Por: Piero Ghezzi y Alonso Segura
La crisis global por el nuevo Coronavirus puede llevar al mundo a una recesión económica más pronunciada y prolongada que la del 2008-2009. Las medidas anunciadas hasta el momento en el Perú son insuficientes.
El Ejecutivo acertó al decretar el Estado de emergencia la semana pasada. Ello ocurrió luego de arrastrar los pies varias semanas. Por ejemplo, se demoró en declarar la emergencia sanitaria, que hubiera permitido el abastecimiento y equipamiento oportunos. Pero la decisión es claramente la correcta.
Por la naturaleza del virus y su evolución, es improbable que el estado de emergencia dure solo los 15 días decretados inicialmente, y hay mucha incertidumbre sobre cómo sería un proceso de transición.
El impacto del coronavirus sobre la actividad económica y la vida diaria de los peruanos es (y seguirá siendo) tremendamente disruptivo. Se requieren políticas públicas igualmente disruptivas para evitar muchas victimas y que la economía entre en una profunda y prolongada recesión.
Primero veamos porque la cuarentena era la mejor decisión posible y, más aún, porque probablemente tendrá que ser una medida sostenida por un tiempo en el mundo.
Laissez Faire vs Aplanar la curva
Una visión dominante –en occidente- era que lo importante es “aplanar la curva” (flatten the curve) epidemiológica. Porque dejada por sí sola, una epidemia tiene una evolución natural. Inicialmente el numero de contagiados aumenta explosivamente, luego toca un pico y empieza a caer. Ello ocurre cuando la población ha alcanzado lo que se llama la “inmunidad de grupo” (herd immunity): un porcentaje elevado de la población se inmuniza luego de haber contraído la enfermedad y el número de casos activos cae drásticamente.
Por ejemplo, Pinedo y Pérez (2020) han estimado que si se hubiese dejado que el coronavirus evolucione naturalmente, habría alcanzado un pico de 8.5 millones de casos activos en el Perú el 6 de mayo, y de ahí habría empezado a caer. El Perú hubiese alcanzado la inmunidad de grupo, pero aproximadamente 28 millones de peruanos hubiesen contraído la enfermedad.
Ello hubiese conllevado, primero, al colapso del sistema de salud, y segundo, a que al menos entre 280.000 y 420.000 peruanos hubiesen fallecido (tasa de letalidad de entre 1% y 1.5%). Naturalmente esta alternativa (“Laissez Faire”), es inviable. Ningún país dejaría que algo así ocurra.
Por ello, para un grupo de países la mejor opción era aplanar la curva. Para lograrlo, se requieren acciones mitigantes como aislamiento de infectados, cuarentenas de sus familias y “distanciamiento social” de los de mayores de 70 y otras personales vulnerables. Se busca así reducir el número básico de reproducción (R0), que mide la cantidad de personas que contagia una persona infectada (si toda la población fuera susceptible al contagio). Se reduciría R0 disminuyendo básicamente las oportunidades de contagio y la probabilidad de la transmisión. De esa manera, se busca que haya menos infectados y que se espacien en el tiempo, acomodándose a las capacidades del sistema de salud. El gráfico 1 muestra la alternativa “Laissez Faire” versus la de aplanar la curva con acciones de mitigación. Es un gráfico que se volvió “viral” hace unas semanas.
Varios gobiernos, por ejemplo, Estados Unidos, Reino Unido, Holanda y Suiza, estaban implementando variaciones de la estrategia “aplanar la curva”. El primer ministro Británico Boris Johnson dijo que tendríamos que aceptar que algunos mueran “antes de su tiempo”. Apostaba por la ventaja de que una buena parte de la población se inmunizase.
Gráfico 1: “Laissez Faire” vs. Aplanar la curva
Inicialmente se pensaba que con las medidas de mitigación, la capacidad del sistema de salud podía contener el virus.
Pero esta semana apareció un artículo del Imperial College que cambió todo. Utilizando información reciente de China e Italia, encontraron que inclusive “aplanar la curva” no sería suficiente. Que tomar solamente acciones mitigantes sobrepasaría las capacidades de todos los sistemas de salud del mundo. Y que el pico de curva epidemiológica aplanada sería varias veces superior a las capacidades de los sistemas de salud. Que la línea real de capacidades estaba MUY por debajo de lo que se creía. (Ver Gráfico 2)
Por ejemplo, para los casos de Reino Unido y Estados Unidos, el pico en el caso de mitigación requeriría ocho veces las capacidades de las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) de dichos países. Y generaría, respectivamente, de 260.000 a 1.2 millones de muertos adicionales a la alternativa de medidas más agresivas (de “supresión”). Se trata de niveles que tampoco ningún país democrático podría tolerar.
