Se acaba de anunciar que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) seguirá vivo. Inmediatamente las bolsas de valores repuntaron. Canadá acaba de enviar a su equipo negociador a EE.UU., pero no se sabe si se sumará o no al acuerdo. Está pendiente si se mantiene como trilateral o bilateral. Es una buena noticia para el corto plazo ya que alienta los mercados financieros y estabiliza las expectativas tanto para facilitar la transición del nuevo gobierno en México como para Trump que muestra que puede llegar a acuerdos en vista de las elecciones legislativas de noviembre. ¿Será beneficioso para el largo plazo?
AMLO, el recién electo presidente mexicano, manifestó su beneplácito por el acuerdo, en particular por el nuevo capítulo energético donde se habría anotado que el gobierno mexicano tiene todo el derecho de modificar constitucionalmente la política sobre hidrocarburos; asimismo que se habría ratificado que los hidrocarburos son propiedad de México. Al momento no hay detalles sobre los acuerdos. Sin embargo, se ha filtrado que frente a la vigencia de 5 años propuesta por EE.UU. ahora sería de 16 años, revisándolo cada 6 años. Asimismo, se ha elevado el componente regional de los vehículos de 62.5% al 75%. Se establece también que entre el 40% y 45% de los vehículos debe ser fabricado por trabajadores que ganen más de US$ 16 por hora a la par que se deben respetar todas las normas y prácticas laborales de la OIT.
Históricamente el TLCAN impulsó masivamente las exportaciones mexicanas y ha generado mucho empleo a partir de la relocalización de plantas manufactureras por los importantes flujos de inversión extranjera. Sin embargo, tiene como principal talón de Aquiles sus reducidos encadenamientos de producción y empleo. El PBI no reacciona al nivel de las exportaciones; por otro lado las otras actividades manufactureras y agrícolas no exportadoras han sido seriamente impactadas por las importaciones desde EE.UU. Ahora con un mayor contenido regional, que sería estadounidense, es menos probable que se mejoren esos encadenamientos productivos ahora marginales.
En el horizonte de largo plazo hay oportunidades a la vista; aunque no se avizoraría un gran crecimiento. El tratado puede ser repotenciado en beneficio de México si se acompaña de una política industrial más activa; de más competitividad a partir de ciencia, tecnología e innovación; y de apoyar en la definición de los nuevos nichos de exportación. Es imprescindible mejorar la infraestructura (y para ello se requiere de una reforma fiscal en serio), de un Banco de México que actué para evitar la apreciación del peso. La elevación de los salarios acompañada de las medidas anteriores es una buena señal para promover la expansión del mercado interno.
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