Cuando hablamos de crisis alimentaria debemos primero identificar el factor o los factores que han desencadenado este problema y que se ha reflejado en alzas inusitadas en los precios de los alimentos y la energía, afectando en particular a la población de más bajos ingresos que tienden a gastar una mayor proporción de sus ingresos en alimentos y servicios básicos. Al respecto, esta situación adversa que viene afrontando nuestro país no es exclusiva del Perú, menos aún tiene que ver con el reciente cambio de gobierno, sino todo lo contrario, tiene trascendencia mundial.
Según el Banco Mundial, el 44% y 71% de países clasificados como economías avanzadas y economías en desarrollo, respectivamente, han registrado una tasa de inflación a diciembre de 2021 que superaba el 5%. En el caso de los países en desarrollo – donde se encuentra el Perú – este porcentaje de países con alta inflación era la mitad a finales del 2020. En más de 20 años no se ha registrado un salto tan repentino y generalizado en los niveles de inflación, por lo tanto, el alza actual y sostenida que viene registrando los precios se ha convertido en un problema global. Datos recientes de la OIT, indican que la tasa anual de inflación de alimentos y bebidas en todo el mundo, medida por el índice de precios al consumidor (IPC), se aceleró hasta 9.1% en marzo de 2022, cifra dos veces mayor que la registrada en marzo del año pasado (4.5%). En el Perú, la tasa de inflación anualizada en el mes de mayo para Lima Metropolitana alcanzó 8.8%, cifra no registrada desde el año 1998.
Estos máximos registrados en el Perú y en el mundo responden a una combinación de factores, en particular, una recuperación económica mundial desigual de la pandemia de COVID-19 (la oferta mundial no ha respondido a la misma velocidad de recuperación de la demanda mundial), las interrupciones generalizadas de la cadena de suministro (cierres de fábricas inducidos por brotes, restricciones en los puertos, rutas de navegación congestionadas, escasez de contenedores, entre otros), las condiciones climáticas extremas que redujeron severamente la producción y disponibilidad de alimentos (problemas de sequía y efectos del fenómeno La Niña en los principales países productores de granos) y el alza de los precios de los commodities exacerbado por el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania.
Respecto a este último factor, el índice de precios agrícolas del Banco Mundial se elevó 53% en el mes de mayo del 2022 respecto al índice registrado en diciembre del 2019, explicado por la fuerte alza del índice de precios de alimentos (+73% de aumento en el mes de mayo), especialmente por el incremento de los precios de productos básicos como aceites (+93%) y granos (+88%). Por otro lado, los precios de los insumos para la agricultura, como los fertilizantes químicos, se han incrementado de manera exponencial, prácticamente triplicando su valor respecto a lo registrado a finales del 2019, condicionado por el alza sostenida de los precios internacionales de la energía (+ 103% de aumento en el mes de mayo), como el petróleo crudo (+74%) y el gas natural (+350%), materias primas básicas a partir de la cual se producen los fertilizantes químicos nitrogenados.
Fuente: Banco Mundial
Bajo este contexto antes descrito, los canales de transmisión que podrían afectar el sistema alimentario mundial, y del Perú en particular, especialmente en al actual escenario de conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, estarán circunscritos a dos situaciones adversas:
1) Restricciones en la producción y comercio de alimentos y fertilizantes
2) Aceleración de la tasa de inflación de alimentos y energía
Respecto al primer canal de transmisión, la guerra en Ucrania ha generado perturbaciones en la producción y el comercio mundial de productos básicos debido a la importancia estratégica de Rusia y Ucrania en la provisión de productos agrícolas en el mundo (cereales y aceites comestibles) siendo más alta esta dependencia alimentaria en países del Oriente Medio y del Norte de África (31% y 25% de las importaciones de cereales y aceites comestibles de Oriente Medio y África, respectivamente, provienen de estos dos países en conflicto).
En el caso de América Latina, el grado de dependencia en cuanto a las importaciones de estos alimentos básicos (cereales y aceites) provenientes de ambos países en conflicto es muy marginal (0.4% de las importaciones totales en el 2021) – salvo para Nicaragua cuyo porcentaje de dependencia es cercana al 6% –, siendo esta tasa de dependencia de alimentos importados provenientes de Rusia y Ucrania de tan solo 0.8% para el caso del Perú. Es importante precisar que más del 80% de los cereales y aceites comestibles que importa nuestro país provienen de Argentina, Canadá, Estados Unidos (maíz amarillo duro, trigo y cebada, principalmente), Bolivia y Brasil (aceite de soya).
