Hace poco leía un artículo publicado por McKinsey sobre el uso que las organizaciones pueden darle a la inteligencia artificial generativa (IA generativa).
Desde el arranque, el texto resalta que esta tecnología ya está con nosotros y que más que decidir si se emplea o no, tenemos que discutir cómo sacarle el mejor provecho posible. Y el impacto, calculado por McKinsey, es suficiente para explicar por qué: la IA generativa puede llevarnos a automatizar 70% de las actividades empresariales y sumar billones (sí, billones) de dólares en valor a la economía mundial de acá al 2030.
El asunto, entonces, es sencillo: ¿cómo preparamos a nuestras organizaciones (¿cómo nos preparamos nosotros?) para incorporar la IA en nuestro día a día y empuñarla para empoderar, no solo nuestros negocios, sino a los colaboradores?
La respuesta no es una lista de instrucciones. Esta no existe, porque la IA generativa no es, pues, un software que instalamos en nuestras computadoras y dejamos funcionar, es un tipo de tecnología que se caracteriza por su ubicuidad, por facilitar y automatizar tareas cotidianas. En esa línea, la respuesta es una reflexión que cada organización, con el impulso de sus líderes, debe emprender en línea con sus objetivos y necesidades y compenetrar con su cultura empresarial.
El artículo llama, por esto, a la construcción de una narrativa en torno al uso de la IA generativa. Se deben hacer pilotos, luego escalar su uso hasta que sea parte del negocio tradicional, y también, en algunos casos, transformar el negocio. Al mismo tiempo, debemos plantear algunas preguntas: ¿Qué implicancias trae esta tecnología para la organización? ¿Tenemos el talento y la infraestructura adecuados para aprovecharla? ¿Qué cambios tendrán que darse en el manejo del talento en la empresa?
Por esto, la relación de los colaboradores con la IA generativa es fundamental. Lejos de entenderla como una fuerza para reemplazar, el artículo es muy preciso al señalar que esta debe entenderse como una para empoderar.
Claro, se tendrá que invertir en el desarrollo de nuevas habilidades y probar en la práctica cómo funciona la tecnología para cada caso, pero esta tiene que ser comprendida como una manera de maximizar el tiempo y las habilidades de los miembros de una compañía. McKinsey estima, por ejemplo, que la IA generativa puede hacer que los desarrolladores de software completen algunas tareas en la mitad de tiempo. Imagínense todos los procesos creativos de innovación que podrían emprenderse con las horas ganadas. Y lo mismo ocurre con muchísimas otras áreas.
Sin duda hay todavía mucho pan por rebanar en torno a esta nueva herramienta, pero lo que es innegable es que esta ya es parte de nuestras vidas. Y la disyuntiva es sencilla: ¿La utilizamos o nos quedamos atrás?
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