Gráfico 2: Escenario mitigación es insuficiente
Cuando se vieron los números reales, se visibilizó que aún con las medidas de mitigación, los sistemas de salud del mundo hubiesen colapsado.
Para los investigadores del Imperial College la única opción viable en el corto plazo es “suprimir” la enfermedad. Buscar pararla en seco. Ello implica, además de las medidas de mitigación, otras como distanciamiento social de toda la población (no solo de los vulnerables) y el cierre de escuelas y universidades. Y mientras antes se hiciese, mejor. Esta opción busca reducir R0 abruptamente (a menos que 1, el nivel a partir del cual la epidemia empieza a ceder). Sus estimados indican que tres semanas luego de implementadas las medidas de supresión, los infectados activos empezarían a caer.
China optó claramente por esta opción de supresión (incluso de manera más agresiva que la alternativa más drástica estudiada en el artículo de Imperial College). Y efectivamente el número de casos activos empezó a caer a partir de la segunda mitad de febrero. En los últimos días casi no hay nuevos casos locales, salvo aquellos importados.
Gráfico 3: China – casos activos (Número de gente infectada)
Con políticas agresivas de supresión, China logró bajar drásticamente los casos nuevos.
El Perú también ha adoptado la opción nuclear de la supresión (también en su versión más agresiva). Era la única posible: si acciones mitigantes iban a sobrepasar sistemas como el británico o el de Estados Unidos, el problema sería incluso mayor en nuestro país, más aún dado el avance del virus a la fase de contagio comunitario o quizá inclusive a la de transmisión sostenida dada la lenta reacción inicial del gobierno.
Pero incluso con las medidas actuales, el número de casos reportados en nuestro país va a aumentar significativamente. Primero, porque incluso las medidas agresivas se demoran en romper la inercia de crecimiento de infectados, que es exponencial por un tiempo. Segundo, porque empezaremos (ojalá) a medir mejor con la aplicación de más pruebas, y al haber muchos casos asintomáticos, ello visibilizará el subreporte del número de casos verdadero.
Obviamente una cuarentena generalizada de la población es económica y socialmente insostenible. Más aún en un país con alta informalidad como el peruano. Por lo tanto, es importante implementar una transición hacia una solución más sostenible. Además, si bien la supresión es la única alternativa efectiva disponible en el corto plazo, tiene el problema de que la población no obtiene inmunización de grupo. Es decir, la epidemia puede reaparecer en cualquier momento.
La inmunización de grupo se podría obtener alternativamente con una vacuna, pero es evidente que no es posible en el corto plazo. Los expertos indican que una vacuna no va a estar lista para ser aplicada masivamente en 18 meses. Podrían encontrarse protocolos de tratamientos (hay algunos prometedores), pero tenemos que actuar asumiendo que no habrá una cura inmediata.
Sin esas alternativas, la cuarentena inicial debería durar más que las dos semanas iniciales que indicó el gobierno. Ello no solo porque el cumplimiento en los primeros días fue bastante imperfecto, sino porque debemos regresar a fases anteriores de la epidemia donde podamos rastrear cada caso en su origen.
Pasada esta etapa se requerirá el desarrollo de capacidades sustancialmente mayores de testeo, seguimiento y aislamiento selectivo de contagiados, como han hecho otros países que están logrando aparentes éxitos recientes (Singapur, Hong Kong, Corea del Sur, Alemania, Israel). En ausencia del desarrollo de esas capacidades, lo más probable es que en los próximos meses haya cuarentenas periódicas para amplios segmentos de la población, más aún, en ausencia de una acción coordinada entre todos los países para evitar futuros brotes de contagio de unos a otros.