Fuente: Trademap
Asimismo, Rusia es un actor importante en las exportaciones mundiales de fertilizantes químicos (14% de las exportaciones globales de fertilizantes), y tomando en consideración la importante demanda que tiene este compuesto en la agricultura, ha derivado en alzas sostenidas en su precio internacional agravándose con el inicio de este conflicto bélico, llegando a triplicar su valor respecto al periodo previo al inicio de la pandemia mundial, explicado por un lado, a las sanciones comerciales interpuestas a este país, y por otro, los aumentos que se han venido registrando desde el año pasado en los precios mundiales del petróleo y del gas natural (principales insumos utilizados en la producción de fertilizantes nitrogenados), siendo además Rusia el segundo productor más importante de gas natural en el mundo.
Fuente: Trademap
Sin embargo, y a diferencia del comercio de cereales y aceites comestibles, el riesgo es mucho más latente para América Latina dada su importante dependencia de fertilizantes importados provenientes de Rusia (22% del valor de fertilizantes importados por América Latina en el 2021). Dado los altos precios internacionales y la menor disponibilidad de fertilizante en el mundo por los sucesivos anuncios del gobierno ruso de suspender temporalmente las exportaciones de compuestos nitrogenados, han desembocado en una mayor presión al alza en los costos de producción de la agricultura latinoamericana. Particularmente países como Honduras, Perú, Ecuador, Costa Rica y Panamá ostentan una muy alta dependencia de la importación de fertilizantes nitrogenados desde Rusia (55%, 51%, 38%, 33% y 32%, respectivamente); mientras que Brasil, México y Colombia registran una tasa de dependencia de las importaciones de fertilizantes rusos relativamente moderada (por debajo del 25%).
En relación con la segunda vía transmisión, la mayor o menor incidencia de la crisis alimentaria en el mundo tendría relación con la transferencia de los precios internacionales de los alimentos básicos e insumos de la agricultura hacia los precios internos, así como la disponibilidad de alimentos provenientes de la oferta agraria nacional. Respecto al efecto de transmisión hacia los precios internos, debemos recordar que menos del 40% de la oferta de alimentos que consumimos en nuestro país proviene de las importaciones, sin embargo, no somos autosuficientes en la producción de alimentos de consumo masivo en la población como el trigo, maíz amarillo duro y aceites, teniendo por tanto que depender de la producción de otros países (la tasa de dependencia de las importaciones de trigo, maíz y aceites comestibles están por encima del 70%), por lo tanto cualquier shock externo ajeno a nuestra economía como el alza de los precios internacionales de los alimentos básicos, la devaluación de nuestra moneda frente al dólar o el incremento del precio de los combustibles tienen un correlato inmediato – especialmente en episodios de alza – en los precios internos de los alimentos consumidos en nuestro país (según el BCR, el 56% de la tasa de inflación registrada en el 2021 corresponde a rubros vinculados a cotizaciones internacionales y el tipo de cambio) afectando la capacidad adquisitiva de las familias de más bajos recursos que son precisamente las que destinan una mayor proporción de sus ingresos al consumo de alimentos.
Por otro lado, la disponibilidad de alimentos en los centros de abastos de todo el país responde principalmente a la producción proveniente de nuestra agricultura, sin embargo, la determinación de esta oferta productiva de los principales cultivos estará a su vez condicionada a las variaciones en los costos de producción, los cuales se han venido incrementando debido a la fuerte alza registrada por el precio interno de comercialización de los fertilizantes químicos en el Perú (en el mes de abril los precios de los fertilizantes comercializados en el Perú se han incrementado 161% respecto a los precios registrados en diciembre del 2019 siendo la urea el producto que más se ha incrementado en dicho periodo, triplicando prácticamente su valor), más aún cuando más del 90% de los fertilizantes consumidos en el Perú se importan de países como Rusia, China y los EE.UU.
Si bien es cierto, el problema del incremento de los precios en los fertilizantes está latente y ha sido el tema de mayor discusión en la coyuntura económica y política en el Perú al cual se le debe dar la debida prioridad, es cierto también que la magnitud de este problema está solo acotado a un grupo de agricultores y cultivos en nuestro país.
En primer lugar, según el IV CENAGRO, el 62% de los productores agropecuarios (un poco más de 1.3 millones) hacen uso mayormente de abonos orgánicos (guano de isla, estiércol), siendo esta proporción de productores mayor en la sierra (76% de agricultores de esta región), sin embargo, se sabe que los abonos orgánicos tienen un bajo nivel de concentración de nitrógeno, por ello se recurre a los fertilizantes químicos, aunque en la sierra la aplicación de estos compuestos no es muy intensa porque sus suelos tienen mayor contenido de nitrógeno. Por otro lado, según la Encuesta Nacional Agropecuaria – ENA del 2019, menos del 20% de pequeños y medianos productores usan solo fertilizantes en sus cultivos
En cambio, en la costa, debido los bajos niveles de nitrógeno presentes en sus suelos, es que se requiere una mayor aplicación de fertilizantes químicos y los datos estadísticos de la ENA 2019 y del IV CENAGRO vuelven a ratificar esta práctica agrícola con un 72% de agricultores de la costa que aplican solo fertilizantes químicos los cuales generaron un gasto anual superior a los 1,270 millones de soles en el 2019 (66% del gasto total en fertilizantes a nivel nacional).
