Cuando todos copian, nadie lidera: así se diluye la creatividad en el marketing moderno.

En algún momento, crear una estrategia de marca era un acto de imaginación. Hoy, muchas veces, parece que es tan simple como abrir un archivo de Canva, ajustar los colores, cambiar el logo y replicar lo que ya funcionó para otro.
El marketing, ese espacio donde antes habitaban las ideas audaces, parece haberse vuelto un ecosistema de espejos: nadie mira hacia adelante, todos se reflejan entre sí.

En varios sectores, especialmente en aquellos de alta exposición digital lo estamos viendo una y otra vez: por ejemplo, se lanza un personaje, con un enfoque fresco, una narrativa distintiva, una estética poderosa. Se posiciona. Y al poco tiempo, aparece su reflejo. Misma estructura, misma energía, pero muchas veces sin alma.
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A veces nos pasa que sin razón alguna odiamos al mundo. Claro está, no literalmente. Pero nuestro estado de ánimo no es el mejor. Esta semana sentí eso. De hecho, por eso estoy escribiendo este artículo un jueves, cuando en realidad debió salir ayer miércoles, pero no se me ocurría nada que valga la pena para un artículo. Y en realidad, a partir de mi sentir de odiar al mundo es que estoy haciendo este artículo por segunda vez, porque la primera vez puse publicar y simplemente se eliminó.

Y ayer por la noche, mientras dictaba una clase de estrategias de marketing me encontré con un aviso. Una publicidad que había visto cientos de veces, pero que justo ayer, en el momento emocional en el que me encontraba, me impactó (una vez más). El comercial era este: