Luego de dos larguísimos años, entre el 14 y 28 de marzo se espera que los más de seis millones de estudiantes de educación básica regular del sector público vuelvan a clases presenciales o semipresenciales. Esta, una gran noticia que debió darse mucho antes, se da, sin embargo, en un contexto donde no podemos responder a preguntas como: ¿cuántos colegios efectivamente ya han regresado a clases? ¿Bajo qué modalidad: presencial o semipresencial? ¿Cuántos docentes y directores están asistiendo? ¿Cuántos estudiantes están efectivamente yendo a clases? ¿Cuentan los colegios con las medidas de bioseguridad necesarias? ¿Tienen la cantidad suficiente de cuadernos de trabajo? ¿Las obras de mantenimiento están en ejecución?
Muchos de los datos necesarios para responder a las preguntas anteriores eran recogidos y sistematizados por Semáforo Escuela, una herramienta del Ministerio de Educación cuyo objetivo era “brindar información confiable, periódica y oportuna sobre la entrega del servicio educativo”. Se buscaba que el Minedu y las instancias de gestión descentralizada —direcciones regionales de educación y unidades de gestión educativa local (UGEL)—, cuenten con información oportuna para tomar acciones rápidas de gestión que permitan ofrecer un mejor servicio educativo al estudiante.
Durante la pandemia, Semáforo Escuela fue la herramienta que más rápido se adaptó a la nueva realidad. Implementó operativos de encuestas telefónicas para identificar información valiosa, ya no solo de las escuelas (directores y docentes), sino también de los estudiantes y sus familias. Fue así como se pudo conocer el porcentaje de estudiantes que estaban accediendo a “Aprendo en casa” y por qué medio (internet, televisión o radio). También permitió evidenciar las brechas de conectividad tanto de los estudiantes como de los docentes. Esta información sirvió, en parte, como fundamento para tomar medidas como adquirir tabletas o dotar de planes de datos a los docentes. Y, en general, Semáforo Escuela hizo posible conocer mejor cómo se venía prestando y gestionando el servicio educativo en las condiciones tan difíciles que la pandemia generó.
Quizás más que nunca antes, para este año escolar 2022 era crucial contar con información sobre el estado de las escuelas antes del inicio de clases (siempre Semáforo Escuela realizaba un operativo previo al inicio de clases para conocer la situación de las escuelas). Además, para hacer seguimiento a cómo se va dando el servicio educativo y qué contingencias deben ser enfrentadas tras dos años de cierre. Sin embargo, el titular de Educación, Rosendo Serna, decidió que no haya Semáforo Escuela este año. Ante el Congreso de la República, el ministro señaló: “En el marco de utilizar adecuadamente los recursos, estamos planteando cerrar el tema de Semáforo Escuela y dedicar ese presupuesto para mejorar las instituciones educativas”.
¿Había cosas por mejorar en Semáforo Escuela? Por supuesto que sí. Quizás la más urgente —aunque se avanzó durante la pandemia—, era la capacidad de convertir todos los valiosos datos recogidos en información útil para las direcciones del Minedu, las DRE, UGEL y, por qué no, para los directores, docentes y padres de familia. Lamentablemente, no todos los actores del sector vieron a Semáforo Escuela como una herramienta de ayuda para su gestión. Por el contrario, la sintieron como una carga administrativa más, y como una herramienta de fiscalización.
Un segundo aspecto por mejorar era articulación con otros sistemas de recojo de información del propio Minedu e de algunas DRE o UGEL. Esta articulación era necesaria para no duplicar esfuerzos ni recargar la ya intensa agenda de especialistas de las UGEL, directores y docentes.
Sin embargo, creo que el ministro se equivoca profundamente al considerar que utilizar con eficiencia los recursos pasa por eliminar una fuente de información valiosa para la gestión escolar y por hacer anuncios populistas sobre que esos recursos se destinarán a mejorar las instituciones educativas. Solo el año pasado se dejó sin ejecutar el 27% del presupuesto destinado a mantenimiento, acondicionamiento y reparaciones en el sector educación. Hablamos de S/ 68.5 millones sin utilizar: más de cinco veces lo que Semáforo Escuela puede costar. Como hace unos días indicaba la economista Mónica Muñoz-Najar, “¡Aún estamos a tiempo para medir, no sigamos a ciegas!”.
Realizado por: Nicolás Besich*, investigador principal de Videnza Consultores
*Nota: el autor trabajó en la Unidad de Seguimiento y Evaluación del Ministerio de Educación durante el 2020.
COMENTARIOS
Gracias por compartir, ojala no se cierre Semaforo Escuela y sobretodo no se utilice ese presupuesto para llenar los bolsillos de la burocracia de este gobierno.
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