Analizando el gasto en fertilizantes químicos por tipo de cultivo en la ENA 2019 se observa que ochos cultivos como arroz cascara, palta, esparrago, caña de azúcar, mango, uva, maíz amarillo duro y papa blanca concentran el 60% del monto desembolsado en fertilizantes durante el 2019, muchos de estos cultivos instalados en la costa peruana. Por otro lado, considerando los 12 cultivos transitorios de mayor importancia (66% de las siembras programadas en la actual campaña agrícola 2021-2022) por su contribución a la seguridad alimentaria y nutricional del país (arroz, papa en todas sus variedades, camote, yuca, maíz amarillo duro, maíz choclo, maíz amiláceo, arveja grano verde, cebolla, ajo, tomate, zanahoria), la superficie agrícola que aplicaría fertilizantes sería menor del 51% (736 mil hectáreas), siendo el arroz el cultivo con mayor área de fertilización (83% de la superficie total cosechada). En términos monetarios, estos 12 cultivos explican menos del 37% del gasto total en fertilizantes efectuado por los productores.
Finalmente, según datos oficiales extraídos del Sistema Integrado de Estadística Agraria del MIDAGRI al mes de abril del 2022, se registra un avance de 92% de las siembras programadas de los principales cultivos transitorios en la actual campaña agrícola 2021-2022 superando 1 millón 736 mil hectáreas, cifra muy similar a lo registrado en la campaña anterior, siendo el 70% de estas siembras concentradas en ocho cultivos de relevancia para la alimentación del país como arroz, papa, maíz amarillo duro, maíz choclo, maíz amiláceo, frijol grano seco, cebolla y quinua. Sin embargo, cultivos como cebolla, frijol grano seco, arveja grano seco, ajo y tomate retrocedieron sus siembras de manera sustancial.
Asimismo, otro indicador que da cuenta de los impactos del alza de los fertilizantes es la evolución registrada por la producción agrícola, que en el periodo de enero a abril del 2022 aumentó 4.9% respecto a similar periodo del 2021. Es muy probable que los impactos negativos del alza de fertilizantes producto del conflicto bélico en Ucrania se refleje en el segundo semestre del 2022 y en el primer semestre del 2023, aunque el efecto sería moderado de acuerdo con estimados reportados por el Banco Central de Reserva del Perú de 0.8 y 1.0 puntos porcentuales menos para el 2022 y 2023, respectivamente, en cuanto al avance de los cultivos orientados al mercado interno, respecto a lo pronosticado por esta entidad en marzo del presente año, precisando que dicho impacto ha sido atenuado por la sustitución de urea por sulfato de amonio y abonos orgánicos; condiciones climáticas e hídricas favorables en el norte del país; y el comportamiento de las cosechas de las campañas grandes de la sierra y la costa en el primer semestre.
En conclusión, las medidas a implementar por el gobierno del presidente Castillo tienen que atacar dos importantes frentes si es que se busca como objetivo mitigar el impacto de esta crisis alimentaria global en nuestro país: 1) vía transferencias monetarias directas focalizada a los hogares con mayor vulnerabilidad económica y que podrían nuevamente regresar a los umbrales de pobreza por la pérdida de capacidad adquisitiva de la moneda nacional frente a presiones inflacionarias; 2) garantizar la disponibilidad de alimentos de origen nacional a través de la compra por parte del Gobierno de urea a otros países y la implementación de un programa de entrega de fertilizantes a un precio subsidiado buscando que dicho beneficio sea focalizado por cultivo, zona geográfica y tamaño del productor agrario a través de los instrumentos de información que actualmente gestiona el MIDAGRI como el padrón de productores agrarios y los datos que provee la encuesta de intenciones de siembra de la próxima campaña agrícola 2022-2023, pero también se debe estructurar un breve plan ejecutivo que gestione toda la logística de distribución y monitoreo de los fertilizantes entregados por el gobierno durante el inicio de las siembras así como la supervisión en la aplicación de estos nutrientes durante el proceso de crecimiento del cultivo y posteriormente el fruto obtenido en las cosechas; acciones que deberán ser implementadas por Agrorural en articulación con los gobiernos regionales.
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