De la salud a la economía
Económicamente, las medidas drásticas de supresión generan efectos negativos enormes en el corto plazo, pero es importante entender que es la única manera de reducir impactos aún mayores en el futuro, tanto sanitarios como económicos. Para ilustrarlo, simplifiquemos el análisis a dos escenarios opuestos pero extremos, dadas las circunstancias. En el primero, las medidas adoptadas en el Perú y en otros países, son exitosas en suprimir la propagación en las próximas semanas y se evitan nuevos brotes hasta encontrar una vacuna. Ello implicaría una contracción muy severa de la economía en el corto plazo, seguida de una recuperación relativamente rápida y significativa. En el segundo, supongamos que no se logra suprimir el virus o aparecen rebrotes reiterados en un contexto de ausencia de vacunas que obligan a nuevas medidas de supresión sucesivas durante varios meses más. En este caso, el mundo no solo enfrenta una contracción significativa, sino prolongada.
¿Cuál de estos escenarios le espera al Perú? Hay muchas fuentes de incertidumbre, pero la evidencia sugiere, lamentablemente, que el segundo es más probable. En cualquier escenario, sin embargo, y en un contexto de recesión global inminente, enfrentamos un escenario de contracción severa para el Perú, muy probablemente más significativa que el 2008-2009.
Marzo con certeza ha marcado la primera contracción mensual del PBI desde el 2009, y dependiendo de la duración del periodo contractivo, la primera recesión (medida como dos trimestres consecutivos de caída del PBI) desde inicios del 2001, y quizás el primer año con crecimiento negativo en más de dos décadas (desde 1998).
La crisis financiera del 2008-2009 se gatilló por un choque de demanda (caída abrupta de gasto de empresas y hogares), y generó una reducción en la tasa de crecimiento del PBI de cerca de 10 puntos porcentuales. La desaceleración del 2014-15 fue por un choque de oferta (caída pronunciada de precios de nuestras exportaciones) y se tradujo en una desaceleración de 4 puntos porcentuales.
En esta oportunidad tenemos ambos choques, severos y sumados a una paralización generalizada de las actividades económicas y productivas por lo menos por algunas semanas más, y posiblemente de manera intermitente en los próximos meses. Además, partiendo de un crecimiento en torno al 2%, que ya era el más débil en una década (Gráfico 4).
Gráfico 4: Crecimiento del PBI y desaceleración en choques recientes
En la medida que la severidad del choque y los inmensos riesgos dependen de factores ajenos a la economía, son aún más impredecibles que lo usual. Por ello los bancos centrales y gobiernos en el mundo están tomando medidas sin precedentes, tanto en magnitud como en amplitud, aún si lo comparamos con las acciones excepcionales de la crisis financiera global de hace una década.
El Perú también necesita considerar todos los instrumentos de política económica y social a su alcance. La SBS (regulación bancaria y crediticia), el BCR (inyección de liquidez y reducción de tasa) y el MEF (aumento y focalización de gasto, postergación de impuestos, liquidez a Pymes), ya empezaron a actuar. Pero dada la severidad del choque, y teniendo en cuenta que este podría ser persistente, las medidas anunciadas hasta el momento son insuficientes para que tengan un efecto mitigante significativo.
Para empezar, no sólo la población en situación de pobreza se va a ver afectada, sino clases medias y emergentes, informales e independientes considerados no pobres, e inclusive trabajadores dependientes que caigan en situación de desempleo.
Por el lado empresarial, la Pyme no es la única que puede sufrir restricciones de liquidez que deriven en crisis de solvencia y cadenas de quiebras. Es decir, las medidas adoptadas hasta el momento no garantizan que se pueda evitar un rompimiento de la cadena de pagos dados los impactos y riesgos que se vislumbran. No cuando amplios segmentos de la población y del sector empresarial están librados a su suerte ante lo que podría terminar siendo la recesión global más severa desde la Gran Depresión en los años 20 del siglo pasado. Se va a necesitar bastante más, incluyendo garantías de crédito probablemente a gran escala y decisiones difíciles (y controversiales) en materia laboral, acompañadas de mayor impulso a redes de apoyo social para evitar mayores disrupciones en la economía.
Ciertamente, la solución no pasa porque el nuevo Congreso apruebe medidas que compliquen aún más la situación, generen mayores obligaciones y contingencias al fisco (presentes o futuras), o socaven la liquidez (y solvencia) del sistema financiero. Toca a las autoridades económicas seguir desplegando instrumentos oportunamente y en función de la evolución de la situación, con mensajes realistas para la población y los agentes económicos en general, y evitando la generación de falsas expectativas.
Hemos construido una fuerte credibilidad macroeconómica durante el último cuarto de siglo. Es ahora cuando debemos usarla, de manera responsable pero decidida.
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