y la falta de transparencia en la gestión pública son problemas que arrastramos desde hace demasiado tiempo. No obstante, son pocas las propuestas que postulan soluciones concretas para este problema. Finalmente, el diseño de las políticas a implementar deberá estar basado en evidencia, para así conseguir el respaldo necesario y tener el impacto deseado. Nuevamente, solemos quedarnos en la especulación y esto último tampoco se trabaja ni discute suficientemente.
Cada proceso electoral es una oportunidad que el país tiene para observar los distintos caminos de desarrollo, comparar las rutas a seguir y corregir aquellas situaciones que se han estado manejando mal. Debería ser una oportunidad para mejorar; no un dolor de cabeza ni un espectáculo mediático.
* Este post fue escrito en colaboración con Natalia Guerrero, analista de Videnza Consultores
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