A principios del 2010, dos fuertes sismos se registraron en la región de América Latina y el Caribe en un periodo de menos de dos meses. El primero, de una magnitud de 7.3 en la escala de momento, se localizó en Haití y, el segundo, de una magnitud de 8.8 en la misma escala, se registró en el sur de Chile. El primero ocasionó 316,000 muertes; el segundo, 525. El detalle que debe advertirse, sin embargo, es que el segundo sismo fue más de 500 veces mayor que el primero si se le mide por el equivalente a la cantidad de energía liberada durante el evento. ¿Por qué el sismo de Chile, siendo muchísimo más fuerte, produjo menos de 1% de víctimas fatales de las que se registraron en Haití? La respuesta es clara: en Chile hay una tradición de incorporar la gestión de riesgos de desastres en las políticas públicas.
Los desastres ocurren cuando una amenaza (por ejemplo, algún fenómeno natural como un sismo, un deslizamiento o un huracán) se presenta en un territorio vulnerable. Los académicos señalan que la vulnerabilidad se explica, a su vez y en primer lugar, por la exposición, que no es otra cosa que la ocupación de un territorio de manera inadecuada. Por ejemplo, habitar en quebradas que son cauces de huaicos, morar en las franjas marginales de los ríos, construir sobre terrenos no aptos como las laderas arenosas de lomo de corvina. En segundo lugar, la vulnerabilidad se explica también por la fragilidad de las viviendas y la infraestructura que se construye en los territorios expuestos a las amenazas. Ejemplos de fragilidad son las edificaciones realizadas con materiales de baja calidad o inadecuados (como el uso de adobe en zonas inundables), el no contemplar normas técnicas de seguridad (como las normas de sismorresistencia) y el no proteger con diques u otras estructuras semejantes edificaciones ubicadas en áreas con probabilidad de deslizamientos.
Finalmente, la vulnerabilidad se explica por la falta de resiliencia, que no es otra cosa que la capacidad de los seres humanos de enfrentar y superar eventos naturales extremos. En Bogotá, las dependencias públicas suelen tener disponibles cerca de las puertas de acceso y salida cartillas de acción, breves y didácticas, sobre qué hacer ante la ocurrencia de peligros (incendios, sismos); en Ciudad de México la población sabe que en caso de sismo hay puntos identificados para ubicar a los posibles heridos y rutas viales de entrada y de salida del centro de la ciudad que se vuelven exclusivas para vehículos de emergencia, y en Santiago de Chile no hay niño que no haya sido entrenado en simulacros de sismo varias veces al año.
En nuestro país, para que la reconstrucción de las áreas afectadas por el Niño costero sea exitosa se requerirá no solo reubicar viviendas e infraestructuras en zonas seguras y construirlas con técnicas y materiales adecuados sino, más importante, se deberá contemplar un plan de acción para construir resiliencia en las poblaciones. Ese es el reto de Pablo de la Flor al mando de la autoridad de reconstrucción: no limitar la reconstrucción a un tema de provisión de viviendas e infraestructura (hardware), sino ponerle énfasis a la construcción de capacidades blandas para la resiliencia (software). Chile y Japón son ejemplos de países que han logrado incorporar la gestión de riesgos de desastres en su proceso de desarrollo. Para ello, sin embargo, es necesario que se planifique la reconstrucción, que no es sinónimo de reposición.
Milton von Hesse
Director de Videnza Consultores
COMENTARIOS
Si vamos a tratar sobre la reconstrucción producto del Niño Costero, el enfoque no es hacia ejemplos exitosos en cuanto terremotos, sino hacia ejemplos exitosos en cuanto inundaciones.
En consecuencia, no cabe mencionar a Chile ni al Japón, pero si a Holanda por su efectiva respuesta en los años 1950, y más recientemente nuestro vecino ecuador. En ambos casos la respuesta fue rápida e ingenieril.
En nuestro caso, la reacción es lenta, burocrática, legalista, centralista, y de entre amigos.
Por otro lado, la presencia ingenieril es casi nula o nula.
No se puede pedir peras al olmo.
Hola Ernesto,
El post quiso poner énfasis en la importancia de crear una institucionalidad adecuada que promueva la resiliencia ante la presencia de eventos naturales de gran magnitud.
Saludos.
Bien ha dicho en Japón, Chile y otros,quienes han incidido mucho y prosiguen es la prevención, pues no podemos cambiar las condiciones de vulnerabilidad pero podemos mitigarlas para reducir el impacto y darle mucha atención al mantenimiento, priorizando el saneamiento, salud, educación, infraestructura (vivienda y carreteras), y en énfasis en los puentes con diseños adecuados, pues son los puntos importantes de conectividad entre lo pueblos para cruzar los ríos quebradas y otros para acudir al mercado, atención de salud, educación y otros.
Hola Mónica,
Lo peor que le puede pasar al país es que la reconstrucción replique las condiciones de vulnerabilidad previas a El Niño costero.
Saludos.
Mas alla de un comentario, una idea (grano de arena) Las zonas de desastre ubicadas especificamente, en las vertientes de los huaycos, habitadas por familias que se sabe se resisten a dejar la zona por ser su lugar de residencia de años. Trasladarlas a una ubicacion paralela (donde tambien hay casas construidas) a ser demolida y construida nuevamente, ya no con viviendas unifamiliares, sino condominios (departamentos) no seria facil, pero tal vez que seria menos dificil y mas economico que un traslado a otra zona.
Por desconocimiento, no se si las leyes y/u normas permitan esta medio-expropiacion a los vecinos circundantes. En todo caso, siempre habran armas de convencimiento, ejemplo: los semi-expropiados (vecinos circundantes) serian dueños de los primeros pisos, vivirian en nuevas y modernas viviendas , los siguientes pisos serian pagados como lo estime el ministerio de economia (incluso a futuro por los descendientes)
Hola Ricardo,
El Estado ha puesto a disposición de los afectados por las inundaciones bonos de financiamiento de vivienda que facilitarán el traslado de las familias hacia zonas más seguras.
Saludos
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